#26

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Hi uwu

Hoy es el cumpleaños de mi bebé Katsuki <3 O sea, lo fue ayer si hablamos de Japón xD 

En fin, aquí el capítulo que prometí hace muchísimo tiempo, pero que la U me impidió hacerlo. 



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Todoroki volvió a ingresar a la habitación de Bakugou sosteniendo el recipiente plástico que había vuelto a llenar con agua al baño, cerrando la puerta detrás de él con la ayuda de su cola mientras se dirigía a su moribundo hermano que yacía con un horrible dolor de cabeza sobre la cama. -¿Necesitas que te traiga algo más?

-Dile a Bakugou que venga, por favor... -Respondió apenas el joven lobo sin siquiera poder despegar su rostro de la almohada. Se sentía del asco y necesitaba a su esposo a su lado, pero sabía que él no aparecería sino hasta que volviera del trabajo.

-Está bien. –Aunque sabía que sería inútil seguir insistiéndole al humano a que subiera al cuarto a ayudar a su hermano a no morirse, Todoroki obedeció a la petición del lobo pelirrojo para que al menos no perdiera la esperanza.

Eijirou soltó un angustiante quejido que se perdió entre la suavidad de su almohada. Su cuerpo parecía ya no pertenecerle y lo único que quería era tomar litros y litros de agua con tal de evitar que su alma se fuera por el escusado.

Ayer había bebido demasiado vino durante la reunión con los padres de su esposo, Bakugou, resultando de ello el acabar borracho y perdiendo por completo la conciencia una vez arrancó con el auto junto al humano. El joven lobo ni siquiera podía recordar qué demonios pasó después de eso, despertando todo desorientado dentro de la habitación de su esposo y sin él a su lado, escuchándolo caminar por la primera planta de la casa, deduciendo que se estaba preparando para ir a trabajar.

El primero y el único que había aparecido toda esa mañana para ayudarlo a revivir fue su hermanito querido Todoroki, a quien había mandado ya un par de veces a buscar a su esposo para hablar, siendo el mismo muchacho quien volvía al cuarto para notificarle que Bakugou decía estar ocupado como para hablar con alcohólicos.

Eijirou había entendido que Bakugou no subiría ni siquiera para despedirse de él. Realmente no sabía decir si se encontraba enojado o simplemente molesto por lo que había sucedido, pero Eijirou comprendió su decisión de todas formas. Después de todo, el olor que llevaba encima era suficiente razón como para entender que nadie querría acercársele.

-Quiero vomitar... -Era la primera vez que se emborrachaba, siendo aquel un concepto que le había enseñado y explicado su hermano lejano Shinsou allá en su consulta. Dentro de su manada no era algo que pasara todos los días, es más, posiblemente en toda su vida jamás habría visto a un hermano del bosque estar "borracho". Normalmente existían casos de envenenamiento o mareos por asfixia, pero nunca había escuchado que alguien dentro de la manada estuviese borracho.

Pero Eijirou prometió que aquella sería la última vez que experimentaría algo como una borrachera. La experiencia fue divertida al principio, pero si tendría que pasar por ese terrible dolor de cabeza y sensación de asco a la mañana siguiente prefería mil veces tomar agua y abstenerse de todo lo que tuviera que ver con alcohol.

Aunque tampoco se quedaría toda la mañana llorando por lo que ya había sucedido.

Eijirou dejó de lado la amargura de aquel recuerdo para darle paso a su enorme y hermosa sonrisa de perro feliz. Ayer finalmente había conocido a sus suegros: a los padres de Bakugou. No podía sentirse más agradecido con la vida por haberle otorgado aquella oportunidad y gran momento en donde no solo pudo conocer a aquel par de maravillosas personas, sino que también en donde tuvo la oportunidad de convivir con ellos y demostrarles su amor y admiración por Bakugou.

¡Mamá, me casé con el perro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora