iv

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Ashton estaba equivocado, pero no era como si fuese algo malo. Pasaron ocho horas, veintidós minutos y treinta y tres segundos cuando Michael llegó a casa. En ese momento, a las once de la noche y con el día tan ajetreado que había tenido, Mercy estaba luchando contra el sueño. Sus párpados estaban pesados como el infierno y sus músculos estaban tensos.

Michael se quedó parado al lado de la puerta cerrada, viéndola. Y Mercy también lo veía, acostada, desde el sofá.

―Mercy ―dijo él, con la voz rasposa.

―¿Michael?

―Te quiero.

―Oh, ya era hora Mikey.

Mercy se puso de pie para llegar a él y abrazarlo con fuerza. Él la recibió y correspondió con facilidad, como siempre. Mercy se sentía aliviada de que hubiese llegado antes de lo que creía.

―Lo siento mucho, fui una perra. Puedes salir con quien quieras y hacer lo que quieras porque eres libre...

―Terminé con él ―le cortó.

Mercy hizo entonces la mueca de incredulidad más graciosa del mundo, y Michael se echó a reír.

―¿Qué pasó? ―preguntó ella, tomando su mano.

―Me dijo que simplemente nunca le diría a sus padres que es gay. ―frunció los labios en una mueca, como diciendo "¿ya qué?"―. Y no soy el jodido secreto de nadie.

Mercy sonrió comprensiva. Podrían ser buenas noticias, pero era obvio que Michael estaba decepcionado; él de verdad esperaba que las cosas funcionaran entre ellos.

―No, no lo eres.

Michael besó su mejilla y entrelazó sus dedos para ir a su habitación. Luego de reconciliarse, siempre era la misma historia. Solo que, bueno, digamos que esta vez, Mercy hizo de la cuchara grande.

―¡Eso es basura! ―gritó Mercy, en medio de una risa involuntaria― Seguramente te prostituyes, ¡no puedes simplemente ganarte tres grandes en una semana tocando en un bar!

Michael chasqueó la lengua y le guiñó el ojo, insistiendo en que tomara el sobre con el dinero de la renta y la gasolina del auto. Mercy lo tomó con rapidez, como quien no quiere la cosa.

―Cariño, es un bar gay.

Mercy debió haberlo imaginado. Ahora todo tenía sentido.

Michael estaba dirigiéndose al salón para echarse en el sofá, cuando su móvil sonó. Lo atendió sin cuidado.

―Sí.

Hubo una pausa considerable de la que Mercy fue consiente desde el umbral de la puerta de la cocina. La expresión de Michael se tornó seria y un poco inexpresiva.

―No me interesa escuchar tu mierda. ―parecía, increíblemente, hasta aburrido―. Vale, Jared, tienes que dejar de llamarme.

Oh, mierda. Mercy sabía que esto pasaría, pero usualmente la gente le daba un poco más de tiempo a las cosas de relaciones y toda esa basura. Jared estaba, al parecer, desesperado.

―Tengo cosas mucho más importantes que hacer. Voy a colgar. ―a pesar de haberlo advertido, de todos modos escuchó un poco más―. Oh, vamos, Jared, supéralo.

Y colgó.

Luego, la miró con una sonrisita.

―Siempre vuelven rogando, ¿eh? Me dijo que le diría a sus padres hoy mismo.

Ugh. Michael parecía satisfecho.

―¿Si lo hace, considerarías estar de nuevo con él? ―cuestionó Mercy, fingiendo desinterés.

―No lo sé.

―¿No?

―Está buenísimo, Mercy, y me gusta. Pero es un jodido cobarde.

Eso era asombroso. Mercy intentó no reírse de, tal vez, el primer momento en el que Michael hablaba de lo que sentía por Jared o por cualquier cosa en general.

―Eso de las relaciones es una mierda ―dijo ella, cortando un pedacito de pan y comiéndoselo.

―Si, bueno, no es como si estuviésemos hechos para ello ―se burló Michael.

―Bueno, em, me reúso a creer eso. No podemos estar hechos para amar a alguien que no nos ama y sufrir por esa mierda.

Michael levantó la cabeza y le dedicó una mirada pícara.

―Hablas como si estuvieras enamorada.

―No hables estupideces.

―No, pero en serio. No te he visto con nadie desde que te conocí, a menos que cuente cuando te besaste con Luke en el juego de la botella. Y estabas tan borracha como para desmayarte.

―Pero lo recuerdo ―señaló Mercy, presumida.

―Maldita zorra, ¡le dijiste que no recordabas nada! ―exclamó Michael, con una sonrisa.

―¿Querías que rompiera su corazoncito? ―Mercy subió una ceja.

―¿Sabes que hubiese dicho entonces?

Ambos se miraron cómplices, Mercy masticando otro pedazo de pan. Y entonces dijeron a unísono:

―"Cállate, Luke".

Y se echaron a reír. Bueno, eso era genial. No solo porque le encantaba los momentos en los cuales le sacaba una carcajada a Michael, sino porque había logrado cambiar el incómodo tema.

Ella tampoco era de expresar demasiado lo que sentía.

jodidamente corto, pero ahí está *aplausos*

pd: menos mal que corregí esto antes de publicarlo, porque hubiese sido una masacre de errores xd

xx

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