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Todas las noches la luna brillaba intensamente en Tierra Caliente, pero en esta ocasión tenía un resplandor rojizo

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Todas las noches la luna brillaba intensamente en Tierra Caliente, pero en esta ocasión tenía un resplandor rojizo... el calor era aún más fuerte en el pueblo y en la habitación de una posada dos cuerpos ardían en llamas... eran Emmanuel Montenegro y Andrés Duarte.

El pelioscuro besaba ardientemente los labios del rubio introduciendo toda su lengua en la cavidad bucal del más joven mientras que con sus manos recorría toda su anatomía centrándose en las carnosas y bien formadas nalgas del chico de los ojos de miel.

Andrés dirigió sus labios al cuello de Emmanuel y más que besarlo lo marcaba dejándole huellas de sus besos en esa blanca piel.

El rubio sólo gimió levemente ante esas caricias: ah ah...

A: ¿estás seguro que quieres hacer esto? dilo ahora porque llegará un momento en que ya no pueda detenerme...

Emmanuel dudó por unos segundos para decir con voz firme: sí, estoy seguro... te amo y te deseo...

Los ojos cafés de Andrés brillaron por la lujuria y sin esperar más comenzó a despojar al ojimiel de su ropa... al quitarle la camisa, el pelioscuro vio ese delicioso pecho con botones rosados... las tetillas de Emmanuel eran una invitación al pecado.

Andrés lamió el pecho del más joven percibiendo como el corazón de este latía agitadamente ante las caricias que recibía... el pelioscuro mordió y succionó la tetilla izquierda provocando otro leve gemido del rubio.

A: sabes delicioso...

Emmanuel no contestó nada, sólo cerró los ojos rindiéndose al placer... sintió como Andrés lo empujaba para caer en la cama sin que él dejará de morder sus pezones.

Las manos del hombre no se detenían tocando soezmente ese cuerpo que resultaba una tentación para cualquiera... el pelioscuro desabrochó el pantalón de Emmanuel y se lo quitó lentamente dejándolo sólo en un bikini de color blanco.

Andrés se relamió los labios al ver esa sensual figura semidesnuda en su cama... Emmanuel vio cómo el hombre lo miraba con ojos cegados por el deseo y a pesar de ser un chico de carácter fuerte se sintió intimidado... se sentía como un conejo a punto de ser devorado por un león... no se podía ni mover.

El barbado hombre sonrió al ver el nerviosismo del más joven y se lanzó sobre él para despojarlo de la última prenda que le quedaba... Emmanuel se sonrojó al verse totalmente desnudo y expuesto ante Andrés, por lo que intentó cubrir su intimidad.

A: no te avergüences, eres más bello de lo que pensaba... desearía verte siempre así, desnudo...

El hombre volvió a besar el pecho de Emmanuel, pero esta vez fue descendiendo lentamente dejando una hilera de besos hasta llegar al miembro del rubio que palpitaba por la excitación.

Los Montenegro (Tierra de Pasiones 2)Onde histórias criam vida. Descubra agora