La leyenda del último beso

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Los personajes de Bleach pertenecen a Tite Kubo. Las leyendas pertenecen a la herencia cultural del pueblo.

Advertencia: Contienen Ooc y no siempre serán finales felices.

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LA LEYENDA DEL ÚLTIMO BESO.

LEYENDA MEXICANA.

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La bella ciudad de la Sociedad de Almas se distingue por sus muy hermosas y elegantes construcciones. Los edificios y casas construidos con ladrillo y pintados de colores pastel con techos de tejas rojas, dan muestra de la arquitectura clásica de la época y las calles de piedra y los balcones de las casas le dan un estilo acogedor.

Por estar situada en una colina, la ciudad está llena de estrechas calles y callejones. Muchas de las calles son tan angostas que los balcones de las casas colindan, por lo que es muy fácil salir al balcón y tocar con la mano la pared de enfrente. Y fue en una de estas casas, en las que se llevó a cabo una de las más lindas y trágicas historias de amor.

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Rukia Kuchiki era una joven encantadora, muy bella y bondadosa que estaba bajo el cuidado de su padre, pues su madre murió cuando era niña. Su padre, Byakuya Kuchiki era un hombre muy apuesto, pero de mal genio, llegando a ser violento en algunas ocasiones. Él fue un comerciante acaudalado hasta que su esposa Hisana enfermó y gasto casi todo su capital tratando de hallar un remedio para su mal, ocasionando así, su cambio de carácter.

Byakuya quería mucho a Rukia, al punto de atemorizarle que algún día un hombre quisiera separarla de su lado, pues sentía que no podría soportar la pena de perder al único amor que le quedaba. 

A causa de sus temores,  Byakuya Kuchiki siempre trató de tener a Rukia aislada de la sociedad. Ella sólo salía a la calle si era acompañada por su padre o por su doncella, Yoruichi.

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Esa calurosa tarde Doña Rukia, como la llamaban los vecinos, ataviada en un fino vestido de encaje azul, largo y de vuelo, salió con su doncella al parque para distraerse un rato caminando por los alrededores y para mitigar el calor con un delicioso helado.

―Yoruichi, creo que ese caballero me está mirando. ―le comentó a su doncella, mientras agitaba con suavidad su abanico de tono azul, refiriéndose a un chico que vestía de pantalón negro, camisa blanca y sombrero negro, que desde una banca del parque no le quitaba la vista de encima.

―Ignóralo mi niña. ―le dijo Yoruichi. ―Ya sabes que a tu padre no le gusta que hables con desconocidos. ―en realidad a su padre no le gustaba que hablara con ningún tipo de hombre, conocidos o desconocidos y menos si él no estaba presente.

Ellas se sentaron en una banca del parque que quedaba casi enfrente de la del chico, a poco más de un metro de distancia. Rukia ya sabía cómo era su padre y por eso no se fijaba en ningún caballero, en realidad no había conocido a alguien que realmente le interesara; hasta ahora, pues no entendía el motivo, pero no podía dejar de contemplar a aquel chico de cabellera naranja.

Ese joven de cabellera naranja era Don Ichigo Kurosaki, un humilde minero a la vista de todos, pero en realidad al no tener familia y ser muy trabajador había amasado una pequeña fortuna. Ese día también disfrutaba de un paseo en el parque y al momento de ver a esa joven de ojos violetas también quedó prendado de ella.

―Yoruichi, podrías traerme una agua fresca, por favor. ―le pidió Rukia a su doncella, al ver que el joven la seguía viendo y presentir que tenía intenciones de hablarle.

Antología de amores eternos.Onde histórias criam vida. Descubra agora