XXIV: Calla y traéme comida

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Eife

El camino de vuelta al castillo fue cómodo y relajado, más que el de ida sin duda. La joven estaba feliz de ver a Joliven y Merilas sonreírse mutuamente y no enfadados al fin, hacía tiempo que no los veía felices de nuevo y eso la reconfortaba, le gustaba saber que todos sus amigos estaban bien.

Al llegar, Eife fue directa a ver a su madre para comentarle que Merilas estaría con ellas durante unos días. La mujer no preguntó mucho más y no puso objeciones a ello, al parecer ambos jóvenes se habían hecho amigos y además el pelirrojo no estaría tan solo, así que no había nada que decir.

Luego se despidió de la parejita, diciéndoles que se porten bien y no hagan tonterías, y fue directa a su habitación. Aunque estuviera mejor y casi recuperada de aquella ardua batalla, seguía teniendo heridas que no estaban curadas del todo, y había estado prácticamente todo el día dando vueltas, así que se sentía cansada.

Joliven

Cuando Eife se fue, se cruzaron con la castaña, que levantó las cejas con sorpresa al verles juntos, pero luego sonrió alegre. 

—¿Qué me he perdido, chicos? —preguntó paseando su mirada de uno a otro, sin borrar la sonrisa de su rostro. Parecía que todo el mundo estaba feliz de que volvieran a estar juntos.

—Oh nada especial, este estúpido ha dejado de ser idiota y ha admitido que me ama y no puede vivir sin mi. Así que he hecho el sacrificio de pasar unos días con él. —dijo desinteresadamente Joliven. Merilas frunció el ceño pareciendo ofendido.

—¡Eso no es lo que pasó! —se quejó golpeando su brazo. Ambos vasallos se rieron por la reacción del joven rey.

—Ya estamos bien. —dijo ahora Joliven con una pequeña pero sincera sonrisa, omitiendo detalles innecesarios, Kafette asintió aún sin dejar de sonreír.

—Me alegra oír eso, y ver que realmente es así. —dijo aplaudiendo sin sonido, celebrando para sí misma. —No os robo más tiempo, tenéis que recuperar el perdido. —dijo despidiéndolos.

—Por supuesto que lo vamos a recuperar... —dijo Joliven en un murmuro dejando entrever una sonrisa pícara, sonrojando en el camino a Merilas.

Ambos chicos, una vez se despidieron de Kafette, decidieron ir a uno de esos lugares ''secretos'' que habían denominado como suyos a los que les gustaba ir para estar solos y abrazados sin que nadie les moleste, además al estar oscureciendo, serían más discretos.

Llegaron a una especie de terraza que había en una de las zonas más altas del castillo y simplemente se recostaron y acomodaron ahí. Merilas apoyando su espalda en la pared con la vista clavada en el hermoso paisaje y Joliven con su cabeza en las piernas del menor, recibiendo dulces caricias en su pelo negro mientras el menor trataba de hacerle trencitas en él. Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la sensación que tanto había echado de menos, sin querer olvidarla jamás. 

—¿Cómo es ser rey, principito? —preguntó el mayor con una sonrisilla abriendo los ojos para mirarle. 

—Aburrido... Aunque en realidad también es aburrido ser príncipe. —respondió riendo. —Mi padre pasaba casi todo el día encerrado diciendo que tenía cosas que hacer, pero yo he tenido mucho tiempo libre. —explicó con una mueca. 

—Ya no tendrás tiempo libre. —se burló Joliven tocando con su índice la naricita del pelirrojo, provocando que este la arrugue en el acto. 

—¿Por qué no? —preguntó tocando también la nariz del contrario, haciéndole sonreír. 

—Ahora te tienes que ocupar de mí. —respondió con un forzado puchero, haciendo reír al más bajo. 

—Y estaré encantado de hacerlo. —dijo agachándose para dejar un besito en la frente de Joliven. Ambos sonrieron pensando en lo enamorados que estaban, sin miedo a expresarse ahora que ambos ya lo sabían. Merilas se reprendió mentalmente por haber sido un idiota y haber perdido tiempo.

Love around the crownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora