Luego de que la pierdo de vista, me toma unos minutos intentar procesar lo que acabo de hacer, maldiciéndome internamente al mismo tiempo por tomar una mala decisión tras otra cuando se trata de ella e ideando un nuevo modo de acercármele para disculparme por otra de mis estupideces.

Pero solo alcanzo la conclusión de que es imposible, porque estoy seguro de que ahora menos que nunca ella querrá hablar conmigo, y eso complica las cosas.

Sin más que hacer, seguro de que ya ha sido suficiente por esta noche, me ubico en el mismo patio en el césped, intentando distraerme un poco antes de irme finalmente a casa porque lo que menos quiero es que mis pensamientos insoportables me lleven a tener un accidente en carretera.

Aquí paso un largo rato, jugando con la grama sin romperla hasta que la voz de Maximiliano se hace oír a mis espaldas en el oscuro patio.

—Liam, ¿qué haces aquí afuera? Chris y yo te hemos buscado por todas partes. Pensamos que te habías ido sin despedirte y ya el imbécil había empezado a hablar pestes de ti.

Suelto una risa nasal. Ese Christian no perdona a nadie.

Max, al notar que me demoro en responder porque al no saber cuáles son las palabras adecuadas para decirle las medito, se sienta a mi lado y permanece a la espera en silencio.

—Estaba pensando —contesto sin moverme para verlo.

—¿Tú piensas? —pregunta con sorna y esta vez sí lo miro, pero mal, antes de reír sin ganas.

—Idiota —mascullo burlón.

Él se burla, y yo regreso mi vista al frente sin darle demasiada importancia.

—Bueno, la última vez que te vi ibas a hablar con Arya, ¿lo hiciste? ¿Ya te perdonó?

Intenté hacerlo, pero es algo que todavía me parece imposible.

—¿Crees que me dejó? —pregunto retóricamente, pero mi amigo no entiende esas cosas que van más allá de las capacidades de su coeficiente intelectual. Emite un sonido gutural, dando a entender que está pensando su respuesta—. No, Max, no lo hice. Ella solo no quiere escucharme... —informo, más afectado de lo que creí que podría estarlo, luego suspiro—. Pero sí le devolví su celular.

—Vaya —musita, captando mi atención que paso a verlo con el entrecejo fruncido, no entendiendo su contestación. Él sigue ante mi confusión—. ¿Cómo es que estás vivo? —pregunta con burla.

Solo alcanzo a formar una mueca. En este momento no estoy con ánimos de bromear, mi mente se mantiene trabajando más que de costumbre en algo que no debería.

—¿Siempre eres así de divertido? —cuestiono con sarcasmo, fingiendo una sonrisa que le provoca una real a él.

—Claro. Entonces, ¿qué te dijo cuando se lo entregaste? Es que todavía no entiendo. ¿No le dijiste nada? Porque al menos pudiste decirle: "Escucha, preciosa, estoy loco por ti y necesito que lo sepas" —exclama con voz femenina, con su inagotable intención de molestarme e imitándome muy mal.

No debería darme risa, pero lo hace, y no me esfuerzo por ocultarlo.

—¿Cómo mierdas iba a decirle eso, estás loco? Además, estábamos hablando del celular. Te estaba diciendo que... —me interrumpo y suspiro antes de continuar con rapidez, porque me arriesgo a que tras mi confesión se antoje de molestarme y es mucho lo que tendría que soportar—. Yo no se lo entregué en sus manos. La besé, y cuando se estaba alejando para irse, lo metí dentro de su bolso sin que se diera cuenta.

—¿¡La besaste!? —interroga receloso. Asiento simplemente con lentitud, analizando si es necesario el grito que acaba de soltar—. ¿Y lo dices tan tranquilo?

Canela ©Where stories live. Discover now