6. Mi esencia favorita

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No sé si ellos me creyeron la historia que databa una verdad a medias, porque hasta los momentos soy muy mala mintiendo por más que lo intente, pero espero que sí. No pretendo dar más explicaciones y contestar a otra sugerencia de mamá en la que asevera que lo mejor para ambos sería intentar llevarnos bien ahora que pasó esto y que el castigo en biblioteca es una oportunidad para hacerlo.

Jamás lo intentaría, y pienso que no tiene caso dar esos detalles después de tanto tiempo cuando es algo que ya he superado. Por eso intenté cerrar el tema con rapidez, ahora lo que me inquieta es que encima de estar castigada, aquel sujeto haya tenido parte de la culpa por mi primer castigo. Quizás inconscientemente busco excusas para detestarlo un poco más, pero no puedo evitarlo.

Todavía pienso que nada tuvo que pasar a mayores si ese Bonetti fuese actuado con la madurez correspondiente, y me enoja que cada día me demuestre que puede ser más imbécil. Aún me parece absurdo, y no termino de entender cómo ha armado aquel berrinche tan solo por una mancha reversible en su uniforme para luego hacernos quedar en ridículo y obligarnos a permanecer juntos cuando ni él me soporta ni yo lo hago con él.

—¿Solo por eso no fueron de compras? —La voz de Vanessa, que se hace oír incrédula, me extrae de mi ensimismamiento.

Ni siquiera la miro, dejo que Juliana hable por las dos y me limito a escuchar lo que dicen hasta que el término del descanso llega.

Justo ahora, me vendría bien tener mi guitarra para desprenderme del mundo y relajarme un rato tal como lo hice ayer luego del colegio, pero jamás traigo mi instrumento.

Casi nadie del instituto sabe que en mis tiempos libres me dedico a la música, con excepción de mis amigas, y lo mantengo casi como una actividad aislada. No me dedico a profundidad a este pasatiempo porque hace algunos años dejé de verlo como el camino a seguir para mi futuro, pero cuando lo hago, lo hago de verdad.

Siempre me ha transmitido paz perderme entre las cuerdas y esa suave textura de madera, lo mismo ocurre cuando mis dedos presionan las teclas del piano y el lápiz mecánico se mueve solo en el papel cuando la inspiración me lleva a crear piezas, y estas son las razones por las cuales no soy capaz de abandonar el arte. Es una de las partes más importante y especiales de mi vida desde que soy niña.

—Ari... Arya... —enuncia una voz, y levanto la mirada par ver a Juliana, que me mira con una pequeña sonrisa y sostiene su mano sobre mi hombro izquierdo para captar mi atención—. Es hora, cariño —indica otra vez.

—¿Hora de qué? —pregunto tontamente, pues sé que debe esta refiriéndose a que es momento de ir a clases.

Mi amiga suelta una risita burlona.

Miro a mi alrededor, pues solo percibo su tono y estaba esperando que otras risas jocosas la acompañen porque estoy distraída, pero me percato de que estamos solas.

—Obviamente hablo de las clases. Estás muy dispersa, hermana —añade comprensiva, a la vez que me pongo de pie para iniciar la marcha. Ella pasa su brazo derecho por mis hombros, rodeándolos, y de este modo nos encaminamos hacia los casilleros en busca de los libros para las siguientes clases—. ¿Es por el castigo que estás así, más que pensativa?

—Sí, supongo —confirmo, encogiéndome de hombros—. No solo me fastidia, me preocupa que se me escape el ojo con una sobrecarga de estrés —añado despreocupada, escuchándola reír.

Canela ©Where stories live. Discover now