capítulo uno

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Mientras hacía su recorrido hacia el salón que ya conocía a la perfección sin ningún ánimo de conocer personas nuevas como si fuera un nuevo alumno de aquel instituto, Jimin pensaba en cómo era posible recursar aquello, y en su mente, rondaba el recuerdo de que ni siquiera la escuela de verano pudo impedir que terminara en un salón lleno de alumnos menores que, seguramente, no tardarían en hacer bromas sobre la incapacidad del rubio para aprobar la tan tediosa asignatura: Literatura.

No era que no le gustase la literatura, leer, y aprender sobre personas con mentes brillantes como aquellos escritores que él tanto admiraba, pero detestaba tener que estudiar porque se lo impusieran, y sus ganas de aprender nuevos escritores desaparecían en cuestión de segundos. Así pasó todo el período escolar anterior, con él quejándose de la manera en que aquel profesor enseñaba, y ahora debía aceptar las consecuencias.

No odiaba la literatura; era todo lo contrario. Adoraba la escritura, el arte y la danza, pero nadie en aquel instituto o ciudad podría imaginar ni esperarse eso viniendo de él, y menos sabiendo que debía recursar tal asignatura.

Entonces, para ahorrarse explicaciones optaba por el camino fácil, aunque mentir y ocultar sus gustos no fueran de su agrado.

En esos tiempos, las personas no podrían entender esa idea tan alocada viniendo de un muchacho como él. No era algo normal en esa época, no para un hombre, y menos para alguien que encabezaba las listas de posibles reclutados en todas las universidades del país en lo que a deportes confiere.

Según todo el mundo o cualquiera que lo conociese, Park Jimin estaba en sus tiempos dorados... si hablamos de fútbol, claro. Pero por otra parte, su mundo no solo giraba en torno al equipo escolar, también giraba en torno a los libros, música y danza en general. Y todo eso le apasionaba tanto como los deportes.

No era tan fácil decirlo públicamente. Jimin sabía que la única que no lo juzgaba por esas ideas locas era su madre, y él no podría estar más aliviado de tenerla. Pero a veces, solo a veces, deseaba encontrar a alguien que lo apoyase de igual manera que ella, y anhelaba eso con una mezcla de sentimientos inmensa.

A veces pasaba horas pensando en la posibilidad de que nadie pudiera aceptar sus anormales preferencias, y solo le quedaba la esperanza de que los tiempos cambiarían en algún momento, de que aquella sociedad anticuada en la que tenía la desdicha de vivir abriría su mente y dejaría de juzgar cosas tan simples como querer ser algo que no encajase con el estereotipo que le habían impuesto desde el momento en que nació.

Por momentos quería huir, aunque no tuviera a dónde, ya que la sociedad era la misma en todos lados.

"No es momento de pensar en esto, ya tendré tiempo después", fue lo que cruzó por su mente al notar que había estado divagando durante todo el camino, sin percatarse de que ya había llegado al salón que le hizo la vida imposible durante todo el año anterior, y lo único que debía hacer era llamar a la puerta de éste.

No tenía dudas de que esta vez sería peor.

El profesor Choi ya lo conocía, y no era por exagerar, pero hace tiempo Jimin había notado que él no era el alumno preferido de aquel hombre, y esta vez no sería la excepción. Debía recursar la asignatura, y tenía la certeza de que el profesor no tendría ningún problema en molestarlo con cada mínimo detalle.

Así que dio un largo suspiro cargado de cansancio y exasperación antes de llamar a la puerta.

-Alumno Park, no creí tener la suerte de tenerlo en mi clase este año -comentó el profesor, con una ironía totalmente notoria, luego de abrir; y claro estaba, que Jimin tampoco estaba feliz de verle el rostro durante todo el ciclo escolar de nuevo-. Bienvenido sea, por segunda vez, a su clase preferida. Pase, pase, venga -le hizo una seña para que entrara mientras reía con desdén.

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⏰ Last updated: May 02, 2020 ⏰

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