XVII: Tienes cara de culo, Lis

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Joliven

Después de haberse quedado dormido junto a Merilas, al pelinegro le dieron ganas de girarse y abrazar al chico que tenía a su espalda. Merilas le abrazaba desde atrás, con sus bracitos rodeándole, descansando sus manos en el pecho del mayor, quien las miró con una pequeña sonrisa. A su vez le sorprendió y asustó aquello a partes iguales. Normalmente Joliven no era así. Cuando llegaba hasta aquel punto con alguien, se acabó, no volvía a la misma persona, a excepción de algún caso puntual, y por supuesto no se quedaban acurrucados juntos. En cambio con Merilas... Sentía algo diferente. No quería desecharlo sin más. Mentiría si dijera que esos pensamientos, esos sentimientos, no le estaban aterrando.

El menor se movió tras él, suspirando cómodamente. Joliven cogió una de sus manos y dejó un corto beso en el dorso. Merilas sonrió a su espalda sintiendo los cálidos labios del otro en su mano.

—¿Estás despierto? —preguntó en un murmuro Joliven. 

—No. —respondió el otro desde atrás, la voz sonando opacada por su espalda. El pelinegro sonrió y se dio la vuelta, quedando frente a frente con unos adormilados ojos verdes. Merilas se rio y cerró los ojos. Joliven se aproximó más a él y le dio un beso en la cabeza. 

¿Desde cuando daba besos en la cabeza después de tener sexo? ¿Desde cuando abrazaba a alguien después de eso? ¿Por qué no podía dejar de darle besitos? Por dios, se asqueaba a sí mismo, se estaba volviendo un cursi. Si seguía así pronto acabaría hablando como Eife habla de Lissan.

—Me quedaría así todo lo que queda de día, bonito, pero tengo que hacer algo. —dijo en voz baja Joliven. Merilas frunció el ceño aún sin abrir sus ojos.

—¿Algo? —preguntó el chico formando un puchero involuntario. 

—Sí. Pronto estará lista la cena. Así que debería ir a mi habitación, darme una ducha y esas cosas... —explicó. Merilas suspiró y abrió los ojos, encontrándose con los de Joliven, oscuros y profundos, los mismos que en un principio le habían provocado desconfianza y frialdad, y en cambio, ahora los sentía acogedores. 

—Está bien... —dijo girándose hacia el techo, él tendría que hacer lo mismo. 

Joliven se sentó en la cama antes de levantarse del todo y miró a Merilas desde ahí. El joven miró al pelinegro con una ceja alzada y luego sonrió. El mayor se agachó y le dio un beso en los labios, no podía resistirse.

—Vale. Nos vemos en la cena. —dijo Joliven mientras se acababa de vestir. Merilas asintió sonriente: el mayor iba a ir a cenar.

—Claro que sí. 

—No me eches mucho de menos. —bromeó el alto guiñando un ojo. Merilas se rio y rodó los ojos.

—Creo que podré aguantar. —respondió Merilas con burla. 

Eife

Mientras bajaba hacia el comedor para cenar, se preguntaba dónde estaría Merilas. Se supone que estaba en el castillo para estar con ella, porque iban a casarse, sin embargo no le había visto el pelo. Sospechoso que tampoco hubiera visto a Joliven. No quería hacerse ideas equivocadas, pero todo apuntaba a que habían congeniado bastante bien, estaba segura. 

No se quejaba, no es que Merilas no le guste, era simpático, y quizás echaba un poco de menos a su vasallo, pero haber estado con Lissan y haber pasado con él esos momentos, le habían hecho olvidar que tenía un cometido como princesa. 

Casualmente por el camino se encontró al pelirrojo. Lucía algo cansado, pero tenía al mismo tiempo una pequeña sonrisa. Se acercó a él.

—Hey. —saludó la princesa. El chico se asustó un poco por la repentina aparición. 

Love around the crownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora