"Justo a tiempo" 《WangXian》 Fanfic

XXXII. "Perdón."

Su cuerpo pintado con marcas de colores, desde un verde leve hasta un morado furioso, podía ver una mordida en su cuello al tener su cabello colocado en uno de sus hombros; podía notar que en la mano que se posaba en su nuca desnuda acariciando aquellas mordidas violentas el resplandor de un brillo plateado; era su cinta de la frente entrelazada en sus dedos, sus cabellos oscuros como el tronco de un roble brillaban con intensidad y se deslizaban con cada caricia del viento, era una obra de arte tan etérea que se permitió observarla por extensos minutos, los suficientes para grabar a fuego esa vista en su alma.

No supo cuánto se quedó observando; quizás minutos, horas, y aunque anhelaba poder quedarse por siempre de esa forma sabía que era el momento de hablar y sanar viejas heridas, no podía dejar que el dolor y el rencor siguiera consumiendo cada instante de su espíritu.

Ya no quería más días nublados y noches llenas de tormento, no deseaba más una noche sin estrellas y sin la luna plateada brindando calma a su ser.

Wei Ying era su verano en el invierno en el que vivía, así como para Wei WuXian era el invierno de su verano, uno era la luna y el otro el Sol.

Sin uno de ellos sus días se volvían sombríos y sus almas se consumían en las brasas del infierno mismo, las cadenas cubrían sus cuerpos, ya no habría más flores en su jardín de azaleas y lirios, sólo una hilera de espinas.

Después de la pérdida de su madre a tan temprana edad, Lan Wangji se vio envuelto en tristeza y soledad a pesar de tener a su hermano y tío; no era suficiente, puesto que su hermano la mayoría del tiempo tenía deberes y clases que lo formarían para ser el líder de secta y su tío al ser el único en la línea principal tenía aún menos tiempo para un niño pequeño.

Su cuidado fue designado a los demás de la secta que se encargaban de sus necesidades pero el estar rodeado de completos extraños le producía incomodidad, aún más cuando cada cuidadora que tuvo siempre le daba una mirada llena de lástima por lo vivido, él no quería ninguna de esas miradas.

Le había prometido a su madre cada vez que la veía que sería un niño bueno y fuerte sin importar su corta edad, y por ello cada día se esforzaba cada vez más a cumplir con cada regla de la secta y acatar cada orden de su tío.

No había tiempo para juegos, el estudio y la rectitud eran su camino para llegar a esa promesa que lo fue encadenando poco a poco bajo el régimen de su propio hogar. Ser el mejor era su única visión, ser suficiente, ser lo que todos necesitaban que fuera.

No había tiempo para muestras de afecto, tenía que mostrarse a la altura como el Segundo Joven Maestro que era.

No hubo amor, pero hubo reconocimiento.

En lugar de miradas cálidas eran miradas de aprobación.

En lugar de palabras de consuelo había palabras de exigencia.

Su vida se basó en seguir lo que los demás esperaban de El Gran Segundo Jade de Gusu, la personificación misma de la justicia y elegancia.

Nadie veía más allá de ello, no hubo otra persona además de su hermano que lo viera por quien era, no al joven de una prominente secta, no como segundo heredero, sólo a él, Lan Zhan.

Pero cuando aquel joven de mirada traviesa y sonrisa encantadora y llena de alegría irrumpió en su vida y rompió todo lo que una vez pensó que era correcto, cuando el principal discípulo de la secta Jiang llegó y le enseñó por primera vez un mundo nuevo donde las reglas no lo limitaban, donde sus pies eran libres de correr ligeros, le enseñó nuevos principios, le enseñó el significado verdadero de un alma gemela y sobre todo... le enseñó que la vida era un río que guiaba no solo a un camino, sino a varios misteriosos destinos.