Un amor apasionado de verano, un líbido sueño, deseo, pasión, muerte y destrucción. Eso es lo que sentí cuando sus pupilas verdes se posaron sobre mis ojos azules.
#FicCringe
Este era mi outfit para aventarme de las escaleras:
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Algo muy simple, pero elegante, y digno para la ocasión. Blanco, para que todos en mi lecho de muerte me recuerden como la doncella pura y virginal que soy.
Bueno, que fuí.
Llevaba en mi mano derecha una copa de vino tinto, había puesto de fondo para acompañar mis últimos momentos, una canción de ABBA... ya se, soy raro, un grupo que nadie conoce y que es muy underground.
—Con que así terminará el gran Luke Hemmings... muerto de amor por un humanoide verde con un pene de 25 centímetros que no dura ni 2 minutos, ¡todo por esa estúpida ogra! ¡¿dónde estás, malnacida?!—decía entre lágrimas, sollozando—¡SHREK, SHREKSITO, COMO PUEDES SER TAN CRUEL CONMIGO, YO QUE TE HE DADO TODO!
Miré el borde de las escaleras... claro, he escogido mis escaleras favoritas. No creas, puta Fiona, que moriré sin estilo. Seguro has de ser una vendedora de herbalife más.
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—¡Oh, Shrek, por que me hiciste esto, y yo por qué tendré que tener tal trágico final!—volví a mirar el borde, esta vez un poco con más mareo y sensación de vértigo—¡SHREK, ME ESTÁS ESCUCHANDO, ME VOY A SUICIDAR!
Empezaba a reconsiderar mi opción, el ni siquiera parecía inmutarse con todo mis llantos. Quizás aventarme no sea lo mejor, y quizás él no valga la pena...
Nah.
Escuché un ruido en la puerta del fondo a la derecha, y pensando que era Shrek viniendo a mi rescate, me aventé en ese justo instante para que él se arrepintiera de lo que me ha hecho, que sienta CULPA.
Únicamente sentí el golpe de las escaleras, hasta que todo se volvió negro.
La escena era una mirada desastrosa, pero a la vez... GLORIOSA. Estaba aquél rubio querubín con la boca de arándanos abierta, la mirada perdida en un amor roto, su bata blanca teñida, la copa del vino añejo rota y su mano como quién arranca una rama del árbol de naranjos, el vino púrpura derramado alrededor de él, como la sangre de Jesucristo, mezclándose con la suya. Era una escena dramática, celestial, de vitral de Iglesia... y aparte, las sirenas de los policías en el fondo sonando, las luces rojas y azules reflejándose en el azulejo italiano, los periodistas y reporteros inundando la casa...
Y ABBA seguía sonando.
Pero su vida era un chiste, que hasta su intento de suicidio había fallado.