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Katsuki caminaba por las calles del infierno junto al pelirrojo que revoloteaba animado a su alrededor.

En su mente seguía el asunto de los dones.

Él quería. No. Necesitaba tener uno. Debía presentarse ante el rey del infierno para demostrarle que era el más fuerte y digno de pertenecer a su ejército. Y por qué no, de cuidar al lindo Izuku. Sí, sería su niñero, y lo cuidaría bien, muy bien ¡Más que bien! ¡Lo cuidaría tan malditamente bien que hasta lo pondría de rodillas y le metería su-

—¡Basta! —gritó Kirishima arruinándole la erótica imagen mental al rubio —bro, debes parar. El jefe jamás pondría un guardia personal para Izu-chan que quiera follárselo —dicho esto detuvo su vuelo frente al rostro de Bakugo, éste estaba sonriendo tétricamente, de lado.

—No tienes que preocuparte por eso, mosquito. Ya tengo un plan; yo me ocupo del don y tú le mientes al diablo, diciéndole que para nada veo a su hijo atractivo, y soy puramente heterosexual —concluyó triunfante Katsuki —es bastante simple, no lo arruines.

El pequeño demonio palideció al instante ¿Mentirle al jefe? ¡JAMÁS! Él era un leal servidor de la realeza. Aparte, si lo descubrían, lo harían papilla al instante.

Al no obtener respuesta el rubio lo miró de reojo, y tronó los labios.

—¿Qué estoy diciendo? Como si necesitase la ayuda de un enano de mierda —espetó.

Ambos detuvieron su caminata y tomaron asiento. Habían llegado a su destino. Sí, el gran árbol en la colina, desde donde se podía ver el jardin del palacio infernal.

Permanecieron en silencio. katsuki expectante, Kirishima preocupado. Si algún centinela real llegaba a divisarlos ambos estarían fritos. El rubio por observar indebidamente al hijo del diablo, y el relirrojo por cómplice, ya que nunca comunicó al jefe estos hechos.

Su día continuó silencioso, Kirishima de vez en cuando... Bastante seguido, soltaba comentarios graciosos o intentaba entablar conversación, pero era totalmente ignorado por su compañero, que permanecía recostando contra el tronco del gran árbol con los ojos cerrados.

Hasta que un extraño y agudo chillido lo puso alerta.

Se removió en su lugar para ponerse de pie inmediatamente, divisando un horrible ser infernal.

Su largo cuerpo de gusano solo poseía unas cuantas piernitas humanoides, lo cual dificultaba su andar.

De vez en cuando sus extremidades fallaban, raspando su estómago contra el suelo provocando que suelte un agónico alarido de dolor y segregue un pútrido líquido verdoso. En su calva cabeza deforme lucía un sombrerito azul y de su pequeño hombro colgaba una linda mochilita del mismo color haciendo juego.

—... Correo... —dijo luego de un jadeo muy prolongado y con una voz que se transformaba de grave en aguda. Tosió un par de veces, escupiendo una gran cantidad de viscosidad amarillenta.

Cayó rendido al piso, sobre todos sus asquerosos fluidos corporales mientras seguía jadeando fuertemente. Luego de unos segundos ante la atenta mirada de los dos asqueados jóvenes abrió su bolsito azul, extrayendo de él un pergamino, el cual comenzó a leer.

—"Presos del infierno... presenten su don... dejen de ser un peón mediocre del infierno... sírvanle al supremo rey como parte de su ejército... Presentarse el xx/xx/xxxx para evaluar su utilidad" —concluyó, entregando el pegajoso escrito a Katsuki, quien lo agarró con asco.

—Uhm g-gracias —agradeció débilmente Kirishima, él sabía que aquella cosa era un humano narcisista y pecador, cuyo castigo del C.I.S.A recayó sobre su físico. A veces llegaban a ser muy crueles. O mejor dicho, uno de los encargados de proporcionar los castigos lo era.

La jadeante criatura seguía en el suelo, frente a ellos. De sus horribles ojos sin párpado caían lágrimas de sufrimiento y vergüenza por ser visto de esa manera. Se encontraba en posición fetal, intentando cubrirse el rostro con su lastimada cola de gusano. Algunos cortes de ésta estaban infectados, segregando pus mezclada con sangre.

No quería ser visto. No quería sufrir más. Ya no quería existir. Hace tantos años que su nueva apariencia infernal le arrebató absolutamente todo.

No recordaba lo qué era ser feliz, o incluso qué era tener un amigo. Mucho menos qué se sentía ser abrazado con amor por un ser querido.

Se encontraba en una profunda soledad, anhelando el día en que alguien lo tratase amablemente, como si su vida valiese aunque sea un poco.

Básicamente, se sentía como todos los niños secuestrados que mantenía encerrados en un edificio de mala muerte, donde eran vendidos sexualmente por unos cuantos billetes a viejos morbosos que incluso mutilaban a los pequeños deformando sus cuerpitos, mientras él observaba como todo un voyeur degenerado.

Fue testigo de violentas violaciones a menores, incluso bebés, que posteriormente morirán de forma terrible en las sucias manos de sucios pedófilos.

—Ya vete, me asqueas —escupió Katsuki —seguro eres un maldito enfermo.

La asquerosa criatura pareció escucharlo pero se quedó llorando en su lugar por ser rechazado nuevamente.
Los poros de su cuerpo comenzaron a contraerse, para luego dilatarse expulsando un gas con olor fétido y provocando ruidos asquerosos.

—Bro... Mejor nos vamos —susurró quedito Kirishima. Ya no quería seguir viendo el sufrimiento de ese ser.

El rubio asintió con un gesto para luego comenzar a caminar, su plan estaba saliendo mal, una convocatoria de dones se había presentado justo bajo sus narices, y él no poseía ninguno. No sabía por dónde comenzar, nisiquiera tenía la más mínima noción de como conseguir uno.

•DEMON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora