X: ¿Alguna vez lo has hecho?

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Eife

La joven ya casi podía caminar, pero aún necesitaba algo de ayuda, más que nada para no forzar el tobillo y que se hiciera daño de nuevo o no sanara bien. Así que Lissan seguía acompañándole y ayudándole cuando era necesario, pero ya no estaba con ella todo el día, aunque prácticamente lo estaba porque ambos querían.

Eife fue a buscar a Merilas, acompañada de Lissan, para que el chico les toque el laúd como dijo que haría el día anterior. 

Merilas se encontraba en su habitación, tumbado en su cama, relajado. Se sentía tranquilo por primera vez en mucho tiempo. También decir que lo sucedido la noche anterior con Joliven le ayudó en cierto modo. No sabía que alguien como él, tan despreocupado y con aires de superioridad, además de estúpido e idiota, pudiera ser tan confortable y alguien en quien confiar. Pudo hablar de algunas cosas después de aquel abrazo que no sabe cuanto duró, pero lo suficiente como para sentirse protegido y seguro. Y era lo que faltaba porque ahora sí que no podía sacar al pelinegro de su cabeza. No sabía si debería intentar ignorarle, evitarle, o dejarse llevar. No quería dejarse llevar, eso estaba mal, en muchos sentidos además, pero cuando Joliven y él cruzaban miradas... Merilas no podía pensar con claridad.

—Merilas. —dijo Eife a través de la puerta mientras llamaba. El chico al otro lado se fue levantando de su cama. 

—Puedes pasar. —dijo del otro lado. Lissan abrió la puerta y Eife le sonrió apoyada en el marco.

—¿Te apetece tocar el laúd ahora? —preguntó alegre. —Estoy deseando escucharte. —al joven le brillaron los ojos con alegría. Hacía tanto tiempo que nadie le pedía aquello.

—C-claro. Será un placer. —respondió él sin ocultar su emoción. Agarró su instrumento y salió por la puerta. —¿Dónde vamos? 

—Vamos al salón. —respondió Eife. —Espero que no tengas miedo escénico, seguro que los criados y criadas que pasen por ahí se quedarán a verte, no se oye mucha música por aquí. —explicó. 

—No mucho, estaré bien. —respondió riendo. 

—Oye Lis, avisa a Kafette y Joliven. Merilas me acompañará al salón. —le pidió la joven a su mayordomo con una sonrisa. Este asintió y se fue. 

—No es necesario tanto público. —dijo Merilas al escuchar que mencionaba a Joliven, ahora sí que estaba nervioso. 

—¡Claro que sí!

Merilas

No sabía muy bien si empezar a tocar tal cual o decir algo, nunca le pedían que tocara. 

Eife estaba sentada en una silla, al lado suyo estaba Lissan, parecían una pareja, ambos le miraban sonrientes. Kafette estaba sentada en el suelo al lado de Eife, aunque había sillas de sobra para ella, prefería sentarse ahí. Y pese a que Joliven aún no estaba en el salón decidió tocar algo ya, quizás el chico tendría algo mejor que hacer que verle tocar, aunque le apenó no verle ahí. 

Empezó suave, apenas audible. Miraba hacia el laúd, por si se ponía nervioso al ver a su reducido público. 

Poco después se sintió más confiado y mientras tocaba con gracia y alegría se fijó en que, como había dicho Eife, algunos criados que pasaban por ahí se pararon a verle, sonrientes y complacidos por la música, su música. Hacía mucho tiempo que no se sentía bien y libre tocando. 

Joliven

En el fondo, casi escondido, se encontraba Joliven, con una manzana roja en mano. Sonreía automáticamente al ver al chico tan alegre y libre, sobre todo después de haberle visto tan devastado la noche anterior. Ahora sabía que tocaba el laúd a escondidas, así que verle tan contento haciendo algo que amaba, de algún modo le llenaba.

Love around the crownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora