Todos mis amigos son miembros del grupo, pero Andrés hoy amaneció indispuesto y no pudo venir. Maximiliano, por su parte, se lesionó el año pasado, y esta es una razón que lo mantiene pensando en la posibilidad de volver a integrarse.

—Hola, Liam. —La voz de Juliana capta mi atención y volteo ligeramente a un costado para ver que me sonríe, desbordando esa alegría tan típica y el aura risueña que la caracteriza.

Jackson la sujeta de la cintura sin consideración como si se tratase de su pertenencia, viéndome de forma amenazante.

—Hola, Juliana —respondo en su mismo tono, devolviendo el gesto afable antes de salir por completo de su campo de visión. No quiero ser asesinado por Jack y tampoco verla por mucho tiempo, porque es inevitable pensar en su amiga cuando lo hago.

Hace más de dos semanas se fue Arya. No sé exactamente a dónde, lo único que tengo claro es que después de mi conversación con Max en la me contó que se había ido y que rogué que todo fuese un chisme más, no he podido dejar de pensar en ella. Sin embargo, no me atrevo a averiguar por mí mismo su destino ni la razón de su partida.

Se fue, es lo único que sé y lo único que me importa.

Los rumores dentro del instituto no se han hecho esperar, unos que van desde que se fue de la ciudad, que padece de una enfermedad terminal y hasta que está embarazada. Son simples ideas absurdas que me causaron gracia al principio, pero que ahora me mantienen pensando. Sobre todo por sus palabras el día de nuestra última discusión, en la que dijo que si se marchaba sería únicamente mi culpa.

Maximiliano ha intentado conseguir información al igual que Andrés, pero su amiga solo les ha dicho que se ha ido por las vacaciones fuera del país. Yo no me trago la historia después de haberla visto mal la última vez. Además de que no tiene sentido que se haya ido dos semanas antes del inicio de estas, cuando todavía quedan pruebas y evaluaciones pendientes.

Ni siquiera es necesario que afirme que echo de menos verla, porque creo que es tan evidente como el hecho de que no la puedo sacar de mi cabeza. Mentiría si dijera que no me encantaría que estuviese al menos para recordarme lo idiota que soy, aunque no sea imperativo, porque solo de sus labios cobran verdadero sentido.

Me lo repitió tantas veces, que no es difícil oír su voz en mi cabeza aunque ella no esté cerca.

Tan presente la tengo en mis pensamientos que incluso me vi contándole a mi madre todo lo que ha pasado entre nosotros y cómo me siento ahora con ella y su repentina ausencia, lo que ha bastado para idear teorías sobre mi supuesto enamoramiento.

—¿Por qué nos hace perder el tiempo? —masculla Christian, sacándome de mis pensamientos cuando lanza con furia su toalla a la banca que se encuentra dentro de los vestidores.

Está enojado, y lo conozco lo suficiente como para saber que no debo responder nada si no voy a poder disipar su ira, así que mejor me abstengo de hacer cualquier comentario y me introduzco a una de las duchas para lavarme todo el sudor que traigo encima. Mis amigos también hacen lo mismo.

Chris cumplió diecisiete años durante las vacaciones de verano y apenas hace unos días iba a presentar finalmente su examen de conducir porque así lo proclamó su madre, pero se lo han cancelado por idiotas, según explica él.

Es evidente que debe haber algo más y estoy seguro de que reprobó la prueba y por eso no quiere decir, porque no sería la primera vez y teme que lo molestemos. Entendemos que su mal humor de los últimos días se debe a esto y por los momentos solo aceptamos jugar siempre que lo solicita; consideramos que es una forma de desahogo en el que puede ser él mismo en todo sentido y además, canalizar su ira.

Canela ©Where stories live. Discover now