11; Jeon Jungkook

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BUSÁN, 11:23 A.M

-Sí, claro.- Reprocha Jimin, quien está en su tocador repasando el delineador que se había hecho minutos atrás después de incontables intentos.

Han pasado unos días desde que me puse enfermo, pero me he recuperado rápidamente gracias al cuidado por parte de mi madre y de Jimin. Y el tiempo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos, pues hoy es el día del concierto, por lo que mi gran y mejor amigo ha pensado que es una buena idea venir a su casa bien temprano para prepararnos. O solo él, mejor dicho.

-¿Cómo no vas a estar nervioso por el concierto? Dios santo. Yo si fuera tú estaría escalando por las paredes en este mismo momento.

Me encojo de hombros nuevamente y miro mi teléfono, esperando algún mensaje de Tae incluso siendo consciente de en su último mensaje dejó en claro que no podría hablar. Desde el día en que enfermé no había recibido ninguna respuesta por su parte, pero me estoy comenzando a preocupar más de lo que debería. Casi ha pasado una semana.

-En realidad, no tengo muchas ganas de ir.

Y, de poder hacerlo, habría pagado por poder grabar la expresión facial que pone Jimin al escuchar mi comentario. Abre los ojos desmesuradamente y niega con la cabeza para volver a su tarea de maquillarse.

-Ni en tus sueños vas a faltar a ese concierto. No pienso quedarme a solas con La Loca.

Río al recordar la mala relación que hay entre ellos dos. Lisa, o según Jimin "La Loca", había estado enamorada de él desde que los tres empezamos con las clases de ballet. Por mucho que ella fuera detrás, él trataba de apartarle delicadamente, pero nada funcionó hasta que confesó ser gay. Se lo tomó tan pero tan mal que arrancó de raíz todo tipo de relación que hubiera entre ellos en ese momento, incluido dejó de asistir a sus clases de ballet.

-Ven aquí, que es tu turno.

Con miedo a negarme y que por consiguiente me monte un numerito, le hago caso y voy hacia el tocador. Como si tuviera otra opción.

Comienza a poner potingues y polvos extraños en mi cara. Una hora, una maldita hora más tarde, acaba con su "obra de arte". Eso sí, cuando me miro en el espejo casi no me reconozco, pero debo admitir que Jimin hace bien su trabajo.

De repente, se levanta de la silla que había colocado enfrente mío mientras me maquillaba y se dirige a su armario.

-No, no, no...diosito... ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Y es que el hecho de que quiera vestirme con su ropa es ya la gota que colma el vaso. Antes muerto que llevar sus prendas. Jimin asoma su cabeza entre las puertas correderas y me mira con una ceja alzada.

-Espero que no te estés quejando, porque no pienso dejar que vayas con esos trapos.

Un tanto extrañado, miro hacia abajo para comprobar si mi ropa a la que se refiere como "trapos" no son tan inadecuadas como dice, pero niego al ver que llevo una sudadera gris, un pantalón de chándal también gris y unas converse negras.

-Tampoco voy tan mal.- Digo en un susurro, pues si llego a decirlo en alto o llega a escucharme protestando por lo bajo, es capaz de cortarme la cabeza.

En cuanto a gustos Jimin es muy exquisito o, mejor dicho, selectivo. Por lo que la ropa que a mí me parece normal para él es anticuado e indecente.

Después de una larga espera, sale de su armario con varias prendas en su mano, las cuales lanza sobre la cama al no aguantar el peso. Miro sobre mi hombro, pero aparto rápido la mirada al comprobar que cada pieza es peor que la otra.

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