33. La historia de Ariana

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El cantinero entró en el cuarto.

-Malditos tontos, -dijo bruscamente, mirando de uno a otro-. ¿En qué estaban pensando al venir aquí?

-¡Gracias! -dijo Harry-. ¡No podemos agradecérselo lo suficiente! ¡Salvó nuestras vidas!

El cantinero gruñó.

-¡Es su ojo el que he estado viendo en el espejo!

Se hizo el silencio en la habitación. Harry y el cantinero se miraban uno a otro.

-¡Usted envió a Dobby!

El cantinero asintió y busco al elfo alrededor.

-Pensé que estaría contigo. ¿Dónde lo dejaron?

-Está muerto, -dijo Harry-, Bellatrix Lestrange lo mató.

Annie tembló ante la mención de ese nombre.

La cara del cantinero permaneció indiferente. Después de unos momentos dijo,

-Lamento oirlo. Me gustaba ese elfo.

Se dio la vuelta, encendiendo lamparas con golpecitos de su varita, sin mirar a ninguno de ellos.

-Usted eres Aberforth, -dijo Harry a la espalda del hombre. Él no lo confirmó ni negó, sino se agachó para encender la chimenea.

-¿Cómo conseguió esto? -preguntó Harry, caminando hacia el espejo de Sirius, el gemelo del que él había roto casi dos años antes.

-Se lo compré a Dung hace cosa de un año, -dijo Aberforth-. Albus me dijo lo que era. Intentaba mantener un ojo en ti.

Ron jadeó.

-La cierva plateada, -dijo excitadamente-. ¿Fue tambien usted?

-¿De que estas hablando? -pregunto Aberforth.

-¡Alguien nos envio un Patronus en forma de cierva!

-Con un cerebro así, podrías ser mortifago, hijo. ¿No acabo de probar que mi Patronus es una cabra?

-¡Oh, -dijo Ron-, vale... bueno, tengo hambre! -agregó a la defensiva mientras su estómago soltaba un enorme gruñido.

-Iré a por comida -dijo Aberforth, y salió de la habitación, reapareciendo momentos mas tarde con una hogaza grande de pan, algo de queso, y una jarra
de estaño con aguamiel, los puso sobre una pequeña mesa frente al fuego.

Hambrientos, comieron y bebieron, y durante un rato solo hubo silencio, excepto por los crujidos del fuego, los golpes de las copas, y el sonido producido al masticar.

-Bien entonces, -dijo Aberforth cuando hubieron comido su ración y Harry y Ron se sentaron encorvados y somnolientos en sus sillas-. Tenemos que pensar en
la mejor forma de sacarlos de aquí. No puede ser de noche, ya escucharon lo que pasa si alguien se mueve en el exterior en la oscuridad. El encantamiento aullido se activa, saldrán tras ustedes como bowtruckles sobre
huevos de doxy. No considero que vaya a ser capaz de hacer pasar un ciervo por una cabra una segunda vez. Esperen a que amanezca cuando el toque de queda termine, entonces se podrán poner su Capa de Invisibilidad de nuevo y salir a pie. Salgan directamente de Hogsmeade, hacia las montañas, y podrán desaparecer allí. Tal vez vean a Hagrid. Se ha estado
escondiendo en una cueva allá arriba con Grawp desde que intentaron arrestarlo.

-No nos iremos, -dijo Harry-. Tenemos entrar en Hogwarts.

-No seas estúpido, chico, -dijo Aberforth.

-Tenemos que hacerlo, -dijo Harry.

-Lo que tienen que hacer, -dijo Aberforth, inclinándose hacia adelante-, es irse tan lejos de aquí
como puedan.

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora