9. Deseos

220 96 9
                                    

 (***)

          Acostumbrarme a los lugares siempre ha sido muy fácil para mí. Cuando vivíamos en Chicago cambiamos varias veces de casa y ya me veían andando como si hubiese vivido en el lugar toda la vida. Pero aquí, en Nueva Orleans ha sido muy diferente. No estoy en la misma ciudad, ni en el mismo estado, no vivo cerca de Carla, ni de Sav, ni de Mari, mucho menos de Aidan y... Patrick. Ellos solían ser con quienes pasaba todos los días, y me sentía realmente aceptada por ellos.

Con los chicos de aquí, pues, han estado algo... raros. No lo sé. De repente me hablan y otras veces me ignoran. Dylan me mira demasiado y Ethan se cree que es mi guardaespaldas o algo parecido. Alex y Nathan, muy sociables como siempre con los demás, conmigo un poquito menos y Albert... es Albert. A duras penas me mira.

Y no le rogamos a nadie.

El punto es que, no me siento adaptada aún. Sé que tal vez sea pronto, que mi círculo social sea escaso, pero antes simplemente no era así, todo se sentía natural y espontáneo, ahora las cosas son algo forzadas y muy planeadas. No tengo idea de por qué.

Me tiro de espaldas a mi cama y cierro los ojos. Siento como mi cabeza repasa todos esos pensamientos y trata de desecharlos, pero esta vez, mi conciencia solo los archiva, para revisarlos luego. La verdad es que la vida está llena de cambios. Cambios que no puedes evitar, que a veces te convienen y otras veces no. Lo importante es saber adaptarse, aunque te cueste hacerlo porque mientras no puedas hacer nada, las cosas quedarán igual.

Escucho los claros pasos de mamá, quien cuando se detiene toca la puerta, aunque esté abierta. Supongo que cree que no la veo.

—Scarlette —me llama.

—Rose —respondo.

Ella sabe perfectamente cómo odio ese nombre. Y lo usa cuando va a regañarme y no quiere decir mi nombre completo, o cuando quiere molestarme, o cuando me va a pedir algo. Cosa que no le conviene, a decir verdad.

Se sienta en el borde de la cama y de inmediato siento como el colchón se hunde dónde están mis pies. En lugar de sentarme y prestar atención a lo que sea que viene a decirme, tomo una almohada y cubro mi cara para soltar un corto grito de frustración. No debo ni hablar para que ella se dé cuenta de que algo no va bien. Me conoce demasiado para mi propio bien.

—A ver, cuéntame que es lo que atormenta tus días —pide en un tono poético. Esta vez sí me siento en el colchón, lo hago con las piernas cruzadas.

Momento de terapia psicológica con Hilary Rose Halls.

—Extraño Chicago —confieso, suelto un suspiro largo antes de continuar —mucho. Es decir, me gusta estar aquí, pero a veces siento que estoy a punto de perder a mis amigos de allá. Especialmente a... Patrick.

Mamá pone una sonrisa triste. No dice nada y sé por qué; ahora mismo no tenemos solución para lo de Patrick, ni para lo de Chicago, pues no nos podemos permitir ir de aquí a allá y viceversa. Lo único que hace es abrazarme. Me acurruco en sus brazos como una niña pequeña y coso mi boca con un hilo invisible a la vez que una lágrima sale de mi ojo derecho por contenerme a no decir gran parte de mi tormento.

Extraño a papá.

Como desearía poder subir al techo y gritarlo a los cuatro vientos. Decirlo a todo volumen para que me pueda escuchar. Que sepa cuanto extraño su presencia, sus abrazos y todo el cariño que me daba. Sus consejos sobre como soportar cada etapa y las conversaciones que teníamos diario.

Como desearía poder escuchar de sus labios un "hola, cielito" o un "te quiero más que nada". Poder abrazarlo como estoy haciendo con mamá sin tener que llorar por su pérdida.

La Nueva Vida De Hayden ✔️Where stories live. Discover now