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No sabía si había sido su primera vez y no se atrevió a preguntarlo.

Le gustaba imaginar que sí. Que ninguno antes la había tocado cómo él y por lo tanto aquellos sitios que ahora conocía eran cómo una tierra exótica jamás antes explorada.

Un nuevo lugar que al tacto se sentía como suave arena, bajando entre los dedos... de olor a rosas que hipnotizaban y con lluvia emanando de su interior...

Y deseaba ahogarse en esa lluvia

-Dicen que el amor es ciego, pero yo puedo ver tu rostro.

Fueron sus palabras al despertar, propinándole un beso a Hiram.

Él solo sonrió, acariciándole los cabellos y mirando la mitad de su cuerpo desnudo.

Un cuerpo que se veía tan pequeño al lado de él y lleno de vida.

Incluso después de hacer el amor no había sentido nada. Alguna vez leyó que existen diferentes formas de amar: Desde familiares y amistosos, hasta aquellos que te llevaban a la locura.

En otras palabras, ninguna historia acontece igual. Siempre son únicas y verdaderas.

No sabía lo que tenía con ella, no podía amarla, o quizá si lo hacía... Pero Dios no es digno de un amor construido a base de mentiras, por eso hay quienes se niegan a adorarlo

Y la realidad es que no importaba lo que sintiese o no por ella. La tenía a su lado y no volvería a perderla. Sería una flor que había arrancado de un jardín tropical, atesorándola dentro de su bolsillo, así se marchitara con el paso del tiempo.

-Necesito llevarte a casa-. Le respondió secamente, ante lo que ella asintió.

En el camino de vuelta a Deep Lake no cruzaron palabra alguna. Solo era la mirada de ella clavándose en la ventana del auto. Pero entonces solo le bastó retirar una mano del volante y llevar sus dedos al interior de Selina, quién cerró los ojos... estremeciéndose y dejando su mente dichosamente en blanco.

-Te veré después-. Le besó los labios, un par de cuadras detrás de su casa.

- ¿Cuándo?

-Tres días.

-Bien-. Cerró la puerta, devolviéndole la sonrisa.

Al verla salir del auto, bajó el vidrio provocando nuevamente su atención y se llevó dos dedos a la boca provocándole un enrojecimiento en sus mejillas.

Después, desapareció entre las calles del pueblo.

Al llegar a su casa, hizo tintinear las llaves en la mano mientras se dirigía a la puerta del frente. Pero no tenía seguro y estaba entreabierta, la empujó lentamente.

Entro al baño y se lavó el rostro con agua fría. Acarició brevemente el escote de la blusa al tiempo que se sostenía sobre el tocador... recordando el recorrido de la lengua de Hiram a través de sí.

Salió emparejando la puerta y cruzando la sala que arrancaba desde el vestíbulo. Al pasar por los techos abovedados llegó hasta una chimenea de piedra blanca, divisó a su madre junto a ella... acuclillada con lo que parecían ser recortes de revistas y una mirada llena de rabia y cólera.

- ¿En dónde estabas? -. Se levantó, haciendo los recortes a un lado.

-Anoche fue mi cumpleaños-. Le recordó. - Y no iba a pasarlo aquí sola o contigo encerrada, atendiendo llamadas

Sin decir más, Selina subió la escalera y Catalyn fue detrás de ella, tomándola del brazo

-Te pregunté en dónde estabas-. Replicó aplicando más fuerza

-Y te escuché-. Se zafó apoyándose del barandal. - Pero ya no pienso darte respuestas cuándo tu tampoco lo haces

-Tendré que ser más directa, ¿Verdad? -. Le espetó. - ¿Con quién estabas?

Selina se mantuvo allí de pie, estableciendo contacto visual con Catalyn quién comenzaba a estudiar su mirada. No le quedo más que relajar el rostro y sonreírle falsamente.

-Salí a tomar unos tragos. Ya estoy en edad por si no recuerdas cuántos años cumplí ayer

- ¡No me importa la edad que tengas! -. La ira le hacía más escupir que pronunciar las palabras. - No vas a hacer lo que tú quieras

-Tú te encargaste de eso hace casi un año cuándo te fuiste-. Le reclamó sin alzar la voz, con una mirada de gélida furia

-Solo espero que no sea verdad lo que se dice en el pueblo-. Masculló, antes de que se girara por completo

- ¿Y qué es lo que se dice en el pueblo? -. Irguió la cabeza bruscamente, con los ojos en fuego

- ¡Que eres la amante de un mafioso y de un asesino!

Selina se mostró beligerante y aturdida mientras negaba ante la mirada atónita de Catalyn que ya se había hecho a un lado, estrujándose el cabello con las manos y a punto de romperse en mil pedazos, arrinconada al pie de la escalera.

Por su parte, ella cerró los ojos en un intento de contener las lágrimas. Reparó unos segundos en sus palabras hasta pasarla de largo y tomar las llaves, ante la mirada atónita de su madre.

-Hiram Lodge no es quién tú crees, Selina-. Añadió, tajante. - Y cuándo lo sepas tal vez yo ya esté muerta.... ¡¡Tal vez este en el depósito de cadáveres junto a Daniel Tanner!!

La puerta se cerró bruscamente y aquel llanto que Catalyn Lehnsherr se había empeñado tanto en retener se soltó, lágrima tras lágrima, incontenible y mirando el pastel de The Golden Phoenix, que yacía solitario en la mesa del rincón.

- ¿Cuál es tu excusa para haberme dejado esta vez?

Clarissa miraba a Selina, recostada a un lado de la cama con el cabello alborotado y mojado, envuelto en una toalla.

Tenía esa expresión fría que solo ella podía articular de manera tenebrosa: La mirada en un punto fijo, pero pérdida el espacio... los labios muy quietos casi sin color y la mandíbula tensa. Parecía un alma atormentada en el interior de una muñeca.

-Peleé con mi madre y tuve que salir, quería estar sola

La voz firme y sin emociones caracterizaban su orgullo, y en el orgullo hay cierta

-Yo también estuve esperándote anoche, no atendiste ninguna de mis llamadas.

-Hay cosas que simplemente no puedo decirte aún-. Dijo con un hilo de voz, incapaz de mirarla a través de los encharcados ojos. Clarissa negó con la cabeza

- ¿Por eso somos mejores amigas, ¿no? Para decirnos las cosas que no podemos decirles a los demás. Cómo aquel día en que inhale cocaína y me puse muy mal... Necesitaba que alguien me recogiera y la única en mi desproporcionada cabeza eras tú. O cuándo me di cuenta de que también me gustaban las chicas y tenía miedo de decirle a mi familia. Pero no tenía miedo de decirte a ti, porque sabía que nunca me juzgarías y tendríamos la confianza de decirnos lo que sea

-Hay cosas que no se pueden decir con los labios-. Musitó al cabo de unos momentos, soltando una lágrima y extendiendo los brazos hasta ella. -Pero si con un abrazo

Sin más, Clarissa la estrechó fuertemente mientras le escuchaba sollozar. Habían sido mejores amigas durante seis años, toda su adolescencia básicamente, y no era la primera vez que sostenía a su frágil casi hermana entre los brazos, deseando borrar todo sufrimiento de ella.

-Después de la graduación todo va a cambiar-. Le secó los ojos. - Este último año ha sido extraño, pero, confió en que seguiremos juntas

-Te quiero, Clary-. La volvió a abrazar, incontenible.

Ella le acarició el cabello con los dedos.

-Yo te quiero más, Sel.

Nights Without MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora