Capítulo 11 | Visitantes inesperados

846 82 52
                                    

Diana y Anne de encontraban en su cabaña en medio del bosque, tal como habían acordado la tarde anterior al volver de Charlottetown.
Habían pasado toda la tarde hablando acerca de lo sucedido la noche de la fiesta, y sobre la tía Josephine; Anne le comentó también a Diana sobre Cole, sobre el chico misterioso, y lo poco que había conversado con él dado su mal humor.

-Bueno...no me pareció una buena reacción de su parte...la verdad que...

-¿Buena reacción? ¡Diana, fue horrible! ¡No la podía tolerar! Quise reaccionar, de mala manera, y lo hubiera hecho sin dudas de no ser que tía Jo me lo impidió al llamarme al frente. Estuve tan decepcionada que recité todo con mucha amargura y enfado. Quise contarle a Cole pero ya demasiado triste fue lo de tía Jo, no lo quiero empeorar.

-Es verdad que estuvo muy mal la reacción hacia vos y hacia Cole, pero aún así hay muchas personas que todavía no aceptan a estas personas en la sociedad...

-¡Diana! Espero, por el bien de todos, que no estés insinuando nada malo al respecto, al ser así, como tía Jo o Cole. No hay nada de malo, yo lo sé muy bien, me suponía que también lo entendías así -exclamó algo horrorizada y confusa la pelirroja.

-¡No, Anne, no! Ahora ya aprendí cómo son las cosas, ya entiendo todo mucho mejor. Pero no olvides que personas que desprecian esto hay, por doquier; la gran mayoría de la población piensa con esa...con esa negatividad -dudó sonrojada, dándose cuenta que nunca había pronunciado un discurso semejante, mucho menos sobre ese tema.

Anne se echó a sus hombros, así abrazándola fuertemente.

-¡Ay, Diana! Yo sé que sos una buena persona y jamás lo dudaría. Perdón por gritarte de esa forma -finalizó soltando algunas lágrimas.

Su mejor amiga le correspondió el abrazo, y así las interrumpió un golpecito en el trozo de madera que hacía sus veces de puerta de la cabaña.

-¿Quién es? -exclamó intrigada Anne, separándose de los brazos de Diana, al tiempo que se acercaba a abrir la puerta.

El carraspeo de una voz masculina hizo sobresaltar el corazón de la pelirroja, quien al abrir la puerta, quedó perpleja al encontrarse con un muchacho alto, aunque en ese momento se había tenido que agachar para llegar a la altura de la puerta, que se hallaba mirándola fijamente con sus oscuros ojos.

-Buenas tardes señorita, me presento, dado que no nos conocemos. Mi nombre es Royal, Royal Gardner, pero me puede decir Roy.
no soy de Avonlea, por lo tanto no conozco estos lares y me perdí, ¿Podría por favor decirme cómo regresar al pueblo?

Anne quedó petrificada...su voz era tan...tan suave y músical...su mirada tan melancólica, y hablaba tan pausadamente, acompañando cada palabra con una perlada e irresistible sonrisa.

-Eh...por...allí, y al final del camino, hacia la derecha...señor -titubeó confundida.

Él le agradeció amablemente y siguió su camino.
Seguidamente, Anne cerró la puerta y se recostó sobre ella con la vista perdida.
Diana la miraba atónita. Había presenciado todo desde un costado, de modo que el muchacho no la había notado ni una sola vez. Tal vez estaba demasiado perdido en los grisáceos ojos de su mejor amiga como para reparar en alguien más.
Ambas se miraron y rieron.

-¡Oh, Diana! ¡Creo que finalmente encontré a mi príncipe encantado! Sé que apenas lo conozco pero luce como el ideal que tanto he estado esperando. Ojalá se quede más tiempo en Avonlea, ¡sería tan agradable conocerlo! Oh, Diana, ¿viste esos ojos? ¡Oh, y su amabilidad! Royal...yo sabía que mi ideal tendría un nombre tan perfecto, pero nunca imaginé uno tan a medida como este. Apenas escuché su presentación, algo en mí supo que sería él. ¡Ah, hace mucho tiempo que no me siento tan dichosa como hoy!

-Oh, Anne, me alegro muchísimo de que finalmente lo hayas encontrado, hayas encontrado a tu famoso ideal; sabía que no terminarías siendo una vieja solterona.

-Estoy muy feliz. Espero que no me rompa el corazón porque dudo volver a repararlo después de hoy.

Se abrazaron y decidieron volver cada una a su casa, porque se estaba haciendo tarde.

-🦊🥕-

Un golpeteo resonó en la puerta de la casa Blythe, la cual ya se hallaba en buen estado, y sus habitantes habían ya regresado tranquilamente.
Bash se acercó a abrir, cargando en sus brazos a Delphine, para encontrarse cara a cara con una inesperada visita: Elijah.

-No te esperaba -resopló firmemente Bash.

-Me enteré de la muerte de mamá y vine tan rápido como pude. No quisiera molestar, simplemente voy a despedirme de ella y luego me marcharé.

Bash accedió malhumorado, y el muchacho se giró hacia el cementerio.
Luego de una hora, volvió a la casa a decirle al dueño de esta que ya había cumplido su deber y se marchaba.
Adentro se encontró con Gilbert, quien había vuelto desde el pueblo. Se saludaron, el más joven sorprendido ya que no esperaba tal visita en un día como ese.

-Vine a despedirme, ya llegó mi hora de partir nuevamente a Charlottetown.

Gilbert frunció el ceño y llevó a Bash aparte.

-¿No vino a quedarse? Yo creí...

-No puede quedarse. Ya trajo suficientes problemas. Este es el peor momento para acoger a alguien como él -lo interrumpió rápidamente Bash.

-Pero...yo creo que deberíamos darle una segunda oportunidad. Parece estar arrepentido, y Mary lo hubiera perdonado las veces que sea necesario. Yo lo reconsideraría. No pareciera tener malas intenciones -y dicho esto se alejó hacia la cocina, en donde se encontraba el objeto de discusión.

Luego de unos minutos, un Bash ya no más dubitativo se acercó.

-Está bien, te quedarás por esta noche, y veremos qué harás mañana, si nos servís de algo el la granja. Estás a prueba.

Elijah festejó internamente y agradeció a Bash con una radiante sonrisa.
Gilbert pareció bastante satisfecho también. No quería ser cruel para con él, siendo que Mary hubiera dado todo para verlo feliz y siendo bueno, aún después de todas las angustias que le había traído, a ella y a su familia.

Esa noche, los tres jóvenes de la casa durmieron profundamente, mientras que el adulto mayor no logró conciliar el sueño, dada su preocupación.

Otra que no logró pegar un ojo hasta bien entrada la noche fue Anne, quien no podía dejar de pensar en lo sucedido aquella tarde en el bosque.
¿Era acaso el apuesto príncipe por el que tanto había estado esperando? ¿Era él? ¡Y ella que creía que nunca llegaría, o peor, que ni siquiera existía!
Finalmente logró dormirse, pero con su cabecita plagada de bellos pensamientos.

𝐥𝐚 𝐝𝐨𝐮𝐥𝐞𝐮𝐫 𝐞𝐱𝐪𝐮𝐢𝐬𝐞 - 𝑎𝑤𝑎𝑒 Where stories live. Discover now