Flores al abismo

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Ella se incorporó y miró hacia el techo desde adentro.
Parecía más blanco en ese momento que en sus recuerdos.
Pensó en cuánto tiempo había estado durmiendo
Y si los gusanos ya habían comenzado a comerse su cerebro.

La claridad de la ventana le dio confianza para atreverse a tocar su propia cara.
Húmeda y suave cuando respiraba; seca y áspera cuando aguantaba las ganas.

Ella observó sus pies estirados fuera del colchón ajustado.
El mismo en el que había dormido los primeros trece años.
Pero ahora que los relojes se habían detenido
Era difícil saber cuántos habían transcurrido.

Se deslizó hacia adelante y caminó descalza sobre la alfombra llena de gérmenes.
Dio pasos hacia el frente con la espalda encorvada y ojos de interés,
Miró al suelo y notó que su vestido ya no cubría sus extremidades inferiores, 
Pero sus piernas desnudas no sentían la temperatura en el aire.

Estaban entumecidas, muertas o dormidas... todavía.

Con la mano abrió giró la perilla 
Pero necesitó la otra para jalar la puertecilla.
El brillo de la sala deslumbró su mirada primitiva
Y la hizo cerrar los ojos, aunque ella no quería.

Descubrió el vacío en donde antes había recuerdos,
El piso estaba más sucio que el de la habitación donde había estado durmiendo.
El silencio entumeció sus oídos, pero no distrajo sus pasos que buscaron y buscaron
A esos padres que no recordaba haber visto llorando.

Corrió, embistió e ingresó en cada habitación.
Ningún mueble estaba dentro, ni una carta o una señal para su consuelo.
Más no se halló molesta por la ausencia de figuras paternas
Una vez descubrió que habían dejado la puerta de atrás abierta.

Caminó hacia el fondo, donde antes hubo un árbol rosado,
Junto al tronco calvo solo halló chécheres incautados,
Todos destrozados, destruidos o manchados.
La infancia era ahora un montoncito olvidado que nadie había rescatado.

Entonces algo la sorprendió, obligándola a detener sus pasos
Al ver a alguien familiar a través del espejo pisoteado.

Su nombre no se cruzó por su mente y su estomago se revolvió en un instante,
Pero lejos del miedo y la incertidumbre, el reflejó se mostró sonriente.
Ella no quiso devolverle el gesto amable, y decidió caminar hacia más adelante
Donde recogió flores pequeñas que crecían de la maleza verde.

Observó hacia arriba, 
No tan al cielo... no a las estrellas obscurecidas, 
No al lienzo azul claro o al papel de las fotografías.
Ella nunca llegó tan arriba.

Al menos ahora lo sabía.

Se nutrió de esa fuerza en la verdad y puso todo en su lugar,
Incluyendo a esa escalera que, lejos de acercarla a su hogar,
Solo la llevaría a ese sitio donde, quizás, aprendería a flotar.
Porque así era como había iniciado... con las ganas de volar...

Recordaba todo.

Recordaba muy bien todo.

Y una vez allí, lanzó flores desde el techo
Hacia ese borde donde habían caído los espectros,
Ahora solo yacían retazos secos de sus cuerpos desmembrados,
Partes del pasado que nadie se molestó en haber empacado.

Cerró los ojos, sin miedo a quedarse dormida
Y, por primera vez en toda su vida,
Escuchó una voz completamente suya y no compartida
Decir y agradecer en plena armonía:

"Son para ti, vieja compañera,
Son para ustedes, viejas pesadillas,
Gracias por no devorarme viva.
Gracias por dejarme dormir otro día".



Monstruos en el techoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora