56. Eres un osito panda

Começar do início
                                    

Hace más de una semana no habíamos tenido contacto porque él estaba a tope con deberes de la universidad, o eso me ha dicho, y no es hasta ahora que me pone al corriente sobre lo que ha ocurrido con su hermano. Me cuenta que los cuatro se reunieron como familia y llegaron a un acuerdo que todavía no me ha contado. Ambos son mayores de edad y por lo tanto son capaces de decidir qué quieren hacer con sus vidas, por eso me parece una tontería que la mamá no quiera que James tenga contacto con su hermano y su padre si ahora él lo quiere.

Ian no ha tenido la vida perfecta, pero sí es evidente que ha vivido mejor que su hermano y me parece justo que pueda aprovechar de algún modo todo el tiempo que han perdido y que jamás podrán recuperar, porque el tiempo, al igual que el sueño, no se recupera.

—Llegamos —anuncia mi mamá después de un rato en carretera, con ese entusiasmo que todavía no la abandona.

Me despido de mi amigo con la promesa de vernos el próximo fin de semana y guardo el celular dentro del bolso para bajar del auto. Mis padres ya lo han hecho y se encuentran bajando algunas bolsas y cestas del maletero de la camioneta de mi padre, así que también desciendo y me apresuro para tomar una bolsa que parece tener algunas frutas dentro, después me alejo y antes de ingresar del todo, me dedico a apreciar las vistas.

Nos encontramos en una reserva natural rodeada de vegetación, con inmensos árboles y diferentes tipos de flores. Desde mi ubicación, me percato de que es un lugar bastante grande, bien cuidado y limpio, además de fresco. Los suelos en su mayoría están cubiertos de césped, excepto por una gran espacio que se encuentra hacia el fondo, donde me parece distinguir una cascada.

Hay un estacionamiento amplio, un parque grande de plástico para los niños en la zona podada y en un apartado cerca de la cascada veo mesas de diferentes tamaños, ocupadas en su mayoría por otras familias que también han decidido venir a disfrutar de un bonito día fresco y soleado.

—Preciosas vistas, ¿no? —La voz de Liam me hace abandonar mi escrutinio, y después de que dejo caer la bolsa al suelo por el susto, giro a verlo. Él me mira, sonriendo con un atisbo de vergüenza—. Lo siento, no quise asustarte.

—No sabía que ya estaban aquí —digo con sinceridad. Intento agacharme a recoger la bolsa, pero él ya lo ha hecho y se niega a entregármela.

—Apenas llegamos. ¿Cómo estás? Además de linda. —Me examina por unos segundos, en silencio—. Te queda genial ese estilo.

Claro, ya te habías tardado.

—Bien, ¿y tú? —contesto simplemente. Hoy no pienso perder mis cabales delante de tantas personas.

—Viéndote. —Ríe solo, yo lo observo con el ceño fruncido—. ¿Entendiste? Bien, pero también viéndote. Soy un crack.

Ruedo los ojos, pero sin contener la risa. Con la misma sonrisa él gira al frente y me invita a caminar hacia nuestras familias con un movimiento de cabeza.

Lo sigo en silencio hasta llegar al lugar donde conversan nuestros padres. Saludo a los Bonetti y después de que organizamos todo en la mesa que ellos han elegido, me siento en una esquina del mueble, en el banco de la derecha, para ver a los pequeños bañarse en la cascada.

Arianna se me acerca minutos más tarde a llenarme de amor y luego de que un niño se acerca para invitarla a jugar con una pelota de plástico y ella accede, Liam se me acerca.

—¿Quieres dar un paseo? —pregunta sentándose a mi lado—. No sé si quiero volver a oír historias de la infancia, menos si me incluyen a mí.

—Solo porque opino lo mismo, acepto.

Lo veo sonreír y después de excusarnos, ambos nos marchamos hacia la orilla del lago, donde nos sentamos sobre unas rocas, todavía en silencio.

Canela ©Onde histórias criam vida. Descubra agora