Cap. 39 (Cap. 20 Temp. 2) «It's not the end.»

1.6K 73 6
                                    

The Ice Is Broken
Cap. 20 (último cap.)
*Narra _______*
Cuando llegó la hora de levantarse, yo estaba en un profundo sueño, y no abrí los ojos hasta que me llené de dormir.
El sueño era algo lindo, aparecieron muchos bosques y animales. Realmente no puedo recordar hace cuánto no sueño así.
Cuando me levanté, fui al baño y me miré en el espejo. El marco era de madera tallada y el cristal estaba sucio, lo que hacía que mi cara se llenara de puntitos de un gris blanquezco.
Me aprecié toda: estoy sucia, muy sucia, entre mis uñas hay mugre y mi mano está roja por la sangre de Damon.
Giro y me encuentro con una bañera donde quepo muy apretada, una regadera estilo antiguo y unas toallas que combinan con las cortinas.
Me meto y abro la llave. El agua empieza a salir muy helada, pero no hay problema, los vampiros no sentimos eso. No sentimos nada.
Me quito el sujetador -que quedó mojado-, me saco los pantalones y los tacones y luego las bragas.
Cuando termino de bañarme, salgo de la ducha y estiro las manos para alcanzar la toalla. La tomo, la desdoblo y me enrollo en ella.
Salgo del baño y me voy hacia la habitación, dejando un rastro de agua en el piso de madera.
Me hago un nudo con la toalla para no tener que detenerla con las manos.
Abro la puerta de mi cuarto y salgo hacia el pasillo. Camino por un sendero de madera, que me guía hacia un edificio gastado, con un cartel descolorido, que dice "Leonard's Market" en letras que al parecer antes fueron azules y naranjas, con el fondo amarillo.
Entro por una puerta de madera con un letrero de papel, que dice la misma leyenda que el de afuera. En el lugar hay un pasillo de despensa y esas cosas, a mi izquierda hay uno con ropa que pasó de moda hace siglos.
En el fondo de la tienda, al pasar el pasillo que da hasta la pared de enfrente, hay un escritorio con un chico detrás, el cual está en el teléfono, por lo que no me presta atención.
Tiene un cabello color naranja, distribuido en chinos, como un afro.
Su cara es un asco, una nariz demasiado grande, como una naranja, y los labios hinchados. Los ojos son cafés y su cara está repleta de acné. Pobre chico, verdaderamente es un asco.
Camino hacia el pasillo de ropa, y empiezo a seleccionar la más linda que encuentro. La ropa está sujetada con ganchos metálicos, los que hacen ruido cada vez que muevo una prenda de lugar o saco una para verla.
Esto hace que el chico se distraiga y levante la vista. Por un segundo, veo en su cara algo de furia, como si me quisiera pedir que hiciera menos ruido. Después, su cara cambia, entre sorpresa y placer. Me sonríe y le devuelvo el gesto.
-Disculpa... -le digo.
Él se para rápidamente de la silla, dejando el teléfono en la mesa que tiene enfrente, y camina hacia mí.
-¿Qué se te ofrece? -me dice. Escucho en su voz algo de excitación.
-Em... no tengo ropa... limpia. ¿Tienen servicio de lavandería o tengo que comprar más?
Me vuelve a sonreír de forma coqueta, haciendo esto cada vez más divertido.
-No tenemos. Lo siento. Tendrás que comprar más -responde, y le hago un puchero. Su cara de inmediato cambia-. Te lo dejaré al 50% de descuento, ya verás como me pagas -se muerde el labio. No hay nada más lindo que un idiota coqueteando.
Le sonrío y le miro igual de coqueta.
-¿Es toda la ropa que hay? -pregunto.
-Sí. Pero la línea de ropa interior está en la bodega. Puedes... ir conmigo a verla.
Le dedico una mirada de picardía.
-Vamos.
Me guía por una puerta que no había notado, detrás del escritorio, cubierta por una chamarra negra.
Retira su saco y gira el picaporte, dejando ver una habitación polvorosa y oscura.
Entro después de él y cierro la puerta detrás de mí.
-¿Quieres verlos ya o discutir cómo me lo pagarás? -me pregunta.
Encuentro su cara con mis manos y las bajo hasta el pecho.
-Creo que los veremos... juntos -le empiezo a desabrochar el suéter, y él toma la toalla de una esquina. Cuándo la va a quitar, le aparto las manos-. Espera -le digo.
-¿Sí? -me responde, excitado.
-Primero enséñame la ropa femenina.
Le acaricio de nuevo la cara y con la otra mano guío sus brazos hacia mi cintura.
Él las sube hacia mi pecho, se hace a un lado para dejarme pasar y se va detrás de mí, con sus manos a centímetros de donde debería abrocharse el sujetador.
Me empuja levemente hacia un pasillo demasiado ajustado, entre dos estantes.
Se escucha un "tic" y una luz se prende, dejando ver una caja llena de ropa interior femenina.
Se recarga en un estante, y me hace una seña para que elija las prendas que desee.
Escojo un lindo sostén de mi talla, y una bragas color negras, que hacen juego con el sujetador.
-Listo -le digo.
El empleado se incorpora y me hace un gesto para que pase antes que él.
-¿Te lo vas a probar? -me pregunta.
-Claro. Sólo apaga el foco.
Me hace caso y la luz se va.
Siento unas manos en mi cintura, que se deslizan hasta mi trasero. Ahí es cuando hablo.
-¿Qué mierda crees que haces?
-Me estás pagando, ¿no lo recuerdas? -me dice. Un segundo después siento su respiración en mi oído. Luego los besos en el cuello...
-No, tú dijiste que sólo tenía que pagarte el cincuenta.
Las caricias pagan y sé que está desconcertado. Lo ignoro y camino hacia la salida. Cuando voy a cerrar la puerta, el empleado habla.
-No te puedes ir sin pagar.
Me encojo de hombros y le respondo:
-Ya te pagué. No seas imbécil, no tendré sexo con un idiota como tú. Vine a tu tienda en toalla, eso ya es más del doble del precio.
Me salgo de la bodega, tomo la ropa que había seleccionado y me salgo de la humilde tienda.
En el trayecto logro ver un teléfono público, y rebusco entre la ropa de Caroline alguna moneda. En el bolsillo izquierdo del pantalón hay un par de monedas. Las inserto en la rendija y marco el número de Daniela. Me responde al segundo timbrazo.
-¿Hola?
-¿Dani? -le digo. En mi voz actúo preocupación y dolor, quiero que crea que estoy perdida en medio del bosque- Dani, estoy verdaderamente desorientada. No sé donde estoy. Le quité el teléfono a un extraño que iba pasando. Necesito toda la ayuda posible, me están rodeando.
-¿Dónde estás? ¿Puedes decirme?
Le expliqué todas las indicaciones para llegar al sitio donde dejé a Caroline.
-Rápido... -me escucho cada vez más preocupada. Me agacho y junto una piedra. La arrojo para que haga ruido, y corto la llamada, dejando a Daniela intrigada.
Llego a mi habitación, me cambio y me voy hacia el vestíbulo. Cuando llego al escritorio, le entrego la llave al empleado que me recibió y me voy a la calle.
Pido uno de los taxis y le digo que me guíe hacia mi casa, la cual debería de estar vacía.
Efectivamente, no hay autos ni escucho ruidos.
Me bajo, hipnotizo al taxista para no pagarle y cruzo el largo jardín. Al llegar a la puerta, levanto la cabeza, encontrando la casa de los colibrí en la que estaba la llave de emergencia. Entro como si nada y me aseguro de que está vacía. Escucho un par de ruidos y me escondo detrás de la puerta.
Se escuchan sollozos y un vestido negro aparece en mi vista.
-¡Maldito Damon! -el Alice, quien grita como lunática- ¡Thomas! ¡Mató a Thomas! -no sé a quien le hable, pero no veo a nadie. Una voz masculina se escucha por un lado de mí, y me sobresalto.
-Duele, ¿no? -pregunta. Impresionada, me giro para encontrarme con algo que me pone los pelos de punta. Thomas está con la misma ropa que cuando murió, con los mismos zapatos y la camiseta rota, que deja ver su piel. Sin embargo, no hay hoyo. Está su pálida y hermosa piel blanquezca, sin marcas de lo que le hizo Damon.
Me giro hacia él.
-Tranquila. No estás viendo nada malo. Sólo... me vine a despedir. Alguien del otro lado me ayudó a regresar, pero solo por un día -abro la boca para preguntarle algo, pero, se pone un dedo en los labios-. Shh, Alice está gritando. Te escuchará.
Había olvidado los desgarradores gritos de Alice. Lo que no sé es qué hace Thomas aquí.
Asiento y trato de abrazar a Thomas, pero mis manos no tocan... nada.
-Sólo tú me puedes ver... y escuchar, pero no me puedes tocar. Estoy solo, _______, vagando por el otro lado. ¿Sabes lo odioso que es eso? -sé que es una pregunta retórica, pero aún así asiento-. No puedo descansar por una razón -Frunzo el ceño. Una razón, ¿qué razón?-. Alice.
Miro al suelo y luego a través de la separación entre los engranajes de la puerta y la pared. Alice está devastada, tirada en la alfombra mirando hacia el techo. Está gritando, lo más que comprendo es un doloroso "perdón".
Bueno, a lo que vine. Con velocidad vampiríca, subo las escaleras hacia mi habitación. Entro en ella sin más y Thomas-el-fantasma entra después de mí.
Con un ademán lo invito a que se siente en mi cama mientras le doy la espalda hacia la cómoda y empiezo a sacar el cajón superior. Lo dejo por un lado de Thomas mientras saco ropa de ahí y la acomodo en pila junto a una almohada. Thomas me empieza a ayudar hasta que se topa con unas bragas. Las levanta en el aire y hace una cara burlona mientras con sus labios parados empieza a decir "Uhuu...".
Pongo los ojos en blanco y se las arrebato de un tirón, pero le doy en la mano. Por un momento creo que mi mano traspasará a la suya, pero estas chocan entre sí.
-¿Pero qué...? -empiezo.
-Wendy lo logró -contesta él-. Este hechizo sólo durará hasta las doce de la noche, _______. Yo tengo algunas cosas que hacer.
-Ve, no hay problema. Fue un gusto volverte a ver, Tommy.
Él asiente y levanta una mano con la que me revuelve el cabello mientras que yo la aparto, haciéndome la molesta, y me lo vuelvo a acomodar.
Thomas sale de mi habitación y lo escucho por las escaleras. Después escucho el grito de alegría de Alice, y empiezo a sonreír.
Busco mi maleta y meto toda la pila de ropa, la cierro y me cambio.
Cuando estoy lista, miro por última vez las paredes de mi cuarto. El rayado azul y blanco es tan hermoso que casi me arrepiento de mis decisiones. Pero la realidad es tan fuerte que no me permite echarme para atrás. Aprieto los labios, tomo mi maleta y me levanto de la cama con paso seguro, aunque siento lo contrario. Salgo de la habitación con paso rápido, no quiero arrepentirme. Cuando estoy por bajar las escaleras, una voz me retiene.
-¿Te vas? -Dylan arquea las cejas. Yo maldigo en mi mente e intento ignorarlo-. ________, responde. ¿Te vas?
Suspiro y me doy media vuelta.
-No, Dylan, solo decidí sacar a pasear mis maletas, ya sabes, nunca salen -le arrojé con sarcasmo.
-________, por favor, quédate en Mystic Falls -suplica.
Pongo los ojos en blanco.
-Dylan, te amo. Mucho, pero es una decisión... de las pocas que no me he arrepentido al segundo después de que la tomo. Y estar aquí dándote este discurso no ayuda.
Dylan cierra los ojos y se queda pensando. Dejo mis maletas en el suelo, camino hacia él y apoyo mis labios en su mejilla.
-Te juro por la eternidad de mi vida que te extrañaré -le digo-. Eres mi mejor amigo, y siempre lo serás. Que te quepa en la cabeza, idiota -le digo lo último de broma.
Él me toma de la cintura y me levanta en el aire.
-También te extrañaré, enana.
Me baja, nos abrazamos y regreso por mi maleta.
Le hago un ademán diciendo "adiós", mientras siento que un nudo de serpientes crece en mi garganta. Bajo las escaleras y en el pie de estas saco mi teléfono. Le envío un mensaje a Dylan y segundos después escucho su risita tonta.
El mensaje decía «No chille, idiota.»
Después me contesta; «¿Cómo no, enana?»
De nuevo le envío otro texto.
«Qué dramático. Este no es un adiós, si no un nuevo comienzo. Claro que eso no significa que no te envíe mensajes...»
«Cállate, si duele.»
«Dímelo a mí» respondo «, básicamente te vi crecer, morir, reír, revivir y no creas que no es irritante.»
«Adiós, ______.»
Suspiro y lo dejo ir. Empiezo a caminar hacia Alice y Thomas, quien no para de hablar.
-Huy. Se va por un día y ya le cuentas todos los chismes que te sabes -les digo-. Te vine a decir -me aclaro la garganta-, perdón y gracias.
Pone los ojos en blanco y sonríe con sarcasmo.
-Y a ti, Tommy, supongo que es el final. Hablaré contigo desde este lado y te aseguro que nunca estarás solo -casi lloro, pero reprimo la lágrima que casi cae a la luz.
Thomas se acerca, me da un abrazo y pongo mis brazos en su cuello-. Sólo te quedan cuatro.
Gruñe y me da un golpecito en el hombro izquierdo. Nos separamos y ahora sí camino hacia la puerta.
Mientras cruzo el jardín, empiezo a recibir un tintineo proviniente de mi bolso. Saco mi celular y, aunque tenga clave, logro ver los mensajes. Daniela.
«Donde estas?»
«Te secuestraron»
«Por qué te estoy hablando a tu teléfono si se supone que lo perdiste?»
Lo desbloqueo, poniendo los dígitos en su lugar (0812), y tecleo lo que probablemente me mataría.
«Dani, estoy sana y salva. Veme en el aeropuerto de Virginia si quieres respuestas. Te amo, amargada. P.D: Trae a Damon y a los demás idiotas aquí. De seguro Caroline está molesta.»
Me contesta pero bloqueo mi celular, ignorando su mensaje.
Me voy a pie a la ciudad y pido un taxi, le doy indicaciones de que me lleve hacia el aeropuerto y al llegar le doy toda mi cartera, donde tenía como 1000 dólares.
El taxista me mira extraño, y con la hipnosis lo obligo a aceptarla. Me bajo y encamino hacia el aeropuerto.
Hipnotizo a la empleada, quien me da mi boleto gratis y arregla lo de mi equipaje.
Mi avión sale en tres horas, así que decido comprarme un libro. Al rato, veo una figura entre la multitud, quien viene corriendo hacia mi dirección.
Daniela.
Llega hacia mí velozmente y me empieza a gritar. Damon, Caroline, los demás -hasta Elena- llegan enseguida.
Les explico todo, me disculpo y me despido.

A las dos horas, hubo muchas lágrimas, abrazos y enojo. En especial de Damon.
Le tuve que decir que volveré, algún día, dentro de algunos años, y que esté listo para entonces. Que aún lo quiero, pero que prefiero no estar con él. Al final se van, dejándome sola.

El avión aterriza en un lugar en Inglaterra. Me levanto de mi asiento y doy el primer paso hacia mi nueva vida.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

Colder than the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora