4. No quiero un castigo

Start bij het begin
                                    

Hay alguien importante a quien debo ver allí, y desde que inició el curso no me he tomado el tiempo para hacerlo.

—Arelis de mi corazón —canturreo al llegar, dirigiéndome a la dueña del cafetín que sonríe al verme.

Es una mujer de cuarenta y dos años, alta, de anchos hombros y corpulenta. Siempre ha sido muy atenta y posee una facilidad inmensurable para ganarse el cariño de todos muy fácilmente, por esa sencillez que emana de su existencia.

Cuando la conocí, apenas tenía seis años. Ese día había olvidado mi desayuno en casa y tampoco traía dinero, y ella con mucha disposición me otorgó la comida completa y no me permitió pagarle al día siguiente. Desde entonces hablamos mucho, le tengo bastante confianza, cariño, y me gusta creer que tenemos un vínculo especial.

—Hola, mi niña linda. Tenía semanas de no verte por acá —responde con su sutil reclamo, mientras le extiende una bandeja de plástico con un sándwich a un chico—. Creí que te habías olvidado de mí.

—Claro que no, solo he estado algo ocupada. Discúlpame, sabes que te adoro —suplico, enviándole un beso en el aire que le hace sonreír.

He logrado comprarla con eso.

—Siempre me haces lo mismo —se queja —. Vienes por tu té helado de durazno, ¿no?

—¿Por qué me conoces tanto? —agrego, tiñendo de emoción a mis palabras.

Arelis forma una mueca jactanciosa que me hace reír, pero la expresión de mi cara se desvanece al ver aparecer a Liam, quien saluda amorosamente a la señora y a las demás cocineras con esa calidez que yo esperé en nuestro primer contacto.

¿Siempre tiene que estar en todo?

Arelis no me ha traído mi jugo, pero decido pasar de este y retirarme antes de que mi perfecta mañana se vea arruinada, porque no quiero permitírselo.

—Arelis, ya debo irme, pero te prometo que vendré mañana —puntualizo apresurada, provocando que me mire confusa.

—¿Tan pronto? ¿Por qué? No has tomado tu bebida.

—Tengo que imprimir un ensayo y temo que no me dé tiempo —miento, pero ella no tiene por qué saberlo.

—Vale, preciosa. Cuídate mucho.

Asiento como respuesta y me dispongo a abandonar el lugar, mientras me despido con un movimiento de mano del resto.

Volteo luego de esto para marcharme al fin como la cobarde que soy, pero gracias a mi torpeza, no alcanzo a dar tres pasos hacia adelante antes de tropezar con una niña que a su vez, derrama su bebida roja sobre Liam, que desde luego, no tardará en reaccionar por su uniforme tintado.

Cierro los ojos a la espera de su respuesta.

Solo esto quería evitar.

—¿¡No ves, niña!? —grita él, evidentemente enojado—. ¿Cómo se supone que estaré con la camisa manchada hasta el final del día?

Sus palabras en el elevado tono de voz, resuenan en el local, captando la atención de algunos de los presentes que se encuentran a nuestro alrededor.

La niña baja la cabeza y se encoge en su lugar, temerosa y avergonzada, pero eso no me impide vislumbrar que por su rostro comienzan a deslizarse pesadas lágrimas por el poco tacto que ha tenido el imbécil al hablarle.

Todavía hoy, me niego a pensar que él sea así.

—No le hables así, no seas bruto —intervengo, sorpresivamente segura y en calma. No quiero hacer el ridículo aquí.

Canela ©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu