25. Marcando territorio

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Frunzo en ceño, no solo sorprendido por su repentina aparición, sino por la apariencia que muestra en las mañanas. No sé si como siempre está molesta, pero sigue pareciéndome bonita con ese desastroso rodete alto en su cabeza.

—Mi cara está arriba —dice, aunque no parece molesta. Aun así, me avergüenzo y el temor de volver a arruinar todo con ella me invade.

Trago grueso por su inmemente reacción negativa y por lo que tengo en frente, luego levanto la cara y de inmediato la veo a los ojos.

—Lo siento. —Exhibo una pequeña sonrisa a modo de disculpa que ella observa, pero que no me devuelve.

Me hace sentir extraño.

Ayer estaba sonriendo más de lo que le he visto nunca, y cuatro veces es mucho, sinceramente. ¿Cómo es que ahora es tan seria e inexpresiva?

—Los otros baños están ocupados, ¿me vas a dejar entrar o no? —vuelve a hablar, porque mis pies permanecen estáticos en el suelo por alguna razón.

—¡Ah!, claro, sí... Lo... lo siento —añado, pero de nuevo no alcanzo a moverme.

Me siento más extraño.

¿Desde cuándo soy tartamudo?

—Entonces muévete —pide, porque estoy tan concentrado en detallar las iris verdes de sus ojos, que permanezco pasmado en el mismo lugar como idiota.

Tampoco creo querer moverme.

—Sí, perdón. —Ahora sí, me obligo a despegarle la mirada y la esquivo para salir. Probablemente esto consiga que se enfade más, y no está en mis planes que así sea.

—No te disculpes tanto —dice, antes de cerrar la puerta a mis espaldas.

No digo nada, porque de cualquier manera no le importaría. Además, seguramente de mis labios no salga más que otro ridículo intento de pedir disculpas.

Solo regreso más confundido a mi habitación a dejar las cosas.

Ya Max no se encuentra allí para cuando vuelvo, por lo que deduzco que está usando uno de los baños. Dejo la ropa arreglada de vuelta en la maleta y al ser todavía temprano, me quedo un rato revisando las fotos que hice ayer mientras espero a mi amigo para salir a desayunar a las siete y media, como nos han indicado anoche.

—¿Qué tal? —inquiere al irrumpir en la habitación después de un rato—. Ya es hora de desayunar, han ido por la comida —me informa. No me deja responder a su pregunta, continúa mientras cuelga su toalla de un perchero.

—Bien, gracias.

Le agradezco, dejo el celular a nada de apagarse de vuelta en la cama mientras espero que él termine de desordenar su desastre y juntos salimos de la habitación.

Al llegar a la sala vemos a Juliana en uno de los sofás jugando algo en su celular. No hay nadie más, así que supongo que están en sus cuartos. Mi amigo se sienta a un lado de la pelinegra y observa con dedicación lo que ella está haciendo, como si fuese lo más entretenido del mundo, al tiempo que se introducen en una conversación que solo ellos entienden.

Sonrío al verlos.

Parece que esto del viaje sí ha funcionado bien en ellos a diferencia de su amiga y yo, y no me sorprende. Pero ahora debo aceptar que me molesta más de lo que me gustaría. Porque no debería importarme llevarme bien con ella, pero me importa y mucho. Quiero que sea diferente.

Necesito que nos llevemos mejor.

No presto atención a lo que están hablando, solo conservo la idea de que se trata de un juego de agilidad que están jugando y que a Arya le gusta mucho, por eso practica para vencerla, porque nunca es capaz de hacerlo.

Canela ©Onde histórias criam vida. Descubra agora