XL

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No estaba pensando con claridad, lo sabía, normalmente no reaccionaría así. En una situación normal habría realizado una lista con los pros y los contras sobre lo que estaba a punto de hacer, pero me negué hacerlo. Sabía que si pensaba demasiado, si realizaba esa lista iban a volver a ganar los contras, seguiría ganando el miedo.

Llegué al hotel pasadas la una de la mañana. No había avisado a nadie y ni siquiera sabía en que habitación se hospedaba él, pero había decidido dejarlo todo en manos del destino.

Y al parecer este estaba de mi lado, nada más llegar al lobby del hotel divisé como Rafa y Eva estaban apunto de coger el ascensor, así que corrí hacia ellos.

Ambos se asustaron al ver que alguien bloqueaba la puerta del elevador pero al verme sus muecas confundidas mutaron a sonrisas sinceras.

- Has venido.- Eva dijo abrazándome como si hubiera estado esperando mi reacción.

- Si, pero Hugo no lo sabe.- murmuré tímida empezando a pensar que quizás debería haber constestado el mensaje en vez de coger el coche y venir a verle. - ¿Cúal es su habitación?

- 314. - Rafa contestó y sonreí al recordar que aquella también fue nuestra habitación después de la final.

- Gracias, desearme suerte. - declaré cuando el ascensor llegó a su destino, salí sin perder tiempo.

- No necesitas suerte, él está loco por ti. - escuché como Rafa gritaba a mis espaldas.

Ojalá tuviera razón, ojalá aquello esta vez si fuera suficiente.

Respiré hondo antes de golpear la puerta, intentando que los nervios desaparecieran sin éxito. En ese momento entendí que no había planeado nada, no tenía ni idea de que decir cuando él abriera la puerta.

Volví a bajar la mano que estaba a punto de golpear la madera. Quizás aquello había sido una mala idea, tal vez era mejor esperar a mañana, organizar en mi mente todo lo que quería decir y desear que Hugo todavía quisiera escucharme.

Volví tras mis pasos, volviendo a ser una cobarde. Esperé impaciente que el ascensor llegara. Habían pasado solo un par de minutos y mis ganas por llegar se habían convertido en ganas de huir.

Las puertas del elevador se abrieron y antes de que pudiera entrar mi teléfono volvió a sonar en mi bolsillo. Mientras intentaba cogerlo, las puertas del ascensor volvieron a cerrarse cansadas de esperar mi entrada.

Eran casi las dos de la mañana, el último mensaje había llegado a las 12 y pocos minutos, no había contestado, y al parecer dos horas después Hugo todavía estaba esperando una respuesta.

"¿Te ha comido la lengua en gato?"

A la mierda, pensé mientras leía el mensaje y empecé a correr por el pasillo hasta llegar de nuevo a su puerta. Otra vez en el mimso lugar, pero esta vez no me detuve. No lo pensé.

Golpeé la puerta aunque seguía sin saber que decir, pero a veces las palabras sobran. A veces no es necesario decir nada, basta con sentir, basta con dejarse llevar.

La puerta se abrió al instante, Hugo me miró sorprendido, pero tardó menos de un segundo en sonreir.

Su sonrisa más sincera, aquella que lograba achinar sus ojos, aquella que solía estar siempre presente cuando se trataba de mi, aquella sonrisa que me hacía saber que me queria.

Comprendí entonces que era exactamente lo que tenía que hacer, empujé su cuerpo antes de que pudiera hablar para adentrarme en la habitación y cerrar la puerta.

Fue entonces cuando busqué sus labios encontrándolos sin problema. Hugo no tardó en profundizar el contacto y tomar el control de la situación. Sus dedos se enredaron en mi pelo sin dejar de besarme, mi espalda terminó chocando contra la pared y con su ayuda mis piernas terminaron anudandose en su cintura.

Hugo empezó a caminar a tientas por la habitación hasta llegar a la cama, sentí el colchón golpear mi espalada y aquella fue la primera vez que nuestros labios decidieron pactar una breve tregua en su guerra para coger un poco de aire.

- Empezaba a pensar que no vendrías nunca. - habló por primera vez mientras sus manso traviesas decidian desabrochar mis pantalones.

-  ¿Llevabas mucho esperando? - pregunté mientras me incorporaba para deshacerme yo misma mi camiseta.

- ¿Qué pregunta es esa? - dijo alzando las cejas. - llevo deseando que vuelvas desde que no viniste a Cordoba conmigo.

- Lo siento. - hablé acunando su rostro para que entendiera que lo decía en serio. - siento haber tardado tanto.

- Estás aquí ahora, eso es lo importante.

Nuestros labios volvieron a encontrarse, nuestras ropas terminaron por desaparecer, nuestros cuerpos se reunieron de nuevo y no nos separamos hasta que los primeros rayos de sol quisieron ser tambien testigos de nuestra union, celosos de que la luna siempre fuera la única presente.

- Te quiero.

Fui la primera en volver a decirlo. El sonrió y me besó con ternura. Por un te e momento pensé que ahora los papeles se habían intercambiado, ahora yo decía los te quiero y  él callaba con miedo a decir demasiado.

- ¿No vas a decir nada? - no pude evitar preguntar impaciente.

- Si cuando despierte sigues aquí, si no desapareceres de nuevo, si de una vez por todas dejas de huir... Entonces prometo decirte cada jodido momento que te quiero.

- Me parece justo.

****

La alarma sonó demasiado pronto, no habíamos cerrado los ojos por más de un par de horas, y ya nos veíamos obligados a despertar.

Yo fui la encargada de apagar la alarma, Hugo había optado por seguir fingiendo que dormía aunque su ceño fruncido le delataba. Retrasé la alarma cinco minutos más porque sabía que si no lo hacía se nos olvidaría el tiempo y llegaríamos tarde.

Me recosté encima suyo y empecé a besar su ceño fruncido, seguido de sus mejillas hasta terminar en sus labios.

-Buenos días.- dije cuando sus ojos empezaron a abrirse.

- Sigues aquí-murmuró antes de rodear mi cintura con sus brazos para que no me apartara.

- Ahora te toca a ti cumplir tu promesa.- dije recordando lo que dijo antes de dormirnos. - Dime que me quieres.

- No. - negó haciendo la fuerza necesaria para cambiar nuestras posiciones en la cama y que ahora fuera mi cuerpo el que se recostaba en el colchón. - Solo te has quedado una noche, quiero que te quedes todas.

- Cada vez te vuelves más exigente.- me quejé girando los ojos. -

- Por que puedo. - contestó dispuesto a volver a besarme pero me aparté.

- Dime que me quieres. - volví a pedir haciendo pucheros.

- Pero si ya lo sabes. - rió apretando mi rostro para romper mis pucheros.

Esa mañana no dijo que me quería, pero sabía que lo haría tarde o temprano porque no iba marcharme, no hasta que él me echara.

Inconsciente || AnahugWhere stories live. Discover now