Delincuentes

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No sé ustedes, pero las notificaciones no se les pusieron un poco locas últimamente? ¿O son sólo las mías que están en anarquía? En fin... dejando eso de lado, capítulo nuevo! Este sí es el catorce, el anterior era el trece... yo no sé quién me enseñó a contar. Mi maestra de primer grado debe estar revolcándose en... no sé su casa, espero xDD Pero bueno, ¿escribir y saber matemáticas? Eso era como robar demasiado, más si a le sumamos mi obvia belleza... desvarío xDD A leer... 

Capítulo XIV:

                                                      Delincuentes

¿Alguna vez han experimentado esa sensación de frío corporal en donde sientes como si te drenaran la vida gota a gota? ¿No? Bueno, quizá sea porque nunca los han atrapado teniendo sexo en una van en pleno aparcamiento, a las seis de la tarde en un país extranjero. Pues así me sentía yo; petrificada en mi posición, con los ojos fijos en la puerta y la respiración negándose a entrar o salir de mis pulmones.

—Mierda… —La voz de Cameron cayó sobre mí como un balde de agua helada, mientras mi atención se deslizaba hacia él en un lento y asimilador, estupor.

Sus ojos fueron de mí a la puerta y de regreso a mí, luego de un segundo de consideración interna se puso en movimiento. Lo vi subiéndose los pantalones a toda marcha, mientras en un nanosegundo recuperaba mi ropa interior y shorts para luego lanzarlos en mi dirección. Me los coloqué como si esa fuera la última acción que haría en mi vida como una persona libre, asegurándome de pasar mis manos por mi cabello e intentar lucir decente. Podría ser que estuviese por ser encarcelada, pero eso no significaba que iba a ser una reclusa sin estilo.

—Abran la puerta —repitió la voz denotando irritación. Pegué un brinco, horrorizada, echándome sobre el brazo de Cam para retenerlo.

—¿Y si sólo pasamos al frente, le damos arranque a la camioneta y nos vamos?—susurré echando furtivas miradas a la ventana—. ¿Estaría mal?—Él me observó por un segundo, como si estuviese graficando la situación en su cabeza.

—¿Estás preguntándome si es éticamente correcto o si pienso que está mal? Porque son preguntas muy diferentes.

Parpadeé confundida, y el movimiento de la sombra del oficial desde el exterior volvió a meter algo de coherencia en mi cabeza. Es decir, lo que menos necesitábamos era incluir en nuestro prontuario una persecución por toda la isla. Haciendo una mueca me deslicé hacia atrás, dejando que mi cómplice se encargara del asunto.

Cameron se detuvo delante de la puerta con su mano en la manija, y al último segundo regresó su mirada a mi persona, volviendo a maldecir entre dientes. Llevó una de sus manos hacia su espalda, atrapando la tela en un puño y rápidamente se quitó la camiseta al estilo de los hombres. Nota aparte: ¿han visto ese modo de quitarse la ropa? ¡Yo jamás podía lograrlo! Siempre terminaba atorada en mis pechos y sospechaba que mis brazos eran demasiado cortos como para alcanzar la parte trasera de mi espalda. Pero volviendo a esto.

Él me lanzó su camiseta a la cara y yo lo observé estupefacta cuando sacudió su mano instándome a moverme de una vez. Bajé mi vista a mi cuerpo, notando el estado deplorable de mi camisa. ¡Mierda! Terminé de sacarme lo poco que me quedaba de ella, y me metí en la gran camiseta de Cameron. Porque era completamente no sospechoso que me encontraran con ropa el doble de mi tamaño. Ya.

—¿Hay algún problema oficial? —Cameron se asomó por la puerta, sin abrirla por completo. Cualquiera pensaría que lo habían interrumpido en medio de una partida de ajedrez, su voz no evidenciaba nerviosismo o vacilación alguna.

Lo que aprendí de Cameron Brüner. (Bitácora 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora