Seamos adultos

10.1K 1.1K 270
                                    

Se ve medio rara esta nueva forma de publicar, pero bue... mientras funcione yo, argentina. Hola! Espero que estén teniendo un lindo sábado o empezando un buen domingo, no tengo mucho para decir así que me voy a callar. Y... sí, me callo ya :D Buena lectura.

Capítulo IX:

                                                      Seamos adultos

Así estaban las cosas, en cuanto Cameron se fue con mi billetera—el muy desgraciado hijo de su vil y perra…ya ustedes saben—me dejé caer en la cama dispuesta a hacerme un ovillo y temblar. Bah, no crean que lo hago por él. Sentía dolor, por amor del cielo, no entiendo qué es lo que lleva a uno a acurrucarse cuando se siente mal pero eso era lo que estaba necesitando.

En realidad, ahora que lo pienso, creo que tiene que ver con todo ese asunto de encontrarse en el útero materno y sentirse seguro en posición fetal. Sí, sin duda es eso, lo leí en algún sitio. No puedo dar fe de mi estadía en el útero de Paige (gracias a Dios, es una experiencia traumática menos para contabilizar), pero supongo que entonces estaba en la obligación de cuidarme. En fin…

Por el rabillo del ojo capté mi móvil conectado a la pared con el cable de Cameron, no intenté darle muchos pensamientos a ello y me fui directo hacia él. Tras repetirme una y otra vez que no podía quedarme tan pacifica con el imbécil agresivo a un pasillo de distancia, me encaramé fuera de la cama y me encerré en el baño. Marqué el número de Audrey, cruzando todo lo remotamente ¿cruzable? en mí y esperando que en casa fuese un horario aceptable para hacer llamadas.

—Por favor, Aud… —susurré al móvil, como si ella pudiese escucharme suplicando.

—Acabas de llamar a Audrey, en este momento no me apetece atender pero deja tu mensaje, te llamaré… si tengo ganas.

—¡Cierra la boca estúpida! Sé que estás ahí, Audrey. —Ella tenía la manía de fingir ser el contestador automático, no era la primera vez que me lo hacía y la verdad ya no era tan gracioso.  

Mi amiga soltó una fresca carcajada, casi como si la broma fuese algo que acababa de ocurrírsele. Por favor.

—¿Qué hay, gruñona? ¿A qué debo el honor?

—Lo encontré —lancé sin mediar saludo. Audrey permaneció dos segundos en silencio antes de soltar un chillido para nada propio de ella.

—¡No me jodas! ¡No me jodas!

Dios, estaba tan entusiasmada que parecía un pequeño Chihuahua hallando una pierna despistada por debajo de la mesa.

—No lo haría quédate tranquila —interrumpí aunque dudo haber sido siquiera registrada.

Suspiré dándole un tiempo para que se aclarara.

—¿Lo encontraste? Santa mierda del amor hermoso, Marlín. Realmente pensé que terminarías regresando con las manos vacías, pero es genial… —Entonces se detuvo como si repentinamente fuese consciente de que algo faltaba—. ¿Por qué no estás gritando conmigo? Esto es bueno, nena, lo es… ¿verdad?

—Aud…

—Oh, nada bueno sale de eso. ¿Qué pasó?

Inspiré profundamente, sin saber muy bien cómo lanzarme a ello. Me dejé caer sobre el retrete, lista para comenzar con una charla que no tenía forma simple de ser abordada.

—Pues la verdad es que no estoy segura, apenas nos vimos me besó y luego… yo no sé cómo explicarlo, Aud. Él parece que… no lo sé, se arrepiente de haberme enviado ese pasaje.

Lo que aprendí de Cameron Brüner. (Bitácora 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora