Monstruos en el techo

Vinieron juntas y se van separadas

Era irónico pensar cuán vacía se sentía ella
Si hacía cinco minutos tenía dentro una galaxia entera.
Ahora solo quedaba un montículo de arena
Con cadáveres de flores pisoteadas por su hermana gemela.

Las voces se escuchaban lejos,
El cuerpo ligerito, el viento se la lleva consigo,
¿Nadie pensó en decirle a la niña qué había pasado?
Ella los escuchaba aunque tuviera los ojos cerrados.

Poco a poco su mente se fue despertando,
De fondo escuchó un alarido y un llanto.
La niña había abierto los ojos azulados
Para encontrar un espectro atado a su mano.

"Te quedas conmigo..." le dijo con picardía.
"¡Te pierdes conmigo!". El monstruo le sonreía.

Se movió, se movió pero nada le permitió moverse,
La habían atado los monstruos con las manos hacia el frente:
"Despídete de la piel, dile adiós a lo que ahora ves"
Dijo el monstruo más grande que alguna vez pensó ver.

Ella se rehusó a perderlo todo
Y con todas sus fuerzas le gritó al monstruo que no,
Pero su voz se perdió en la inmensa habitación.
El resto de los monstruos se la quedaron viendo con aparente admiración.

"¡¿A dónde me llevarán?!". Preguntó sin saber qué pasaba,
Pero la niña había perdido el control de su propia alma.
"¡No pueden apartarme de ella!", pero las risas fueron su respuesta.
Unas garras le apretaron la carita, diciendo: "¿Nos la llevamos también a ella?"

Y ya no había nada que pudiera hacer contra esas bestias malvadas.
Pero antes de entregarse a los fantasmas,
Les pidió que le dejaran la memoria intacta
Para visitar a su hermana cuando ella se quedara y la otra se vaya.

Olía a petróleo o a alcohol.
La habitación.

No le podían decirle que había muerto.
No podían romperle el corazón.

Solo podía decirle que dolía cuando intentaba sacarlo,
Y por eso era mejor dejarlo donde se encontraba encerrado.