Día de campo.

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- Willow, suéltalo!

- ¡Troy, niño...no me hagas ir por ti!

Un día de campo, o eso dijeron...sería un perfecto día de campo para aprovechar el cálido nuevo sol después de una semana entera de puras tormentas, pero todos sabían que si llevaban a los pequeños, aquella tarde no terminaría bien. Paul Terrence, un respetado ex militar que se había retirado meses atrás a causa de una herida de bala en su rodilla, renqueó como pudo hacia la disputa, intentando separar a dos pequeños que no dejaban de golpearse y arrancarse los pelos.

La niña era dos años menor que el niño, pero su fuerza indicaba que, tranquilamente, esto podía ser al revés. Willow Terrence era una niña traviesa y maleducada que nunca se permitía llorar, ni siquiera cuando era una bebé. El tierno Troy Otto era un pequeño risueño y encantador, con siete años podía cautivar a quien se cruzara por su camino...exceptuando a sus padres. El muchacho lo solucionaba todo llorando, y eso hacía que Willow recibiera siempre el mayor castigo.

Otro niño ya mayor, de nombre Jake, con el idéntico cabello castaño claro de Troy y unos ojos grisáceos, miraba la escena sobre el regazo de su padre, el mayor hombre allí presente conocido como Jeremiah Otto.

- Papá, creo que esta vez Willow si matará a Troy.- la voz del pequeño estaba cargada de preocupación, pero a su padre poco le importó, solo quería que su hijo mayor se levantara de sus piernas para ir por otra cerveza. Ahí estaba, entre los hielos de la pequeña nevera a unos metros de él, sin embargo, tan lejos, pensó Jeremiah.

- Bueno, quizá así por fin deje de lloriquear.- el hombre hizo alusión a que la golpiza brutal que le estaban propinando a Troy traería paz; la cara aterrorizada de su hijo mayor fue, nuevamente, ignorada.

Tracy Otto, la rubia y esbelta esposa del hombre sin sentimientos, se encontraba dormitando con la cabeza hacia atrás, echada en su silla, luego de haber acabado con su cuarta margarita. A su lado, dos asientos se encontraban ya vacíos, y estos pertenecían a Paul y René Terrence, los padres de la pequeña Willow. Así habían pasado la tarde y así seguirían pasándola hasta retirarse, separando a su hija menor del pequeño Troy.

- ¡Papá, déjala ya y ven a jugar!- reprochó la primer hija de los Terrence, Thomassin. La muchacha azabache llevaba puesta una remera de fútbol cubierta de lodo, al igual que el balón que traía bajo el brazo.

Thomassin disfrutaba mucho cuando su padre no se la pasaba trabajando, era la única persona con la que podía jugar fútbol, siempre que este no estuviera ocupado cuidando a su salvaje hermana menor. Sabía que era más pequeña y que necesitaba de ciertos cuidados que ella ya no, pero odiaba cuando le prestaban más atención.

Uno podía identificar a los Terrence con facilidad, todos y absolutamente todos tenían el cabello de un negro azabache que ni siquiera se aclaraba con la imponente luz de sol de ese verano, una piel pálida que no se bronceaba a pesar de vivir en el rancho durante todas sus vidas y una altura considerable.

- ¡Willow, suéltalo!- René tiro de la pierna de su pequeña hija rebelde, pero esta seguía tan sujeta al cabello de Troy, que este intensificó su llanto e hizo que la mujer de cabello azabache lo calmara con palabras dulces.- Tranquilo pequeño T, Willow te soltara en un segundo.

- ¡Troy, por el amor de Dios! ¡Deja ya de llorar!- Jeremiah le indicó con la cabeza a Jake que se bajara de su regazo, pero en lugar de ir al socorro de su hijo menor, se encaminó hasta la nevera y agitó la última cerveza helada que quedaba para sacarle de encima los restos de hielo.- Déjalo, René. Que se haga hombre.

Luego de hacerse rogar, Paul Terrence llegó cojeando a la escena y tomó a su hija por la cintura, alzándola sobre su espalda como si la niña se tratara de un saco de papas. Willow pataleó y pataleó al ser despegada de Troy, quien se puso de pie de inmediato y sacudió su cabello como si nada hubiera pasado.

Willow se había enojado por una buena razón, jugaban juntos con la pelota de baseball de la niña hasta que esta hizo enfadar a Troy y el castaño arrojó la pelota lejos, para que así nadie pudiera encontrarla entre el baldío del rancho.

Willow, fiel a sus principios, no había mencionado palabra acerca de lo que el castaño le había hecho, tampoco lo había acusado con nadie, porque sabía que si los padres de Troy se enteraban de este se comportaba mal, le darían tal reprimenda que no saldría ileso.

Una vez que sus padres fueron informados sobre lo que había hecho por boca de Jake, quien había visto todo el accidente y como Troy había lanzado la pelota lejos, no la había cobrado barata.

Troy pensó que Willow había sido quien lo delató, otra razón más por la que odiaba a la niña con descaro.

MÓRBIDO. |TROY OTTO|Where stories live. Discover now