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Michael ponía compresas de agua fría en su frente para intentar mejorar la situación, pero no funcionaba. No tenía idea de qué hacer para consolarle o cuidarla adecuadamente, hasta que Ashton llegó. Se notaba que había tardado por haber ido a busca a Luke y Calum, aunque Frences probablemente llevaba todo el día con él.

Rápidamente le dieron unos cuantos medicamentos, pero iban a tardar un poco en hacer efecto. Frences estaba al pie de la cama, frotando uno de sus pies helados.

—No estás embarazada, ¿verdad? —le susurró la rubia, pero bufó.

—No.

—Vale —ella se rió por lo bajo, y continuó frotando hasta que la fiebre de Mercy comenzó a bajar.

No había llegado a alucinar, pero se sentía demasiado ligera luego de aquella fiebre tan alta.

—Dios sabe que no hay ninguna puta razón para enfermarme —dijo Mercy, más como un gruñido exasperado.

—Deberías ir a un doctor, Mer —intervino Luke, siempre ridículamente preocupado por el bienestar de cada ser humano cerca de él.

Mercy negó efusivamente, desechando a Luke con un gesto de su mano. Entonces Michael le miró fijamente, y por un segundo se sintió desnuda. Parecía como si se hubiese dado cuenta de algo, pero se lo guardó y solo bajó la mirada, riéndose por lo bajo.

Oh, bueno. Mierda.

El móvil de Ashton sonó entonces, y él lo atendió al tiempo que salía del lugar. Frences, quien había dejado de frotar, frunció el ceño. Dentro de poco el castaño volvió, agitado y apresurado.

—Tengo que irme por un rato, ¿vale? —dijo, y le dio una rápida mirada a un distraído Calum, a quien tuvo que darle un golpecito en el brazo para que captara. Finalmente entendió y lo siguió fuera de la habitación..

—Genial —Mercy bufó— ¡váyanse, maricas traicioneras! ¡No quieren a nadie!

—¡Volveremos, DeGraw! —vociferó Calum de manera graciosa, por lo que Mercy no le quedó más remedio que reír.

La puerta se cerró y, seguidamente, Frences se echó a reír. Parecía feliz, pero, sobre todo, era como si algo fuera demasiado irónico como para no reírse de ello. Mercy le dio una rápida mirada a Michael, quien observaba todo el panorama —o, mejor dicho, a Frences— como si fuera un animal de tres cabezas salido de una de sus revistas PlayBoy gays. 

—¿Necesito llamar a sus padres? —le preguntó, y Mercy sonrió, sacudiendo la cabeza.

—Hey, Frences, vamos. Ya cállate. ¿Qué pasa? —pidió Mercy, medio seria y medio divertida.

Frences se sentó, secando sus lágrimas.

—Mañana es nuestro aniversario. Seguramente le llamó Lauren para que no lo olvidara, porque vamos, Harry nunca se acordaría de algo diferente a los juegos de vídeo o el Manchester United; y todos sabemos que eso es básicamente porque es el hermano peque...

—¡BASTA! —gritaron Mercy y Michael al mismo tiempo. Frenes había comenzado a hablar como una jodida chica plástica popular, divagando en detalles que a nadie le importaba.

Frences se detuvo y respiró hondo.

—Sólo quiero decir que se fue así para buscar mi regalo. De otro modo hubiese ido conmigo.

—¿Y era muy difícil decir esa mierda? —inquirió Michael y Frences asintió varias veces— Maldición, mujeres.

Mercy soltó una risotada, pero estaba exhausta, así que solo se acomodó entre las almohadas. Se sentía mejor, pero sabía que tendría que tomar pastillas los próximos días.

that something | cliffordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora