Cuesta abajo.

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- Apuesto a que ni siquiera sabes como ponerla en contacto.

Willow Terrence había regresado de una competencia de boxeo, para la que había sido escogida en representación de la Academia en donde entrenaba desde que era pequeña,  que había tomado lugar en la ciudad aquella misma tarde, encontrándose con que Troy Otto ahora tenía una camioneta de regalo por parte de su padre y juraba que había aprendido a conducir en su ausencia. Según la muchacha con el rostro decorado de moretones y hematomas, era imposible que solo haya bastado una semana para que Troy domara aquel todoterreno inmenso.

Era lujoso, y Jeremiah Otto se permitía diversos lujos excesivos como aquella camioneta, que jamás se lucirían del todo en aquel campamento en el medio de la nada, según pensaba Willow. 

- Apuesto a que perdiste hoy, vaya pintas...Mike Tyson.- el castaño ya tenía diecisiete, y se había vuelto más habilidoso para molestar a su azabache amiga, a sabiendas de que no había cosa que más les molestara a las muchachas que les critiquen su rostro. 

Troy Otto era ya todo un adolescente bien dotado de mente, era muy tenaz a la hora de aprender nuevas habilidades, por lo que no sería problema conseguir su licencia de conducir una vez haya estado seguro de que podía con la inmensa camioneta de exuberantes dimensiones.

- Jamás pierdo, las otras quedaron peor que yo.- Willow no era un hueso fácil de roer, y se necesitaba mucho más que una crítica a su apariencia para hacerla enfadar. No le importaba en lo absoluto como se veía, ni prestaba mucha benevolencia a su herido rostro. Según ella, el tiempo lo curaría y volvería a la normalidad, y luego de un par de semanas, en la Academia recibiría nuevos golpes, así que no tenía sentido preocuparse por hematomas que iban y volvían gracias a su hobby. 

Los curiosos ojos del adolescente habían dado una fugaz mirada hacia su lado, notando que aún con su cara hecha trizas, la muchacha en el asiento del copiloto era bastante bonita...a su modo. La menor de las hijas Terrence odiaba el maquillaje y siempre tenía algún moretón haciendo juego con sus facciones pronunciadas, tenía el rostro afilado y la nariz agraciadamente respingada, labios abultados y salientes que hacían conjunto con su mandíbula refinadamente marcada, y para Troy, era una lástima que arruinara de esa forma un rostro tan angelical. Aún tenía rasgos que la hacían parecer menor, como su escuálida contextura, a pesar de que practicaba boxeo y kickboxing durante prácticamente todo el día, y su pálida piel aterciopelada que jamás parecía tener contacto con el sol, sin mencionar el corte carré que tenía desde que era una infante.

- ¿Qué tanto me ves, insecto?

Willow había conectado su mirada con la de él, mediante el reflejo del espejo retrovisor. A Troy no le importó el hecho de que la muchacha lo haya encontrado observándola, disfrutó incluso haber causado en la azabache cierto comportamiento extraño, como sus mejillas encendidas y sus ojos brillosos. La pequeña Terrence evadió su sofocante mirada azul, encaramada entre los rasgos de su rostro.

- Tienes una lechuga entre los dientes.

- ¡No es cierto!- le gritó enternecida, tapándose la boca con una mano.

- Si, si lo es.

El ojiclaro solo bromeaba aquella vez, pero Willow no esperó la risa de su acompañante como confirmación de que aquello era una vil mentira, y se encaramó contra el espejo de su asiento, sonriendo ampliamente frente a él en busca de la lechuga.

No tenía nada.

- Estúpido.

- Tienes razón, no tienes ninguna lechuga...pero vaya que eres fea.

El puñetazo que Troy recibió en la entrepierna como respuesta a su comentario hizo que las risas acabaran, dando paso a una serie de gritos y maldiciones. Si Jeremiah estuviera afuera con ellos aquella tarde corroborando lo que hacían, seguro habría dicho algo como "¡Cuida esa boca, hijo!". El anciano no guardaba sentido con la imagen de buen hombre samaritano que quería darle a la gente que compraba terrenos en Broke Jaw, siguiendo las propagandas televisivas que los Otto habían filmado hacía unos largos años, ya que luego andaba maldiciendo por todo el rancho tal como su hijo en aquel instante.

Un par de pequeñas lágrimas corrían por las mejillas rojas del ojiclaro, Willow le había pegado tan fuerte que juraba ya no sentir la sangre correr por su entrepierna.

- ¡Por Dios, maldita sea!- la voz de Troy era ahora mucho más aguda, lo que solo agravó la risa estridente de la azabache.- ¡Willow, tengo los malditos huevos en la garganta!

- Oh, así que era por eso que tu aliento huele tan mal.

La disputa de manotazos que se dio dentro de la camioneta pronto se vio sumida en un gran problema, ya que con un brusco movimiento de brazos, Troy golpeó el freno de mano y la camioneta comenzó a caer en picada por la colina, cuesta abajo.

- ¡Frena ya, toma el maldito freno!

- ¡Estoy tratando, maldita sea!- el muchacho se sostuvo con una mano su entrepierna, aguantando el dolor, mientras que con la otra intentaba llegar hasta el freno de mano, sin resultado.

- ¡Frena ya, maldito imbécil!

Las manos de ambos recorrían los controles de la camioneta, tocando botones y apretando pedales, pero Troy fue quien recordó que el vehículo aún no estaba en contacto. Con un giro rápido de llaves, el motor rugió y el castaño apretó el freno, logrando que ambos dos saltaran de sus asientos, golpeando sus cabezas con la luneta de la parte frontal. El panel de vidrio crujió hasta agrietarse por todas las esquinas; habían roto el vidrio frontal de la camioneta y Troy ni siquiera había tocado el volante aún.

Jeremiah jamás lo dejaría volver a subirse a su preciada camioneta otra vez, de eso no cabía duda. Willow, aún con sus manos rodeando la palanca del freno de mano, volvió a subirla inteligentemente, y el vehículo que rodaba por la colina se estancó en el lugar. Las respiraciones alteradas de ambos eran el único sonido dentro del todoterreno ahora roto, y Willow, para nada amante de los silencios incómodos, era perfecta para hablar hasta en el momento menos indicado. 

- Vaya...se nota que aprendiste a manejar, campeón.

- ¡Cierra la boca, Willow! Solo cierra la maldita boca.

MÓRBIDO. |TROY OTTO|Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα