Extra: Chrisand

Depuis le début
                                    

Él jamás se defiende, pero es porque no se esfuerza por hacerlo.

—¿Lo ves? No quiero que una relación así me lleve a la tumba —le digo a Max, horrorizado por ver que Eduardo ni siquiera intenta detener la sarta de insultos que le ofrece la chica; él los recibe habituado.

—El amor no es así, Chris, te lo aseguro. Eso no es amor —asegura Liam y sonríe débilmente cuando lo miro, gesto que le devuelvo incluso confundido.

¿Desde cuándo él sabe de estas cosas? Creí que tampoco le interesaba.

Voy a hacerle la pregunta al castaño, pero otro grito más fuerte, que es un insulto acompañado de una bofetada, me lo impide.

Volteo y veo que la pelirroja gira sobre sus talones molesta luego de golpearlo. Eduardo se queda en su lugar, no le habla ni la sigue esta vez, solo permanece con su expresión de derrota, paralizado en el medio del patio y bajo la atenta mirada de todos los presentes. A él ni siquiera le avergüenza esto, porque el dolor de ese vínculo que lo agita parece tener más peso que cualquier otra cosa.

—Fue peor esta vez —musita Andrés con pena.

—Iré con él —se ofrece Liam, pero lo detengo posicionando mi mano en su hombro, luego lo miro.

—Yo lo haré —informo, todos asienten al comprender y me alejo entre trotes para seguir al rubio, que inició su camino en dirección a los pasillos en los que se encuentran los salones.

Empujo sin cuidado a quienes se me atraviesan y lo alcanzo, porque mi voz a gritos no logra detenerlo. Él me ignora y no sé si dejarlo solo es la mejor opción.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó esta vez? —pregunto jadeante al alcanzarlo, mientras pongo mi mano izquierda en su hombro.

—Lo mismo de siempre, sus celos sin sentidos e injustos, porque sabe que pese lo que siento no tiene derecho a celarme. Ella jamás me ha dado la oportunidad, así que no debería de... Da igual, solo déjalo —simplifica sin darle importancia, pero eso me enoja aún más.

No me molesta que quiera conservar sus problemas para sí mismo, porque incluso yo lo hago. Me perturba otra cosa.

¿Hasta cuándo piensa permitir que ella juegue con él y sus sentimientos?

—Ya sé que te lo hemos dicho, pero te lo repito. No puedes dejar que te maneje como a una maldita marioneta, Ed, ¿no lo entiendes? ¿Qué es lo que te he enseñado? —pregunto a mi amigo, todavía caminando con rapidez a su lado; pues él no se detiene—. Hay tantas personas que darían tanto por ti, ¿por qué no te das la oportunidad?

—No molestes, Chris, hoy no estoy de humor —justifica evitativo, yo bufo.

—Es que ese es el problema, nunca estás de humor porque permites que la serpiente con peluca te domine a su antojo, que te salpique con su veneno hasta joder cada parte de tu vida —insisto, pero él, en medio de su molestia, decide que simplemente no quiere escucharme—. Mereces más que esto, Eduardo...

—¡Ya cállate, Christian! —brama, interrumpiéndome al detenerse en medio del camino y luego de girar a verme—. ¿Crees que me gusta estar en este círculo que parece no acabarse nunca? La quiero, ¿lo puedes entender? Y no sé cómo hacer para detenerlo, no sé cómo salir de aquí.

—Lo sabes, amigo, sé que lo sabes... —murmuro con pena, porque sus últimas palabras cargadas de dolor, aunque me esfuerce por ocultarlo, me hacen sentir muy mal—. Solo tienes que verlo de ese modo, tienes que creértelo —aliento, acercándome para poner mi mano en su hombro de nuevo, el chico sigue mi acción con la mirada y me vuelve a ver al instante.

Canela ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant