Phineas Nigellus hizo una pausa en los forcejeos con que intentaba liberarse los ojos y se rió disimuladamente.

-Nacidos de muggles -dijo-. Las armas de hechura duende no necesitan limpieza, ingenua niña. La plata de duendes repele el polvo mundano, absorbiendo solamente aquello que la fortalece.

-No la vuelva a llamar así -gruñó Harry.

-Profesor Black -dijo Hermione-, ¿No podría decirnos, por favor, cuando fue la última vez que la espada fue sacada de la vitrina? ¿Me refiero a antes de que Ginny la tomara?

Phineas bufó impacientemente.

-Creo que la última vez que vi la espada de Gryffindor fuera de la vitrina fue cuando el Profesor Dumbledore la usó para abrir un anillo de un golpe.

Annie miró a Harry.

-¡Harry! -gritó Annie.

-¡Lo sé! -gritó Harry. Incapaz de contenerse a si mismo, dio un puñetazo al aire; era más de lo que se había atrevido a esperar. Caminó a zancadas por la tienda, de arriba abajo.

-La espada puede destruir horrocruxes -dijo Annie comprendiendo, sintiendo un subidón de emoción.

-¡Harry esa espada esta impregnada con veneno de basilisco!

-Y Dumbledore no me la entregó antes porque aún la necesitaba, quería usarla en el Relicario...

-...y debe de haberse percatado que no te dejarían tenerla si te la dejaba en su testamento...

-E hizo una réplica -dijo Annie.

-...Y puso una falsificación en la vitrina...

-... Y dejó la verdadera... ¿Dónde?

Ese era el dilema. Podrían haber cientos de lugares probables.

-No creo que la haya dejado en Hogwarts -dijo Annie mirándolos.

-Tal vez la dejó encargada con alguien -sugirió Hermione.

-¿Qué piensas tú, Ron? -preguntó Harry.

Por un desconcertante momento pensó que Ron había dejado la tienda, luego se dio cuenta que Ron estaba tendido en una litera envuelto en las sombras, inmovil.

-Oh, se han acordado de mi, ¿eh? -dijo.

-¿Qué?

Ron bufó con la vista fija en la parte de abajo de la litera superior.

-Prosigan. No dejen que les estropee la diversión.

Annie miró desconcertada a Ron.

-¿Cuál es el problema? -preguntó Harry.

-¿Problema? No hay ningún problema -dijo Ron aún rehusando mirar a Harry-. No en lo que a ti respecta, de cualquier forma.

Se escucharon varios golpes sordos en la lona sobre sus cabezas. Había empezado a llover.

-Bueno, evidentemente tienes un problema -dijo Harry-. Escúpelo, ¿quieres?

Ron balanceó las largas piernas fuera de la cama y se sentó. Se le veía sórdido, no parecía él mismo.

-Esta bien, lo escupiré. No esperes que salte arriba y abajo por toda la tienda porque hay otra condenada cosa que debemos encontrar. Añádela a la lista de
cosas que no sabes.

-¿Qué no sé? -repitió Harry-. ¿Qué no sé?

Plunk, plunk, plunk. La lluvia caía cada vez más fuerte y pesada; produciendo leves ruidos en la capa de hojas esparcidas alrededor de ellos y chapoteando en el río a través de la oscuridad.

Annie y las Reliquias de la MuerteWhere stories live. Discover now