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Capítulo 3

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De todas las malas experiencias puede salir algo bueno; de aquel horrible día salió un divertidísimo vídeo de YouTube en el que expliqué qué no se debe tolerar en una sesión de fotos y en qué momento es mejor salir corriendo. Era consciente de cuántas chicas me tomaban como ejemplo a seguir para tener una vida «fácil», y hacer ese vídeo me pareció una buena manera de advertirlas de que no todo es de color rosa. Además, le incluí un cómico storytime de cómo le robé la cámara a un fotógrafo.

Algunos seguidores se tomaron aquello con humor, otros aprovecharon la ocasión para tirar hate y rajar de lo mala persona que era con comentarios tipo: «No tienes dinero suficiente, que le tienes que robar a un pobre fotógrafo la cámara con la que se gana la vida».

Un «pobre» fotógrafo que había intentado abusar de mí.

Lo cierto es que el vídeo no fue lo único bueno, seguro que no has olvidado a Edgar, mi recién conocido vecino, ¿verdad? Menudo personaje...

Pues lo cierto es que yo tampoco lo había olvidado, de hecho, pasé varios días pensando en él. ¿Crees en el amor a primera vista? Yo no lo hacía, pero siempre he pensado que la primera impresión es la más importante, que basta con un solo minuto para hacerse una idea de cómo es una persona, y darse el lujo de juzgarla libremente.

Edgar me pareció alguien demasiado tranquilo, quizá un poco aburrido, pero, sin duda, era una persona capaz de despertar mi interés.

Creo que la vida nos puso puerta con puerta por algo.

Había disfrutado mucho de nuestra conversación y esperaba verle de nuevo. Para lo cual tuvo que pasar una semana, una puta semana entera.

Te voy a confesar algo de lo que no estoy nada orgullosa, y es que siempre he sido una persona un poco... intensa. Y seguro que piensas: «Bueno, no es para tanto, todos nos hemos puesto intensos alguna vez». Pues sí, tienes razón, todos hemos rozado el acoso cuando nos hemos colado por alguien, pero yo tenía demasiado tiempo libre y una mala suerte del carajo.

Pasé varias horas pegada a la puerta con la esperanza de poder ver por la mirilla cómo Edgar salía a tirar la basura; cosa que no sucedió, o al menos yo no lo vi. ¿Acaso se había muerto? Nadie puede estar toda una semana sin salir de casa ni siquiera para tirar la basura.

Probé a poner la música a tope y gritar muchísimo para los vídeos con la esperanza de que mi vecino viniese a quejarse; pero, como podrás imaginar, eso tampoco sucedió, al menos no como yo esperaba. Vivía en una comunidad de vecinos, era obvio que alguien vendría a quejarse, pero desgraciadamente, no fue el muchacho de cabello oscuro y ojos verdes al que yo esperaba, sino la marujona del piso de arriba, y he de decir que la señora no se cortó un pelo al gritarme lo maleducada que le parecía. Me disculpé unas treinta veces sin exagerar.

Como he dicho, pasada una semana desde nuestro primer encuentro, nos volvimos a ver. Curiosamente, nuestro encuentro fue algo fortuito y no tuvo nada que ver con mis intentos de cruzarme de forma «casual» y «para nada intencionada» con él —como siga así se me van a caer los dedos por hacer tantas comillas—. De hecho, nos topamos de forma totalmente inesperada, y me duele admitir que hice demasiado el ridículo.

Todo fue gracias a un arrebato.

Por más que lo parezca, nunca he sido el tipo de persona que se dedica a hacer locuras, de hecho, me enorgullezco por haber sido capaz de mantener la cabeza fría, pero siempre hay una primera vez para todo.

—Claro, el pobrecito es él, pero nadie piensa en lo que intentó hacerme. Seguro que, si me hubiese violado, todos estos estúpidos dirían que fue culpa mía por provocar demasiado —bufé y di un empujón al borde del escritorio, haciendo que la silla se moviera hacia atrás—. No es mi culpa que ese tío sea un maldito calenturiento que no sabe hacer su trabajo.

Lovelace [✔️]Where stories live. Discover now