—Eh... Bueno...

—Oh, ¿de verdad? —asiento mordiendo mi labio inferior. ¿Cómo es posible que todo el mundo muestre más entusiasmo que yo?—. ¿Qué tal si dejamos alguno que otro chico para las demás? —pregunta con diversión y mi nana suelta una carcajada detrás.

—Opino lo mismo —secunda la señora y ahora sí, es más de lo que quiero soportar.

—No puedo creerlo, no puedo creerlo —me quejo en broma. Recojo mi mochila y me retiro para quitarme algo de ropa y asearme para bajar a comer. 

Minutos más tarde, todos pasamos al comedor y nos ponemos al tanto sobre cómo ha ido el día de cada uno mientras comemos. Al terminar, mi padre vuelve al trabajo y yo me marcho a mi habitación a prepararme para mi salida.

No me esfuerzo mucho, y después de bañarme, me coloco unos jeans claros a la cintura con roturas, una camiseta vinotinto con el símbolo de las reliquias de la muerte plasmada en el borde superior izquierdo y vans negros. Este tipo de zapatos son como el amor de mi vida.

Aplico perfume y como siempre, paso del maquillaje. Exepto por ese labial que le prometí a Juliana que usaría. No puedo mentirle, así que abstengo de intentar hacerlo para que finalmente me descubra.

—Ese chico no te gusta nada, ¿verdad? —pregunta mi decepcionada madre cuando bajo a la sala, lista para salir.

—Solo vamos a hablar y no sé a dónde iremos. Lo mejor será que vaya cómoda —sentencio, mientras me tumbo a su lado en el sofá.

—Bueno, sí. De todos modos estás guapa, siempre estás guapa.

—Eso lo dices porque eres mi mamá —se encoge de hombros.

—Tal vez.

—¿Tal vez? ¡Mamá! Se supone que en este momento debías decirme: "No, hija, lo digo porque es la verdad" —me quejo en un intento de imitar su voz, ella suelta una risotada.

—Bueno, bue... —intenta justificarse, pero el sonido del timbre acalla sus palabras y se levanta casi corriendo hacia la cocina, para fijarse en la pantalla que muestra la cámara de seguridad, yo sigo sus pasos—. ¿Es ese guapo? —pregunta con la mirada fija en el monitor, yo ruedo los ojos. 

—Sí, madre, es él —respondo para que finalmente abra la reja.

Me retiro unos minutos al baño para verme una vez más en el espejo antes de irme, mientras intento llenarme de valor y le doy tiempo a Liam de llegar a la puerta principal, cosa que no le toma mucho tiempo.

No puedo negarlo, a pesar de todo lo que ha pasado entre nosotros, esto me da nervios.

—Hola, piojo —saluda con una sonrisa cuando aparezco frente a la puerta, frenando su intención de tocar. Frunzo el entrecejo ante su vestimenta.

—¿Por qué vas vestido como yo? —pregunto achicando los ojos, él ríe. Lo único que cambia en su atuendo, es que su franela no lleva ningún estampado.

—No sabía nada, lo juro —alza las manos en señal de inocencia, sonriendo—. Pero me veo bien, ¿no crees? —bufo, pero sin que pueda evitarlo, me río.

—Claro, claro —le sigo el juego.

—Hola, guapo —saluda mamá, cuando aparece detrás de mí, yo pongo los ojos en blanco nuevamente. No era necesario que dijera eso delante de él. Liam sonríe, ¡con timidez! Y se acerca un poco más a la entrada.

—Buenas tardes, señora Russo —saluda amablemente, tendiéndole la mano a mi mamá, yo formo una mueca. Tanta decencia y formalidad es impresionante. 

Canela ©Where stories live. Discover now