—Mira, yo no tengo por que darte explicaciones. Pero para que te enteres de una vez, yo AMO a Dexter y para nada voy a dejar que intentes estropear este día con tus tonterías ¡Así que vete de aquí!

Cerró la puerta con tanta fuerza que con suerte no la mandó a volar. Suspiró molesta pero aliviada de que se había librado de esa gata sin orgullo. Podía escuchar como Princesa se alejaba sin dejar de reír.

Volvió a su espejo, volvió a mirar cada centímetro de su vestido y volvió a sentir el mismo nerviosismo de hace unos minutos que le llegaban a la garganta en forma de nudo. Estaba a punto de casarse y no quería llorar para no estropear su maquillaje.

La puerta volvió a sonar.

Esta vez preguntó quien era, puesto que de ningún modo volvería a abrirle a Princesa. Al escuchar al fondo la voz de su padre, el Profesor, suspiró aliviada y abrió la puerta. El pasó regalándole dos besos en cada mejilla y sentándose junto a ella en la cama.

—Profesor, ¿Qué hace aquí? Debería estar abajo esperándome. — Blossom sonrió tiernamente y abrazando a su padre, el cual correspondió agradecido.

—Lo sé Blossom, pero quería asegurarme que todo esta bien por aquí. Vi a Princesa salir de tu habitación. — ella asintió separándose de él; bufó molesta, cruzándose de brazos. —¿Te dijo o te hizo algo? Bien se que esa niña no es de fiar.

—No te preocupes Profesor, no pasó nada. —volvió a tomar la sonrisa anterior— solo pasó a saludar, pero ya sabes como me molesta su sola presencia...

—Sí, soy consciente de ello.

Blossom comenzó a jugar con su cabello, haciendo el mismo movimiento con su mano, como si se peinara el flequillo.

—Estas nerviosa ¿cierto? —preguntó mientras tomaba ambas manos de su hija.

—Nerviosa es decir poco. — rio quedamente.

—No te preocupes, es una buena decisión la que estás tomando. —tomó el rostro de la pelirroja la cual no hacía mas que girar de un lado a otro intranquila. Lo tomó entre sus dedos y le dio un pequeño beso en la frente y la observó a los ojos, los cuales amenazaban con inundarse en cualquier momento. —Por favor, tranquilízate, no te alteres. Se que es un gran cambio en tu vida, pero es lo mejor. No puedes dejar a tu hijo sin un padre querida, tenías que casarte algún día.

Ella asintió, pero muy dentro de sí, algo le parecía extraño. Por qué su padre, el cual siempre había sido un hombre de ciencia con sus propias creencias, estaba tan persistente en que debía casarse, y por la iglesia, además. No lo entendía, pero si él realmente quería algo así, no iba a cuestionárselo e iba a cumplir su deseo, después de todo, se lo debía por haber sido el mejor padre del mundo.

—Lo sé... papá. Si tu eres feliz, yo también soy feliz. — se envolvieron nuevamente en un cálido abrazo, en lo que las dos hermanas de la chica entraban a la habitación.

—Hola holita, mamita. — Saludó su hermana rubia radiante de felicidad, mientras se arrojaba a los brazos de su hermana mayor. —¡Hoy es tu gran día, Bloss!

—Bubbles, deja de ser tan pegajosa. —Buttercup tomó del vestido a la chica rubia y la separó casi a la fuerza. —¿Cómo estas Bloss, todo bien antes del momento de oro? —preguntó la morena con una ceja alzada y media sonrisa.

Antes de que las chicas pudieran terminar de hablar, la bocina de un coche sonó desde abajo un par de veces. Todos se asomaron por la ventana, para ver como la gran limusina color beige se paraba de manera estruendosa, casi derrapando. La persona que conducía bajó la ventanilla para asomarse por esta.

Rojo cual pecado (Blossick)Where stories live. Discover now