—Adiós Hermosa—me abrazó Luis y me subí al taxi. Cuando llegué a mi departamento me tiré en el sillón y me sentía tan cansada. Miré al techo y recordé el beso que me había dado con Diego y mi respiración se alteró, solo fue un beso para que perdiera mi fuerza de voluntad por ese chico. Cerré los ojos y cada vez sentía mis párpados más pesados.

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Sentí como alguien azotaba mi puerta y una y otra vez, me removí, me giré y caí al piso. Abrí los ojos y vi nada más que mi lindo piso de cerámica, me di cuenta de que estaba en mi sala de estar. <<¡Mierda!>> —exclame. Refregándome mis brazos, sentí de nuevo los golpes, pero ahora eran más fuertes. Tomé mi celular y eran las tres y dos minutos de la mañana, me acerqué lentamente a la puerta. Los golpes cesaron y la abrí lentamente y vi alguien apoyado en mi puerta, abrí la puerta y la figura cayó para atrás. Me acerqué lista para pegarle, pero me di cuenta de que era Diego.

—Diego—, digo un susurro y acercándome a él.

—Anastasia, perdón por despertarte, pero te necesito... —Dice con la voz rota.

Me acerqué a él y lo tomé de la mano haciendo que se parara. Diego me miró de arriba y abajo. Tome su mano y lo guíe de nuevo al sillón.

—¿Por qué sigues vestida? —Preguntó en un susurro. Miró mi bolso y luego a mi—. Fuiste a pelear, ¿verdad?

—Creo que eres muy observador hoy.

Me senté en el sillón y él me imitó, se acercó demasiado a mí e intenté alejarme, pero me tomó de la mano y tiró de mí.

—Puedes abrazarme, por favor—se le rompió de nuevo la voz. Me mordí en el labio inferior y me acerqué a él, me subí en su regazo y lo abracé fuertemente. Escondió su cabeza en mi pecho y mi mano le acarició su pelo.

Pasamos una hora en esta posición y podía sentir como la respiración de Diego se estaba volviendo más tranquila, por mucho que me gustara estar así con él teníamos que ir a una cama.

—Diego—, lo llamó y levantó la cabeza —. Tengo sueño—dije en un susurro.

—No quiero estar solo...

—No te voy a dejar solo, Diego, ven vamos—digo levantándome y tomándolo de la mano. Subimos las escaleras y abrí mi pieza, nos quedamos a oscuras solo entraban algunos rayos de la luna. Pasó por mi lado y se quitó la polera, haciendo que soltara un suspiro, él me miró de reojo y sonrió.

Se metió a mi cama y me hizo una señal para que me acercara, me quité las zapatillas y el polerón y me quedé con calza y sostén deportivos y me metí a mi cama.

Me tomó de la cintura y me miró fijamente, yo desvié la mirada y miré al techo. Me abrazó fuertemente y apoyó su cabeza en mi pecho.

—No estoy con Bárbara, terminamos, solo estábamos hablando con ella y pidiéndole perdón, jamás quise lastimarla, pero ella insistió en que estuviéramos juntos—me senté en la cama y él me imitó.

—Diego, porque no le das una oportunidad.

Frunció su ceño.

—Te das cuenta de lo que estás diciendo—soltó un gruñido—. No quiero estar con ella ¿Qué es lo que te preocupa?

Bajé la mirada hacia mis manos y me mordí en el labio inferior.

—Claro, claro, se me olvidaba que tienes novio—puso su mano en mi barbilla e hizo que lo mirara—. ¿Qué diría tu querido novio, si él supiera que te besaste conmigo y que ahora estoy contigo en tu cama? ¿Qué crees que diría Anastasia?

Hermosa RendiciónWhere stories live. Discover now