57. ¿Está soltero?

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—Ah, bueno... eso también me pasaba con los chicos, pero ahora ya no. Ellos podrán reírse, ser unas plagas o lo que sea, pero ante todo somos hermanos y ya nos conocemos lo suficiente como para saber lo que queremos decir con nuestras acciones —dice grácil mientras me ve por segundos en los que le sonrío, él me regresa el gesto y vuelve a mirar al frente.

Pienso en responderle, pero últimamente esas palabras tan bonitas que me trasmite me dejan sin habla, y solo puedo verlo disimuladamente mientras conduce.

Liam coloca su música con volumen muy bajo luego de que intuye que no diré nada más y permanece silencioso, como si nuevamente temiese que pueda arrepentirme en cualquier momento y es mejor no hablar. Yo ya no siento tensión entre nosotros, por eso no se me hace difícil sacar un tema de conversación un rato más tarde en el que él participa ameno y feliz.

Al llegar después de poco más de veinte minutos, baja enseguida, luego abre la puerta trasera para tomar la guitarra del asiento, y eso me deja paralizada una vez más.

Verlo así, con el cabello castaño un poco despeinado, sus medianamente carnosos labios con ese color rojizo natural entreabiertos, la camiseta apretada y sus brazos tensionados, me lleva a imaginar muchas cosas que me encienden de algún modo.

Otra vez quiero lanzarme a sus brazos y besarlo con vehemencia, dejarme llevar por lo que siento y experimentar su calor rodearme por primera vez. Quiero disfrutar de su aliento una vez más, revivir las sensaciones que me provocó hace mucho y comprobar si él sigue siendo capaz de hacerme sentir tanto, de dejarme sin defensa entre sus labios y con la existencia entera flaqueando.

—Bonita —su voz gruesa y despreocupada me saca de mis fantasías y ahora no puedo estar más avergonzada. Él me observa con una sonrisa ladeada desde el asiento trasero, ya sujeta la guitarra con su mano izquierda y está por salir del auto del todo—. ¿Estás bien? Te he estado hablado hace un momento.

Estoy bien, solo deseándote de muchas formas. 

—Estoy bien —sonrío para convencerlo. Trago grueso y agradezco que no se haya percatado de que lo veía embelesada pensando en todo lo que quiero hacerle en este instante—. ¿Qué me estabas diciendo? —pregunto en un intento de disimular mi nerviosismo, mientras paso un mechón de cabello detrás de mi oreja. Liam sonríe un poco y me mira con ternura antes de responder.

—Primero, te dije que estás preciosa hoy, otra vez, después te dije que eres libre de bajar del auto cuando quieras.

—Ah... claro, gracias —digo, mostrando una débil sonrisa que me deja ver tanto apenada como desarmada. Ciertamente no necesito de sus besos para volverme débil, ya lo tengo claro hace mucho, pero quiero arriesgarme a entrar en ese infierno que es su boca de todos modos.

Tonta, tonta y... tonto.

—Vamos, ven —me invita. Hace un movimiento de cabeza, y sin dejar de sonreír, sale por completo para cerrar la puerta. Creo que sí se percató de que lo veía.

Me obligo a mantener la compostura y también bajo del vehículo que Liam asegura al instante desde la distancia, mientras me espera frente a la pequeña reja de la casa que se encuentra abierta y que atravesamos hasta llegar a la puerta principal, donde él toca el timbre.

—¡Arya, linda! —James es quien abre la puerta, sonriendo, y se lanza a mis brazos sin perder el tiempo.

Quiero abrazar a su amigo, no a él.

—Úshcale, James, ni siquiera yo la he abrazado nunca. No te pases —reclama Liam. El chico ríe por el comentario de su amigo y se separa para saludarlo a él, también con un abrazo.

Canela ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant