Capítulo 24: La luz destaca más que la oscuridad

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Lentamente, me fui tambaleando hacia el interior del corredor

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Lentamente, me fui tambaleando hacia el interior del corredor. Unas cuantas lámparas colgadas en la pared eran las únicas luces que alumbraban los pasillos, el ambiente estaba impregnado con una mezcla entre un aire añejo y un fuerte olor a humedad. Seguí el camino recto hasta que logré llegar a una gigantesca habitación que, imaginé, funcionaba como estancia principal. El suelo estaba cubierto con una extensa alfombra de color rojo y, alrededor de la sala, se encontraban múltiples muebles lujosos hechos de madera, esculturas de oro situadas en cada esquina, un enorme candelabro colgado del techo y variedades de cuadros que adornaban los laterales. Tres puertas ubicadas a cada lado de la sala se conectaban a través de pasillos hacia otras habitaciones. Ubiqué el latido de los niños y seguí el camino que estos me señalaban.

Todavía sentía el cuerpo entumecido, pero me negaba a mostrar tal debilidad frente a esa mujer, así que me obligué a correr con el fin de alcanzarlos. Pasé por otras cuatro habitaciones muy similares a la anterior y noté que algunos guardias yacían inconscientes en el suelo. Hice un último cruce y finalmente logré llegar hasta ellos. Los niños notaron mi presencia al momento en que puse un pie en la sala.

—Señor de fuego —soltó el hermano mayor.

Sus labios se abrieron para decir algo más, pero rápidamente se cerraron. Me miró sorprendido.

—Trade, ya llegaste... —escuché que me decía la mujer desde lejos. A sus pies se encontraba otro grupo de hombres derrotados. Se giró para mirarme y lentamente se fue acercando—. Te tomó llegar hasta aquí más tiempo del que...

Su voz se cortó al segundo en el que sus ojos me contemplaron con más claridad.

—Trade..., ¡estás sangrando! —soltó con asombro.

—¿Qué?

Apresuró su paso y llegó hasta a mí en un segundo.

—No hay duda, estás herido. ¿Qué sucedió? —preguntó. El tono de su voz cambió y me observó con una expresión de preocupación que jamás había visto antes en sus ojos.

Sin pensarlo, ella extendió una mano hacia mi cabeza y yo, al percatarme de sus intenciones, retrocedí antes de que sus dedos me rozaran. La miré precavido y ella de inmediato notó mi incomodidad, aunque no reaccionó de manera negativa, de hecho, se quedó a mi lado y su mirada me reflejó un brillo que alteró el fuego de mi interior.

¿Qué le pasa? ¿Por qué me mira de esa forma tan... lastimosa?

Me pasé una mano por la frente y confirmé sangre en ella. Mi cuerpo todavía sentía el dolor del ataque, pero no imaginé que aquel extraño hombre me había generado una herida de esta magnitud.

Su magia... logró dañar este cuerpo que solo puede ser herido con la magia de otro elemental. Maldición.

—Trade, déjame ver—suplicó ella, dando un paso dudoso hacia mí.

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