3. La llegada a la Madriguera

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Annie sintió cómo cayó directo al suelo. Se quejó por el dolor que la recorrió y no hizo amago de moverse. Al parecer, Theo y Blaise estaban en las mismas.

-Odio estas cosas del demonio -farfulló el moreno intentando levantarse. La castaña se percató que estaban tendidos sobre el césped, sólo alcanzaba a ver el cielo. Dejo caer su cabeza, intentando recuperarse del mareo.

-Annie, debemos avanzar.

La castaña lloriqueó y con mucho esfuerzo se levantó. Estaban en una colina no muy alta, pero el paisaje se veía muy bonito. Entrecerrando los ojos, Annie observó la Madriguera, y lloriqueó internamente al ver lo lejos que estaba.

-Hay que apresurarnos, pero primero tenemos que desilusionarnos. Ven, Annie.

La castaña suspiró y se acercó a Theo. El Slytherin tocó suavemente su cabeza. Se sintió extrañamente satisfactorio pero no dejaba de ser extraño. Sentía como si una manta helada la cubriera de la cabeza a los pies; y al querer mirarse, parecía un camaleón.

Theo hizo lo mismo con Blaise y el moreno a Theo. Una vez que los tres se aseguraron de estar bien camuflajeados, se tomaron de las manos y comenzaron a avanzar hasta su destino. El sol ya estaba ocultándose, dando una hermosa vista con tonos morados y naranjas, que a Annie se le antojó dibujar.

-¿Creen que Hermione este bien? -musitó Theo después de un rato de silencio. Sus pasos se escuchaban distantes, el césped crujiendo bajo sus pies. Annie le dió un apretón reconfortante a su mano.

-Lo estarán -musitó, aunque ella también sentía un nudo en el estómago de sólo pensar con lo que podrían encontrarse. Exhaló y siguió caminando.

-Ustedes se irán en unos días, ¿cierto? -murmuró Blaise. Annie asintió distraídamente.

-Aún no sabemos cuándo, pero sí.

-¿Crees que sea después de la boda? -inquirió Theo. Annie se encogió de hombros.

-Dependiendo de cómo estén las cosas. Si surge algo repentino, tendremos que irnos. ¿Por qué la pregunta?

Theo carraspeó por lo bajo.

-Uh, no es nada impor-

-Le quiere dar un anillo a su novia -canturreó Blaise.

-¡Eres un soplón! -masculló Theo, y Annie podría jurar que estaba sonrojándose.

-¿Qué tipo de anillo? -indagó Annie.

-Como el tuyo, pero mejor -respondió arrogante. Annie rodó los ojos.

Caminaron alrededor de veinte minutos en silencio, aunque en ocasiones hacían pequeños comentarios. Pasaron la barrera de protección que había alrededor de la Madriguera, encontrándola hogareña como siempre.

Ginny estaba sentada leyendo un libro en una pequeña banca, vigilando por si alguien llegaba. Dio un salto cuando los reconoció.

-¡Annie! -exclamó levantándose y corriendo hasta ellos. Abrazó a la castaña.

-Me alegra que llegaran.

-¿No ha llegado nadie más? -inquirió Annie. Ginny negó.

-Vayamos dentro, a mamá le encantara verlos -sugirió Ginny. Los tres asintieron y comenzaron a caminar a la casa. Al entrar, se podía oler el ambiente hogareño y según Annie, pasteles. La señora Weasley estaba sacando uno del horno.

-Mamá, Annie, Theo y Blaise llegaron -anunció la pelirroja. La señora Weasley dejó la bandeja y se giró rápidamente, sacándose los guantes de cocina.

Annie y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora