También tenemos más amigas, pero no tengo la misma confianza con ellas. Entre esas está Andrea, la preciosa castaña de cabello corto y ojos claros que es más sarcasmo, rudeza y espontaneidad que persona. Es mi segunda chica favorita, porque esa sinceridad suya no tiene precio, y es algo que siempre he amado. Ella es de las personas que siempre dice las cosas a la cara sin rodeos.

Por otro lado, tenemos a Camila, la pelirroja de menor estatura, de contextura más gruesa y rostro cubierto de pecas. Ella es, por momentos, la chica más dulce que conozco, aunque cuando se molesta puede ser la persona más hiriente que he conocido, porque viene arrastrando patrones de su familia que no son sanos. Es la más sociable de todas y aunque su rostro denote dulzura y timidez, es lo que menos es capaz de ser. Ella es vivaz y enérgica también, soñadora y de esas personas empalagosas que siempre quiere dar abrazos y hacer amigos en cada rincón del mundo, pero generalmente si con aquello planea conseguir algo. Algo opuesto a mí. 

Yo no me considero una persona asocial ni solitaria, tampoco tímida, pero sí creo ser más selectiva en cuanto a la elección de amistades se trata. No es fácil para mí congeniar con todos y probablemente se deba a mi mal humor, ese que Yulia detesta y que le provoca ganas de asesinarme cada cinco minutos.

Ella dice que soy aburrida y demasiado seria para tener quince años, y no se lo discuto, pero porque no hay una guerra que sea capaz de ganarle cuando se le mete algo en la cabeza. Y aunque no tiene razón del todo, no insisto en contradecirla.

Me considero una persona paciente, tranquila y centrada; soy entregada, amo el arte y mucho más a la música. A esta edad creo estar parcialmente segura de lo que quiero para mi futuro y soy feliz al estar rodeada de sencillez y naturaleza. Eso no significa que sea aburrida.

Suelo llevar la vida con calma y en mi familia las cosas siempre han sido tranquilas, quizá también por el hecho de que soy hija única y la relación con mis padres es bastante compenetrada y bonita.

En casa solo somos tres y estoy en el mundo gracias a, como dice mi madre, un milagro. Su embarazo fue muy complicado en todos los aspectos y ni hablar del día de mi nacimiento en el que fueron más de quince horas en el trabajo de parto, donde mi mamá perdió, además, mucha sangre, y estuvo al límite de la muerte. Sin embargo, no soy hija única solo porque hayan quedado traumatizados, sino porque mi madre no pudo volver a embarazarse una vez más, por más deseos que tenía de hacerlo.

Pese a eso, nunca me hizo falta tener un hermano y nunca pedí uno como muchos otros niños lo hacen, al menos hasta donde soy capaz de recordar. Supongo que las atenciones que ellos me daban eran suficientes y tenía a Yulia. Jamás me sentí sola.

—Yo sí estoy súper emocionada por empezar —exclama sonriendo, mientras da pequeños, repetitivos e innecesarios aplausos eufóricos—. Quiero tener un novio ya, Ari —añade, como si ya no le quedara tiempo. Yo solo puedo reír—. ¿Ya tienes todo para mañana? —inquiere, refiriéndose a los útiles escolares para el curso en quinto año de secundaria que iniciaremos.

—Sí, Mariah se encargó de comprar todo durante nuestra ausencia. ¡Amo a esa mujer! —le contesto, hablando de mi niñera de la infancia que afortunadamente se quedó para el resto de lo que llevo de vida, esa que se quedó al cuidado de nuestra casa durante el viaje a Italia que tuvimos mis padres y yo para el verano como visita a mis abuelos paternos.

Casi todos los años vamos a Venecia, pero este que ha sido el período de vacaciones más largo que hemos pasado en casa de mis abuelos, ha sido de los mejores. Sobre todo porque mi primo Rugge, mi mejor amigo, vive allá, y tenerlo tan lejos es realmente un suplicio.

—Entonces todo está perfecto. Ya me muero por ver qué nos traerá este año a ambas —murmura, levantándose del puff para que finalmente abandonemos mi casa del árbol en el patio. 

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora