Capítulo 19

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—Mi madre usa ese biquini cuando está aquí —le explicó —Nunca traigo mujeres aquí, Emilia —le aseguró a la vez que luchaba contra la tentación de besarle el cuello.

—Pero me has traído a mí.

—Tú eres diferente —murmuró mientras le rozaba con los labios el lóbulo de la oreja.

—¿Por qué?

—Eres la futura madre de mis hijos y la futura señora de esta casa.

Hasta ese momento, Emilia había estado a punto de sucumbir a la intimidad que los rodeaba, a perderse en la seducción de Claudio. Pero el recordatorio de que pretendía seducirla para casarse con ella hizo que se evaporara toda su excitación.

Se apartó rápidamente de él.

—¡He dicho que no! —exclamó, y se levantó para salir deljacuzzi sin importarle que la camiseta mojada se le pegara a los pechos. Después de todo, no había nada que Claudio no hubiera visto, acariciado o besado.

—¿Por qué demonios no?

—¡No voy a ser la madre de tus hijos ni la señora de esta casa! —replicó con la respiración agitada.

—Eso es exactamente lo que vas a ser.

—¡No! Permití que me trajeras aquí para que habláramos de lo que vamos a hacer cuando nazca el bebé. Ya te he dicho que no quiero casarme contigo, y mucho menos que tengamos hijos.

—Y yo ya te he dicho que cualquier otra opción no es negociable. ¿Se te ocurre algo mejor?

—Yo… No lo sé —unas lágrimas brillaron en sus ojos —Sólo sé que no puedo casarme porque esté embarazada
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Él asintió.

—Porque eso fue lo que hizo tu hermana y su matrimonio fue un desastre.

—¡Lo fue! León y ella se desprecian.

—¿Y crees que eso nos puede ocurrir a nosotros?

—Ahora no es que yo te guste particularmente, así que sí, dentro de ocho años no querrás ni verme.

—Pero sí que me gustas —murmuró él.
Emilia lo miró con impaciencia.

—Te estás refiriendo al sexo.

Claudio se encogió de hombros.

—Es un buen comienzo.

—¡También es un buen final!

Claudio tenía una expresión sombría.

—Por lo menos, tenemos una ventaja sobre tu hermana y su ex marido.

—¿Cual? —preguntó Emilia con cautela.

—Tú te vas a casar con un millonario.

—Claudio, no te atrevas a acusarme de nuevo de querer tu dinero. He visto como la mayoría de hombres ricos tratan a sus mujeres y te aseguro que no tengo intención de casarme contigo y quedarme abandonada en esta casa como… como…

—¿Como qué?

—Como un trofeo sobre la chimenea mientras tú te quedas noche tras noche en la ciudad, en tu suite del hotel Meyer, convenientemente disponible para ti y para tus chicas.

Claudio apretó los labios al oír una descripción bastante acertada de lo que era su vida. Pero eso era de soltero. Sería diferente cuando se casara con ella.

—¿Me estás pidiendo fidelidad?

—¡No es eso! —replicó acaloradamente

—¿Es que no lo ves, Claudio? ¡No quiero casarme contigo! —sí, él lo veía, pero no había otra opción que el considerara aceptable —No pienso casarme contigo sólo porque esté esperando un hijo tuyo —añadió.

Claudio la observó con frustración mientras ella, ya fuera del jacuzzi, se ponía un albornoz y se dirigía a la casa.

Estaba decidida a no casarse con él, pero él estaba dispuesto a hacer que cambiara de opinión. Fuera como fuera.

—Estás muy guapa esta noche.

Emilia lo miró con recelo. Se había reunido con él en la terraza para tomar algo antes de la cena: vino para él y agua con gas para ella. En esa ocasión se había puesto un vestido de color azul que le llegaba a las rodillas. Llevaba el cabello suelto.
No sabía de qué humor iba a estar Claudio después de la discusión, pero desde luego, no esperaba un cumplido.

—Gracias —contestó.

No tenía intención de decirle lo atractivo que le parecía con su traje oscuro y una camisa blanca. Si no lo mencionaba, tal vez pudiera olvidarlo. Aunque lo dudaba. Lo que necesitaba era un poco de distancia. Si no física, al menos verbal.

—Claudio, aún no hemos resuelto nuestras diferencias sobre lo que queremos en el futuro.

—Ahora no, Emilia. Disfrutemos de la paz y la belleza de la noche, ¿de acuerdo?

Disfrutar de la paz y la belleza de la noche no le parecía a Emilia buena idea, siendo tan consciente de la cercanía de Claudio. El ambiente de intimidad que había entre ellos era tan espeso que podría tocarlo. Era como si estuvieran a punto de…

¿A punto de qué?

Emilia enderezó la espalda, dispuesta a romper ese hechizo.

—Claudio, he decidido que sería mucho mejor si volviera a Inglaterra mañana.

Después de la discusión que habían tenido, Claudio estaba dispuesto a hacer que la velada fuera agradable para los dos, pero Emilia había sacado el único tema que podía hacer volver el desacuerdo.

—Preferiría seguir diciéndote lo guapa que estás.

—¿Para qué? Claudio, ya me has seducido una vez.

—Sí, y recuerdo que estabas tan fuera de control como yo.
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Gracias por todos sus comentarios.☺️

~Embarazada de un millonario~ Where stories live. Discover now