M O N S T E R

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Los rayos de luz solar entraban por las ventanas de la habitación matrimonial donde Hera y Zeus descansaban con los miembros laxos, relajados luego de una buena noche sin peleas ni llanto de por medio desde que Ganimides estaba en el mundo terrenal en una estiradísima investigación. Lo había visto partir un par de días atrás, emocionado por pisar el mundo de los mortales y con una ubicación segura donde llegar. Zeus temía que Hera esperara que se descuidara para someter a Ganimides a un destino peor que la muerte, pero él no estaba descuidado en cuanto a su amor. Por eso que la puerta se abriera para dejar ver al guerrero inmortal sangrando en el marco de la puerta con la nariz sangrante y los labios reventados. El dios de la energía saltó de la cama pasando por sobre su esposa, sosteniendo el cuerpo delgado entre sus brazos antes de que él cayera al suelo, golpeando su mejilla varias veces con un dedo.

— Ganimides, hey - lo admiró, apartando su cabello negro para mirar sus párpados cerrados -. Abre los ojos, no seas un estúpido llorón en este momento.

— ¿¡Qué está sucediendo!? - chilló la diosa dorada como el sol, cubriendo su desnudez al ver al joven a quien aborrecía entre los brazos de su esposo.

— ¡No te hagas que seguramente tú tienes la culpa! - gritó el otro, levantando el cuerpo menudo entre sus brazos fuertes para alejarlo de su esposa en dirección a la cama.

— ¡No permito que lo metas en nuestra cama! ¡Es sagrada, Zeus!

— ¡Pues ya no más! Si querías añadir a otro muerto a tu lista de venganzas no lo vas a conseguir, esta vez con ningún matón u hechicera vas a asesinar a otro u otra de las personas a quienes amo, Hera - revisó el cuerpo malherido de quien había sido el mejor guerrero en su tiempo y descendiente de un rey. Fue entonces cuando el cerebro de pájaro del dios funcionó mejor enviando un rayo directamente sobre el corazón de su ser amado, causándole una convulsión seguida de una tos compulsiva. El siempre joven tomó su mano en silencio, jalando al dios para susurrar algo a su oído.

— Apolo intentó envenenar a Perséfone... O ya lo hizo.

— Explícate, Ganimides - el joven ya había cerrado los ojos -. Si no despiertas justo ahora juro que no te cogeré nunca más, ¿escuchaste, primor?

— Me quedé con Hermes como pediste - puso los ojos en blanco a propósito, tragando sangre de sus labios partidos -. Revisaba paquetes para Perséfone, pero no encontraba nada y fue entonces cuando llegaron al lugar un paquete con flores para Apolo que dejé pasar porque no es mi trabajo, pero eran flores alucinógenas - hizo un gesto con la mano ante la cara de confusión -. Saqué una foto y un tal San Google ayudó porque hay muchos quienes las usan para intentar acercarse a lo que tenemos nosotros dos, y podría haberlas usado en Kore.

— ¿Por qué las utilizaría en Kore? - quiso saber, confundido.

— Todos, o al menos eso me dijo Hermes, saben que Apolo está enamorado de Perséfone y a menos que sea un fumón lo encontré sospechoso y fui yo quien entregó el paquete. Se preparaba para salir cuando llegué, estaba incluso molesto por mi lentitud.

— Y eso que tienes manos rápidas - acotó Zeus con una sonrisa ladina y entrecejo fruncido - ¿Iba a ver a Perséfone?

— Cuando lo insinúe fue cuando me dejó así. Me preguntó que sabía, si estaba detrás - tosió - como si no supiera que soy tuyo. Luchamos, el cabrón ni se despeinó.

— ¡Hera! - gritó Zeus a su mujer reacia en la puerta con Hebe abrazando una de sus piernas - ¡Invita a Apolo a cenar para que le de la paliza que merece!

Hebe corrió directamente al teléfono, se suponía que ella sería en el Panteón la representación de la eterna juventud, sin embargo Ganimides al hacerse inmortal le había quitado el lugar también como copero de los dioses. Su hija cogió la guía telefónica para marcar directamente al teléfono móvil, saltó inmediatamente el buzón de voz. Hera le quitó el teléfono, usándolo para dejar un mensaje de voz en la contestadora.

Once upon a time in London [Perséfone x Hades]Where stories live. Discover now