16. La paz sí es una opción

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Las mañanas eran caóticas siempre que nos tocaba iniciar clases. Normalmente, esos días los gemelos se «contagiaban» de Len y se negaban a levantarse, tocaba sacarlos casi a la fuerza de su cuarto, parecía mentira que habían pedido entrar al colegio al mismo tiempo que Len y yo hacía años atrás. Por suerte nuestros padres habían ideado un plan que funcionaba muy bien, y ese era que papá hacía panqueques y los atraía a la cocina con la promesa de comida (su hambre podía más que sus ganas de no levantarse). Sin embargo, esta mañana era distinta de las anteriores. Porque estaba Jun. La tradición lo incluiría a él de ahora en adelante.

Aun cuando había sido poco tiempo, era extraño no despertar con él a mi lado, no acariciar su cabello para hacerlo abrir los ojos y maravillarme porque cada mañana, sin falta, cuando me veía por primera vez... sonreía. Pero el nuevo cuarto de mis papás había terminado de ser construido unos días atrás. Entre todos habíamos movilizado sus cosas al nuevo tercer piso, la nueva cama de Jun había llegado antes de eso y estaba en una caja grande en el primer piso. Básicamente la casa era un caos. Pero dada armó equipos de trabajo y nos prometió que no descansaríamos hasta que no estuviera todo ordenado. Así que movilizamos sus cosas arriba, las de Len al cuarto que había sido de nuestros papás, y luego armamos la cama de Jun, acomodamos su mesita de noche, llevamos la ropa a su closet. El lugar se veía algo vacío, sin los posters de Len, pero dada le dijo a Jun que podría decorarla con el tiempo, cuando encontrara cosas que le gustaran.

Salí de la cama, había elegido la ropa que me pondría el día anterior (nuestro colegio no usaba uniformes), también había ayudado a Jun a elegir la suya. Los nervios me hacían despertarme más temprano de lo usual. Me coloqué los pantalones granate que había seleccionado, me gustaban porque no eran apretados pero me quedaban bien, antes me iban grandes, pero ahora me calzaban perfectos. Una camiseta manga corta color verde con letras blancas «I'm strong» (soy fuerte) leía. Luego la cubrí con un suéter grande color gris oscuro, las mangas me quedaban largas, en sí me cubría un par de centímetros debajo de los glúteos, sumado a todo eso llevaba zapatillas negras, quedaba bastante bien. Bajé las escaleras, siendo demasiado consciente de que ni siquiera mis papás se habían levantado, solo para encontrar a Jun en la cocina.

―Hey ―estaba sentado en la oscuridad, en su asiento de siempre, mirando hacia la ventana que iba al patio trasero, el sol estaba por salir. Me miró y me regaló una de sus sonrisas. Me acomodé a su lado sin encender las luces. Llevaba los jeans oscuros que le quedaban tan bien y una de las sudaderas que habíamos comprado antes, color azul.

Sabía que esto era extraño, él nunca había asistido a clases con otras personas de su edad, nunca había convivido con tantos humanos. Len, dada y yo lo habíamos ayudado a estudiar, habíamos revisado los libros de clases para repasar las materias que yo había visto en el primer semestre para que así no estuviera mal preparado en el segundo. Aun así, esta realidad debía de parecer extraña y difícil, otro cambio gigante para lo que había sido su vida. No me imaginaba cómo sería para mí que me dieran vuelta el mundo y tener solo unas semanas para adaptarme.

Yo estaré contigo.

Quiero prometerle, pero no necesito hacerlo. Porque lo sabe. En cambio me quedo detenido allí, a su lado, su mano aprieta la mía, apoyo la mejilla en su hombro y él la suya en mi cabeza. Miro por la ventana como el sol comienza a salir, a hacer sombras en la cocina. Escucho pasos que bajan una escalera y luego otra, papá aparece y enciende la luz.

―Joder, me asustaron ―se sobresalta, me hace sonreír― ¿qué hacen aquí como fantasmas? ―miro a Jun y luego a él.

―Esperando los panqueques ―papá se ríe.

―Si los querían antes me hubieran despertado ―pasa a revolvernos el cabello y comienza a sacar las cosas para cocinar. Él no está listo, lleva pantalones de pijama celestes y nada arriba. Papá había vuelto a trabajar hace una semana, pero entraba más tarde, muchas veces su trabajo empezaba después del medio día y luego podía hacer la edición desde la casa, dada era quien tenía más horas de oficina, pero como sus talleres eran, en su mayoría, a colegios, su horario más ocupado empezaba al mismo tiempo que lo hacían las clases.

En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)Where stories live. Discover now