(56) † BLUTIGER ZUSAMMENSTOß †

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—Mata a este hijo de puta.

La determinación en su voz, en sus palabras me hizo apretar mi mandíbula y levantar el arma con manos temblorosas.

—¡Leigh! —Heiner se escudó aún más con el cuerpo de Mila, —¿Te has vuelto loca? Podrías matarla.

La voz de mi padre resonó en mis oídos y casi podía sentir sus manos guiándome: <<Recuerda, Leigh, cuando dispares no respires porque el movimiento más insignificante de tu cuerpo puede afectar tu puntería. Párate bien, no dudes, exhala profundamente, aguanta la respiración, enfoca tus ojos y dispara>>.

Heiner me observó incrédulo.

—¿Piensas intentar disparar cuando podrías fallar y matarla a ella también?

—No.

—Eso pensé.

—No voy a fallar.

Y jalé el gatillo, el primer disparo le dio en el hombro y del impacto liberó a Mila quien se tambaleó hacia adelante antes de ir hacia Rhett. Yo di un paso hacia Heiner y le disparé de nuevo, esta vez en la pierna. Él cayó de rodillas, haciendo una mueca de dolor. Su sangre brotaba a chorros y manchaba la blanca nieve bajo nosotros. Me paré frente a él, y presioné la punta del arma contra su frente. El bastardo me sonrió y lagrimas de furia llenaron mis ojos.

—Ah, justicia poética, ¿Leigh?

Despegué el arma de su frente y apunté a su entrepierna.

—Si.

Y disparé una vez. Heiner no pudo controlar su chillido de agonía al caer hacia un lado, sus manos sosteniendo su entrepierna.

—Por mamá, por Sofía, por Pilar, por Jessie, por Mila, por...— recordé la sonrisa de Natalia, —y por Natalia. —Le disparé de nuevo.

Me subí encima de él, golpeándolo con el arma, con las manos, disfrutando su rostro lleno de dolor. Sentí la calidez de las lagrimas que rodaban por mis mejillas porque él me había quitado tanto, que ninguna cantidad de dolor, ni siquiera algo tan definitivo como la muerte podrían devolverme a mi madre, a Natalia, a las chicas de mi iglesia, ni lo que él había destruido en mí.

—¡Bastardo hijo de puta! —Le grité, otro golpe, —¡Mi madre era una buena persona! ¡Nunca le había hecho nada a nadie! ¡Ella no se merecía morir así! ¡Ella no...! —me ahogué con mis lagrimas, —¡Natalia... ni siquiera pude decirle lo mucho que la quería... lo importante que ella era para mí! ¡Destruiste... me destruiste!

Heiner se rio entre jadeos de dolor.

—Eres mi obra maestra, Leigh, mírate.

Eso me hizo detenerme, y observar mis manos ensangrentadas.

¿Cómo se ve un monstruo?

Heiner ya estaba pálido, Rhett y Mila me observaban en silencio, ambos con pedazos rasgados de sus ropas alrededor de sus heridas. Heiner puso su mano sobre la mía en su pecho.

—Siempre viviré en ti, Leigh.

—No, —acerqué mi rostro al suyo y le hablé entre dientes, —nadie te recordará, nadie sabrá de tu monstruosa existencia, eras nada y en eso te convertirás cuando mueras. Emergiste de las sombras y a ellas volverás como lo que eres: Nada.

Y le disparé en la frente.

Me puse de pie y limpié mis lagrimas con la parte de atrás de mi mano para apresurarme a Mila y a Rhett. Las llamas dentro de la casa ardían con ferocidad y sin compasión. Ojeé el hombro de Rhett quien hizo una mueca al moverse un poco, noté las lagrimas en sus ojos enrojecidos y me giré para ver a Mila a su lado. La palidez en su rostro y la cantidad de sangre que manchaba su vestido me devolvió esa sensación de pánico y de miedo y comprendí las lagrimas de Rhett. No, no. Puse ambas manos en su estómago para hacer presión sobre la herida.

Heist [Darks #1] [En librerías] ✔️Where stories live. Discover now