Prólogo

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Las calles estaban pintadas con la oscuridad de la noche, la poca iluminación facilitaba lo que haría. Vestía una capa que cubría su cuerpo, no quería que le reconocieran o todo se iría por la borda. Llegó a la dirección indicado y se extrañó al ver el lugar frente a sus ojos: una Iglesia. No era una persona muy religiosa que digamos, únicamente lo era por su familia no por gusto. Escuchó unos pasos acercarse y al girar frunció el ceño, no entendía nada.

—¿Qué hacemos aquí?

—Empezar con el plan.

—¿En una Iglesia? ¿Qué es lo que planeas?

—Vamos a entrar a confesarnos. — no podía creer lo que la otra persona le decía ¡¿estaba viéndole la cara?!

—¿Qué ? ¿Hablas en serio?

—¿Cuál es tu pecado? — la persona miró a la Iglesia. — Por años he cargado con muchos de ellos y vengo a confesarme para crear unos nuevos que irán a mi lista.

—No sé cuál sea... ¿eso qué tiene que ver?

—Todo... nosotros vamos a cometer muchos pecados a partir de ahora y debemos saber cuál nos identifica...

—Creo que sería la soberbia... sí, ese. — la otra persona le miró inexpresivo.

—Creo que sí va contigo...

—¿Cuál es el tuyo? — una sonrisa se formó en sus labios.

—Eso lo descubrirás luego, andando. — ambos entraron a la Iglesia y fueron directo a los confesionarios. — Padre... — llamó al hombre que estaba guardando unas cosas.

—Bienvenidos — saludó el hombre feliz —¿Puedo ayudarles en algo?

—Queremos hablar con usted sobre algo que haremos...

—¿Están seguros que quieren hacerlo a éstas horas? ¿No prefieren regresar mañana?

—Es necesario que nos confesemos ahora — pidió. El hombre frente ellos asintió y se sentó en una de las bancas.

—¿Quién primero? — señaló a su acompañante y el hombre asintió. La persona avanzó hasta sentarse junto a él dejando al otro detrás.

—Primero que nada, voy a disculparme por todo lo que he hecho...

—Sabes que Dios pernoda a sus hijos porque los ama... ahora dime ¿qué es lo que has hecho?

—He mentido por muchos años... he vivido con enojo toda mi vida y con rencor en mi corazón...

—Debes liberar lo que hay en tí o sino, nunca tendrás paz. Tu corazón debe estar limpio para que puedas reunirte con Jesús y con Dios.

—Eso haré, Padre. Limpiaré mi conciencia y mi corazón...

—Eso es bueno...

—Por eso pido perdón...

—¿Qué harás? — la persona sonrió.

—Voy a matar a todo el que me ha lastimado y terminaré con mi sufrimiento. — el hombre miró aterrado a la persona a quien debía otorgarle el perdón...

—Eso es algo que hará que te separes de Dios ¿no quieres ir por el buen camino?

—Lo he intentado por años, Padre. Es mi única salida, destruir a alguien que lo tiene todo...

—La envidia es un pecado mut grande y puede acabar con el ser humano, es uno de los pecados mortales y lo sabes... — lo había encontrado, ya sabía lo que le hacía falta por saber antes de iniciar su plan.

—Ese es mi pecado, Padre.

***

—¿Qué mierda hicimos en esa Iglesia? ¿De qué me sirvió confesarme con un Padre? ¡Él podría decirle todo a la policía y se arruinará el plan!

—Lo único bueno de su trabajo es que por muy malo que sea el acto que van a confesar, él te perdona y tiene voto de silencio. Únicamente sabemos el plan nosotros, él y Dios...

—Estás...

—Frost va a pagar por lo que nos hizo, que Dios le ayude a salir vivo de esta y a todos los que lo rodean. —caminó algo lejos de su acompañante hasta que le detuvo con una pregunta.

—¿Cuál fue tu pecado? — la persona se detuvo a mirarle.

—La envidia y ésta, va ligada siempre con la soberbia. Los pecados más peligrosos del hombre, son los que manchan su corazón y lo alejan del buen camino. Hemos entrado al Infierno, te doy la bienvenida y te advierto, ya no hay vuelta atrás. — desapareció de su vista. La persona que le acompañaba suspiró, tenía razón, ya habían llegado lejos hasta el punto de decirle a un Padre todo lo malo que han hecho y lo que harían. Su plan empezaría dentro de poco y ya era tarde para arrepentirse. Aunque unas palabras resonaban en su mente.

<<Bienvenidos al Infierno. >>

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