43. Naranja entera

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Podría parecer exagerado, pero es la persona más dependiente que conozco. Creo que incluso Giovanna es capaz de hacer más cosas por sí misma que ella.

Es tanto su nivel de dependencia, que no es capaz de levantarse de su asiento en el salón para sacar punta a sus lápices o botar la basura que resta al hacerlo, en su lugar, usa el que trae una pequeña caja de depósito integrada. Recuerdo cuando se le estropeó el suyo hace meses, fueron las dos horas más largas de mi vida soportando sus quejas. No fue hasta que un compañero le regaló otro que ella dejó de molestar, y eso porque él tampoco soportaba sus berrinches.

—¿Me estás humillando? Porque eso suena como a que intentas hacerlo —finge decepción, llevando su mano al pecho—. Eres la peor amiga del mundo.

—Me alegra que entonces no me vas a extrañar —me encojo de hombros, ella niega con la cabeza antes de lanzarse a mis brazos.

—Voy a extrañarte demasiado, no me puedo engañar —añade drama a su voz y vuelvo a reír.

—Bueno, bueno, ya basta. Yo también me quiero despedir —se queja Rugge apartando a Beatrice, quien se cruza de brazos infantilmente, mascullando maldiciones en italiano—. ¿Por qué te vas y me dejas? Ya no me amas, ¿verdad? —lloriquea, yo ruedo los ojos.

—Deja el drama y prométeme que irás a visitarme. La próxima vez que nos veamos, va a depender de ti —advierto separándome, él asiente reiteradas veces.

—Me verás más pronto de lo que crees.

—También a mí —habla esta vez Mateo. Le devuelvo una sonrisa forzada y me separo por completo de Ruggero para despedirme de él también, en un intento de mantener mi farsa sin llegar a tocarlo—. Lo lamento, Arya —susurra, yo asiento como única respuesta que pensaba darle, hasta que él vuelve a hablar—. Phillip también quería despedirse, pero al final no pudo venir.

—Dile que le mando besos y que lo llamaré cuando cambie mi número de celular —asiente acongojado, comprendiendo que no tengo intenciones de hacer lo mismo con él.

Me despido de mi familia y después de una que otra lágrima derramada, salimos de casa hacia el aeropuerto. Mi tío Bartolomeo es quien nos lleva junto a mi abuela, mientras mi tía se queda en casa a cuidar de sus hijos, a esos que también voy a extrañar a pesar de haber sido víctima de sus escenas en tantas ocasiones.

Ahora será extraño volver a adaptarme a que solo seamos tres en casa, a vivir la paz que solo conseguía junto a mis padres. Porque sí, la familia es increíble, pero eso de vivir la adrenalina a diario y correr para que no me roben los dulces de la nevera o que Giovanna se lleve mis libretas del instituto, es exasperante.

Este viaje solo me hace volver a casa con una decepción amorosa y con cero ganas de tener hijos.

Este viaje solo me hace volver a casa con una decepción amorosa y con cero ganas de tener hijos

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—¡Al fin! —exclamo con ilusión al cruzar la puerta de casa, mis padres ríen.

Llegamos a la cuidad hace poco más de una hora y durante el recorrido en taxi en el que me mantuve como una niña emocionada por ir al parque, viendo las calles a través de la ventana, no he hecho más que desear llegar a casa.

Canela ©Where stories live. Discover now