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"AUNQUE TODO SALIÓ MAL

voy a llorar de felicidad"

Fother Muckers – Aunque todo salió mal



Martín se acostumbra con facilidad a los pelos que caen rozando el cuello de Manuel, al humo que su boca exhala cuando fuma y a su estufa eléctrica que emite pequeñas, silenciosas, casi invisibles líneas anaranjadas. Su piel se sigue viendo gris bajo el azul del cielo pero su expresión ya no es tan dura ni inocente como cuando recién se conocieron, ahora hay más madurez, más risa, más sarcasmo de su boca de cereza primaveral y la forma en que pronuncia las palabras (muchas palabras nuevas que no sabía cuándo iba en el colegio) ha mutado también para rozar la piel de Martín con la suavidad de los dientes de león. Sabe tanto más que cuando recién se conocieron, y a veces es irónico, pero no hay condescendencia de su boca, no cuando no es en chiste o cuando lo suelta sin notarlo. Martín se acostumbra con tanta facilidad a ese Manuel que casi ya no puede ver a su Manuel escondido en él, y es algo un poco doloroso al principio pero finalmente es sanador saber que su Manuel existe dentro de sus propios huesos y que este Manuel que se sienta frente a él de piernas cruzadas en su sillón blanco es un Manuel que puede conocer sin expectativas.

Martín ya no necesita ir y preguntarle por dudas del libro. A veces lo hace, le pide que le explique versos o pasajes o que le recite a veces, lo que siempre parece provocar que a Manuel se le seque la garganta y el rojo crezca en el borde de sus ojos pero nunca se niega, solo lee en paz y le responde a Martín sus dudas al mismo tiempo que nutre sus explicaciones con un poco de contexto autobiográfico, con historias que cree Martín ya ha olvidado o que simplemente nunca le ha contado, nunca le ha confiado. A Martín le gusta escuchar la verdad de Manuel, porque Manuel no se la cuenta como una verdad absoluta, sino que le responde casi como si alguien le preguntara qué opina sobre una película: algo subjetivo, algo propio, algo que recuerda de maneras que solo él puede recordar con detalles que nadie nunca más ha visto porque así es él. A Martín se le hace más sencillo entonces poder hacer pases con su propia verdad, la que él asumió como su único corazón roto y como su único dolor. Bueno, no lo hice tan bien al parecer – ninguno de nosotros lo hizo tan bien al parecer pero éramos jóvenes y tontos e impulsivos y pensamos que estaríamos juntos hasta los treinta, que en ese entonces parecía el fin de la vida. Manuel sonríe cuando le dice eso y asiente porque éramos tontos y jóvenes pero hicimos lo mejor que pudimos.

Así que si no hay dudas, Manuel y Martín se sientan a conversar de todo en el departamento de Manuel mientras fuman o toma café o escuchan la lluvia caer. Al principio era sobre el libro, sobre ellos, sobre el pasado, sobre conocidos en común, pero hablaron de todos los detalles de vidas ajenas que no reconocen como parte de la propia hace años así que no les queda nada más que hacer que hablar sobre ellos, sobre el presente, sobre proyecciones y hasta cosas que ambos vivieron de manera ajena el uno del otro. Manuel disfruta de las historias de Martín viajando a Argentina para ver a su familia y la forma en que cada año se hacía más fácil hablar con sus primos y abuelos porque ahora se sentía cada vez más cercano al mundo que alguna vez reconoció lejano, oscuro, porque Martín siempre pensó que terminaría siendo alguien especial en la vida – descubriría un planeta nuevo, crearía un metro acuático, escribiría una nueva biblia, que eso lo mantenía lejano del resto de las personas que lo conocían y que en esa travesía se llevaría a Manuel, que él redactaría la biblia y que los planos del metro los haría él, que conquistarían el mundo juntos pensó cuando se enamoró.

A veces es difícil recordar esos días cuando Martín se tuvo que sentar a mirar sus propias zapatillas y darse cuenta que tal vez no era tan especial como se esforzó en pensar. Sí, era más alto y más hermoso y más inteligente que el promedio, pero, ¿qué tanto destacaba con esas características? No le interesaba la astronomía ni la escritura ni la arquitectura, era solo un adolescente más estudiando ingeniería entre todos los jóvenes que estudiaban ingeniería con los que se codeaba. Manuel era quien lo hacía sentir especial y más importante (porque si fue escogido por alguien como él entonces algo divino traían sus genes), pero cuando su relación se empezó a derrumbar entonces Martín solo tuvo que aceptar lo que ya desde algún tiempo lo venía molestando: tal vez no era el mesías divino que su generación esperaba.

Writer in the Dark |ARGCHI|Where stories live. Discover now