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"SOY HIJA DE MI MADRE

te amaré hasta que mi respiración se detenga"


Lorde – Writer in the Dark


—¿Qué haces cuando te enamoras?


Sebastián deja de mover el sartén y se gira para mirar a Martín, acomodado en uno de los pisos de su cocina, su cabeza tirada hacia atrás y sus ojos fijos en las manchas del techo blanco. Sebastián hace una mueca, libre de que Martín lo vea y suspira antes de bajarle un poco al fuego.

—¿Qué hacés, tonto? —dice mientras le vuelve a poner atención al pollo en la sartén. La pala de madera lo revuelve todo con la mantequilla, el vapor empañando sus lentes y la voz de Martín carraspeando en su espalda. Sebastián siente la forma en que Martín se acomoda en la silla y está seguro que en ese momento pone sus manos en el mesón de la cocina, porque lo conoce demasiado como para ignorar las señales de duda y confusión en sus cejas cuando mira al techo—Salís con la persona, supongo. No tenés doce años, Martín. No te sentás a pensar en eso mientras lloras en la noche.

—Ya, pero, ¿qué hacés si es complicado? —Martín pregunta de nuevo, escondiendo su cabeza entre sus brazos y levantando una de sus manos hasta tocar su nuca pálida y fría. Sebastián tenía prendida la estufa, pero Luciano estaba frente a ella mientras veía algo en su celular, acaparando el calor con su cuerpo. Martín había pensado en ir y moverlo, golpearlo, cualquier cosa para que dejara un poco de calor para el resto, pero después se puso a pensar, y el frío no le importo mucho cuando recordó que quería ver a Manuel, que su estufa era pequeña y eléctrica pero funcional, al menos para el living del departamento, que es donde estaban siempre, mirándose a los ojos en los sillones que habían adoptado y tomando té mientras hablan de cualquier cosa.

—¿Qué tan complicado puede ser, nene? Le decís y ya está, listo. Te dice que sí, genial. Te dice que no, ya está, seguís con tu vida. No tenés quince Martín, por dios.

—Pero si la tenía más clara cuando tenía quince...—Martín susurra.

Sebastián termina por apagar el fuego y tapar la sartén antes de sentarse frente a Martín en otro de los pisos. Se quita los lentes solamente para limpiarlos con el borde de su polerón celeste y Martín termina por enderezarse, admirando la forma silenciosa y leve en que Sebastián limpiaba los cristales y la forma en que Luciano dormitaba cerca de la estufa. Habían tenido una relación complicada esos dos, se dieron inicio de una forma extraña e inesperada pero no fue sino hasta que iban en segundo año de universidad que empezaron una relación formal, para sorpresa de casi nadie. Martín admira la forma en que todo fue tan anormal para ellos en un principio, la timidez con la que se miraban y cómo no podían realmente hablar de lo que sentían el uno por el otro, pero finalmente terminaron así, con su propio departamento en Providencia, con proyecciones futuras y felicidad. Martín también quería eso ahora, pero no estaba realmente seguro de qué era lo que quería exactamente. ¿Quería nunca haber terminado con Manuel para poder seguir juntos, vivir juntos en Macul y dormir en la misma cama todos los días? ¿Quería volver con Manuel ahora, tener una relación y eventualmente vivir juntos en Macul y dormir juntos todos los días? Tal vez ni siquiera quería realmente estar junto con Manuel, porque a veces las cosas se ponen pesadas cuando Manuel no habla de cómo se siente y él es bueno en eso, en esconderse y ponerse a mirar las ventanas cuando llueve. Es bueno evadiendo, enojándose por todo, sabiéndolo todo, haciendo té, horneando pastelitos y galletas. Es bueno pero también es un hombre difícil, con demasiados sentimientos que Martín ni siquiera está seguro de conocer, y Martín no sabe cómo acercarse, si está listo para acercarse. Estuvieron juntos por seis años, después de todo, y eso no evitó que las cosas terminaran mal, de la misma manera que nada lo evita ahora que ni siquiera tiene una pista de lo que siente Manuel.

Writer in the Dark |ARGCHI|Where stories live. Discover now