—¡No para que te pongas a hablar mal de ella! No te ha hecho nada, Vivian. Déjala en paz.

—A mí, no. Pero sí te ha hecho daño a ti, Ross.

—Yo no soy nada tuyo —le recordé en voz baja.

Ella se cruzó de brazos.

—Eso es porque tú quieres.

—Vivian, no quiero estar con nadie. Ni contigo, ni con ella, ni con nadie. ¿Es que no lo entiendes?

—¿Y qué harás? ¿Pasarte el resto de tu vida solo porque una imbécil te hizo daño?

—Viv... —advertí.

—Yo podría quererte mejor que ella.

—No se trata de que me quieras mejor o peor —fruncí el ceño, aparcando el coche delante de su casa—. No es una competición, Viv, es que quiero estar solo.

—Ni siquiera me has dado una oportunidad —masculló sin mirarme—. Ni siquiera te importa lo que yo sienta.

Joder, ahora esto no...

Cerré los ojos un momento con la esperanza de que el dolor de cabeza y los nervios disminuyeran y, aunque no hubo suerte, me obligué a mí mismo a mirarla de nuevo. Vivian tenía la cabeza agachada y los ojos llenos de lágrimas.

¿Y qué le podía decir yo para que dejara de llorar? Si lo estaba haciendo por mi culpa.

Mascullé una maldición en voz baja y me quité el cinturón para pasarle el brazo por encima de los hombros.

—Vamos, Viv, sabes que sí me importa lo que sientas.

—No, no lo sé —me apartó sin mirarme.

—¿Te crees que no me importas? —pregunté en voz baja, inclinándome para que me mirara a los ojos. Le caían lágrimas por las mejillas—. Viv, hemos estado varios meses prácticamente juntos en todo momento. Yo te...

¿Yo te... qué? No la quería. No de esa forma. No podía decírselo. Y tampoco me gustaba de esa forma, por mucho que lo había intentado. Era imposible.

Vivian levantó la cabeza y me miró, esperanzada. Mierda, no.

—...te aprecio mucho —finalicé torpemente.

Vi la desilusión en sus ojos y me obligué a decir algo más.

—No cambiaría estos meses contigo por nada, Viv.

Ella desvió la vista unos segundos, de nuevo algo desanimada, pero finalmente esbozó una pequeña sonrisa.

—Yo tampoco —volvió a mirarme a los ojos—. Te he echado de menos estas semanas, Ross.

—Lo siento. Sentí que tenía que alejarme.

—No vuelvas a hacerlo. Me gusta que estés conmigo.

No dije nada, pero me obligué a no apartarme cuando me pasó los brazos alrededor del cuello para abrazarme con fuerza. Le devolví torpemente el abrazo y permanecimos así durante un rato en que noté que ella me acariciaba la espalda.

—Tengo que irme, Viv —murmuré, separándome un poco.

Ella parecía de nuevo esperanzada cuando se separó, manteniendo las manos en mis hombros.

—¿Quieres que vaya contigo?

—Tengo una fiesta con mis amigos. Una fiesta universitaria —aclaré—. No creo que sea tu punto fuerte.

—No —puso una mueca y pareció cavilar algo durante unos segundos—. ¿Va a... va a ir ella? ¿Jennifer?

Asentí con la cabeza. Vivian apretó los labios, pero no dijo nada al respecto. Solo me observó fijamente.

Tres mesesWhere stories live. Discover now